Feijóo, el hombre que no pudo gobernar
Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo hicieron balance del curso político y, como era previsible, ambos optaron por el maximalismo. Sánchez considera que su ejecutivo puede presumir de una obra de gobierno excepcional, y no se paró a hacer autocrítica; quizás dentro de la lógica de la política madrileña la autocrítica equivale a la claudicación. Feijóo, por su lado, insistió en un relato impropio no ya del primer partido de la oposición, sino de personas adultas: España se encontraría en el peor momento de su historia (los datos económicos no parecen avalar esta idea, pero se trata de ir diciéndolo) porque gobierna un hombre malvado que vende el país a los enemigos. Por lo tanto, según Feijóo lo único que le hace falta a España es un cambio de gobierno, o, en el idiolecto del PP, "derogar el sanchismo". Con esta finalidad, Feijóo hizo un anuncio ilusionante: en septiembre tendrá hecho un listado de leyes sanchistas que hay que derogar, y otra lista de leyes para sustituirlas. De toda manera, la lista no tiene mucho misterio. El pernicioso sanchismo se compone principalmente de leyes sociales como la ley de la vivienda, la ley trans, la ley de memoria democrática o la reforma laboral, con un añadido ciertamente particular como es la ley de amnistía: el intento del estado español de dar respuesta jurídica a la represión política que el propio estado español perpetró contra un movimiento democrático como el independentismo. Este sí que es un encaje difícil, incluso conceptualmente. Y aún lo es más con una cúpula judicial dedicada a salvaguardar los intereses de unas élites, y de una idea de España, muy concretas.
Feijóo, con todo, tuvo palabras para Catalunya, y anunció a los catalanes que "arreglarían sus problemas", pero que lo harían "bien", sin concretar más. Hizo una frase ingeniosa: "No es necesario cambiar de pasaporte, es necesario cambiar de gobierno". Excelente. Hay un inconveniente, y es que la posibilidad de cambiar de gobierno sigue dependiendo de que el PP pueda obtener el apoyo de los independentistas catalanes, en particular de Junts, gente a la que Feijóo se refiere, casi en la misma frase, como "cómplices" del sanchismo. También afirma que no ha gobernado de momento porque no quiso coger "atajos", es decir, negociar con los catalanes (aunque en realidad fueron los catalanes, los que no quisieron negociar con él). No importa. Su primera propuesta para ellos es derogar la ley de amnistía, por lo que no parece que el camino de un futurible entendimiento sea muy claro ni llano. Por otra parte, y aunque nadie sabe demasiado ni tiene demasiado en cuenta qué pasa en Baleares ni en el País Valenciano (tampoco desde Catalunya, absorta entre el victimismo y la arrogancia post-Procés), la espantosa embestida del PP contra la lengua catalana en estas dos comunidades, perpetrada de la mano de Vox (que serían los socios para gobernar el Estado), no presagia precisamente ninguna voluntad de diálogo. Por cierto, que en la reunión de la ejecutiva del PP Mazón estaba ahí, bien sentado. Era el más sonriente y bronceado.