El presidente de EEUU, Donald Trump, este viernes.
08/12/2025
3 min

Estados Unidos ha decidido declarar una guerra política y retórica contra la Unión Europea. Es la primera vez que una administración estadounidense dice abiertamente que quiere la destrucción de la UE, y lo hace desde un documento oficial. La Estrategia de Seguridad Nacional 2025, publicada la semana pasada, es un ataque radical a un proyecto político que representa todo lo que Donald Trump detesta: cesión de soberanía, regulación e obligada búsqueda de consenso.

La incomprensión transatlántica ha estado siempre presente. El historiador Timothy Garton Ash cuenta en uno de sus libros sobre las relaciones transatlánticas como George W. Bush invitó a tres pensadores europeos (tres británicos, para ser más precisos) antes de su primer viaje a la UE como presidente de Estados Unidos y les preguntó: "¿Queremos que Europa salga adelante?" Cuando los tres invitados le dijeron que sí, Bush respondió con una sonrisa, simulando que bromeaba. El equipo de Madeleine Albright, secretaria de Estado con Bill Clinton y checa de nacimiento, se refería a todo el confuso entramado institucional europeo como "el euromerder".

Ahora, sin embargo, la administración estadounidense va más allá y asegura oficialmente que Europa corre el riesgo de ver '"su civilización borrada". La UE es una amenaza porque para Trump es mucho más fácil intimidar a los amigos que a los enemigos. La estrategia europea de la Casa Blanca pasa por entenderse con Vladímir Putin y reforzar a los gobiernos de extrema derecha en toda la Unión. Afirma que Washington debería "cultivar la resistencia" dentro de los estados miembros de la UE y que los "partidos patrióticos" de extrema derecha representan la esperanza de Europa. Estamos frente a una ruptura histórica. "Un tabú democrático roto", decía en caliente el exministro de Exteriores sueco Carl Bildt. En cambio, la jefa de la diplomacia europea y antigua primera ministra estonia, Kaja Kallas, rebajaba la indignación comunitaria reiterando que Estados Unidos sigue siendo el "principal aliado" de la UE aunque "no siempre estamos de acuerdo en distintos temas".

Europa tiene una larga historia propia de divisiones. Usted no necesita Donald Trump para ello. Pero las palabras de Kallas recuerdan, una vez más, que existe una Europa que siente muy de cerca el aliento de Putin y la necesidad existencial de aguantar y minimizar las humillaciones de Trump. Es una UE que se siente vulnerable y está convencida de que Europa sola no es suficiente. Pero, en cambio, se desentiende de las complicidades entre Washington y Moscú por atacar a la Unión. Una paradoja que comienza a ser insostenible.

La credibilidad de la Unión Europea, incluso su supervivencia como construcción política supranacional, está en juego. La estrategia de Washington es desestabilizar las democracias europeas, intensificar los esfuerzos por vaciar la UE desde dentro y, al mismo tiempo, presionar para que la UE abra sus mercados a los bienes y servicios estadounidenses y elimine las restricciones sobre los gigantes tecnológicos del Silicon Valley que operan en territorio comunitario.

Para la Casa Blanca, el intervencionismo clásico y las injerencias digitales van de la mano. Trump abraza la doctrina Monroe para dejar claro que Estados Unidos no tolerará ninguna injerencia extranjera en el continente americano. Vuelve el Washington clásico de las esferas de influencia sobre América Latina, mientras se permite interferir directamente en el sistema democrático europeo, en una clara alianza entre poder político y poder tecnológico estadounidense. Por eso el secretario de Estado, Marco Rubio, consideraba que la multa de 120 millones de euros que la Comisión Europea impuso el viernes en la red social de Elon Musk, por falta de transparencia en la publicidad y en la marca blanca que certifica algunas cuentas, "no es sólo un ataque contra X, sino un ataque contra todas las plataformas tecnológicas americanas". Por su parte, Musk reclamaba, en un tuit, la disolución de la Unión Europea. Son los mismos gigantes tecnológicos que se sirven de las deslealtades internas entre socios europeos para eludir impuestos desde Irlanda o Países Bajos.

"¿Cuánto abuso de poder están dispuestos a soportar a los aliados de EEUU?", se preguntan esta semana en el semanario estadounidense Foreign Affairs los politólogos Robert E. Kelly y Paul Poast. La respuesta debe salir de algunas capitales europeas y no puede tardar. Si Estados Unidos de Donald Trump ha decidido autoproclamarse adversarios de esta Europa, los países miembros de la UE están obligados a decidir quién es su socio principal y cuál es su Unión. Trump se ofrece como acelerador de una fuerza desintegradora que empuja desde adentro.

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