Agricultores catalanes “han requisado parte del cargamento de frutas y verduras de los camiones parados provenientes de Marruecos y lo han esparcido por el asfalto”. Son productos que “durante el invierno no se cultivan en los cultivos catalanes, como judías verdes, tomates cherry, arándanos o pimientos, que, según los agricultores, perjudican como competencia desleal”, leemos en el ARA. Narcís Poch, coordinador territorial de las comarcas de Girona de Unió de Pagesos, dice que estas importaciones "están permitidas porque la Unión Europea firma tratados con países terceros que no deben cumplir las mismas normativas que nosotros". Es una locura, no tiene sentido. Es una trampa perversa.
Quizás ya va siendo hora de que miremos el calendario. Que pensemos que, como antes, no podemos tener tomates todo el año, y por eso los colgamos y por eso los conservamos. Que un invernadero es caro, porque requiere mucha agua. Que no es normal tener menta todo el año y que quizás la menta, como la trufa, la gracia que tiene es que es estacional. No es ético comprar cerezas en Navidad, que no saben a nada, a nada, porque resulta que las cerezas, como concepto, al igual que la piña, son un lujo. Es loco comprar guayaba o mango o lichis en el mercado sin que se parezcan nada a los que encontraríamos en el árbol, porque han venido de una cámara frigorífica, cosechados antes de tiempo, solo para hacer gracia, por el color, por la foto.
El sabor. Tenemos que volver a aprenderlo. Y el trabajo de los agricultores también. Dicen estos días en los noticiarios que en el Mobile World Congress habrá estudiosos de la inteligencia artificial. Perfecto, sí, que estudien. Pero mirémonos, por favor, la inteligencia natural. La que te hace determinar cuándo es el tiempo de comer, de disfrutar de una col, ostras.