Carlos Puigdemont en Waterloo
29/12/2024
4 min

La política es la actividad humana en la que los errores quedan consignados más clara y públicamente por la historia, en la que las afirmaciones contundentes, si no van acompañadas por hechos, se vuelven contra quien las formula.

Dos errores de un gran estadista, Churchill: a) el ataque a Galípoli del Reino Unido y Francia en 1915, una gran derrota y una humillación por la Royal Navy con un balance de medio millón de muertes, b) el retorno al patrón oro de la libra esterlina en 1925, que contribuyó a la Gran Depresión de 1929 y tuvo que ser abandonado el 1931. En ambos casos, la decisión fue equivocada por una evaluación de la realidad errónea.

Pese al prestigio político del personaje, parecía difícil que volviera a la política activa. Pero ocurrió cuando, en junio de 1940, la ofensiva de los ejércitos alemanes, la caída de Bélgica y Holanda y el hundimiento del ejército francés hizo evidente que era necesario un primer ministro con visión y coraje en el Reino Unido. Las alternativas eran la guerra total, con victoria incierta, o la cesión y paz indigna, equivalente a la derrota. Había poca duda, debía aguantarse porque en poco más de un año EEUU no podría evitar entrar en guerra. El precedente de 1916 era ilustrativo de lo que sucedería, la neutralidad y la oposición a la guerra del pueblo americano tenía un límite... que su seguridad no se pusiera en peligro.

Helmut Kohl fue un canciller mediocre, pero en 1980 eligió la buena solución para reunificar a Alemania: conseguir el apoyo de EEUU, ganador de la guerra fría; la aceptación de la URSS, en un mar de confusión interna única y nunca más repetida; la indiferencia negativa de Francia; y, finalmente, vencer la resistencia del pueblo alemán de la DDR garantizando que su dinero multiplicaría su valor porque el cambio entre los marcos de la DDR y de la República Federal sería uno por uno.

Los grandes hombres también se equivocan cuando no juzgan la realidad tal y como es, y los mediocres aciertan cuando actúan sin miedo aprovechando las oportunidades cuando se presentan, pero la conclusión que ahora hay que remarcar es que, a pesar de los errores, siempre hay posibilidad de enmienda... si se tiene y se sabe aprovechar una nueva oportunidad.

En octubre de 2017 el presidente Puigdemont tenía dos alternativas, convocar elecciones autonómicas o declarar la independencia. La segunda alternativa era inviable porque no existía un plan sólido para ello ni existía un apoyo sólido en Europa. La primera habría dado una gran victoria electoral al independentismo, la efervescencia social y el entusiasmo era en ese momento excepcional, pero obviamente Cataluña habría continuado dentro del Estado porque unas elecciones autonómicas no suponen ningún plebiscito a favor de la secesión . Había que actuar antes de que el Estado interviniera la Generalitat y anulase la autonomía de Catalunya. Cuánto sufrimiento, también el propio, nos habríamos ahorrado.

Declarar la independencia y revocarla a continuación era la peor de las alternativas porque daba al Estado razón para anular la autonomía e impedía a la Generalitat reaccionar políticamente, porque dejaba de existir por un tiempo.

Ahora Junts pide: a) la transferencia de la autoridad en inmigración, especialmente difícil porque supone para el Estado perder la competencia integral del control de fronteras, y esto es una parte consustancial de su naturaleza; yb) la posibilidad de plantear una cuestión de confianza que, si se gana, debilitará al gobierno de España y, si se pierde, llevará a elecciones.

Estas dos cuestiones, no esenciales para Catalunya, hacen más difícil la negociación de la nueva financiación porque generan un escenario de confrontación y facilitan la crítica de la derecha. La nueva financiación sí es esencial para Catalunya. Podemos ganar cuestiones de segundo orden y hacer más difícil las de primero. Se aleja, por idénticas razones, la posibilidad de negociar nuevas competencias como la gestión de los trenes de Cercanías, o la compensación económica por las inversiones no realizadas en el último año, por las que es necesario un entorno de colaboración y no de confrontación.

¿De qué sirve colocar contra la pared el gobierno central si el escenario que se abre, si cae, es mucho peor que el actual? ¿Estamos seguros de que sabemos hacia dónde vamos?, ¿que retar a la contraparte es la mejor manera de concluir una negociación? No sería más lógica la discreción y no llevar las cuestiones al límite, cuando no hay seguridad de aguantar el envite si se llega a la confrontación y la certeza de que el entorno político será peor que el actual si se debilita ¿el Gobierno Central?

Como en 2017, nos sobra gestualidad y nos falta seguridad en lo que realmente podemos mantener si se llega al choque.

La imagen que todo esto sugiere es la pelea de dos oponentes encarnizados en la muralla del castillo sabiendo que, si caen, los asediantes, que están fuera y se lo miran con interés, pueden anularlos conquistando el castillo que ya no defiende nadie.

Un elemento importante de la negociación es mostrar fortaleza, aunque no se tenga tanta como debería. hacer exactamente lo contrario que mostrar fortaleza porque se tiene la seguridad, real o figurada, de que la contraparte tendrá que venir a negociar contigo, le guste más o menos porque no tiene alternativa. y firmeza, pocas manifestaciones públicas y algunos hechos.

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