La lengua del vino
Ayer veía una de esas publicaciones que hace Quim Vila, el artífice de Vila Viniteca, en el restaurante Hermanos Torres, con toda la hilera de vinos que habían disfrutado los comensales. Entre ellos, el Sot Lefriec negro.
Es maravilloso como gracias a quienes hacen vino en Cataluña, una de las regiones vinícolas más importantes, la lengua catalana viaja por el mundo. Si lee la página de vinos que hacemos los domingos (una página que sólo pretende una cosa: que se venda vino catalán en Cataluña) podrá ver los nombres de las botellas. Es una normalidad anormalísima que en todo el mundo puedas pedir una copa de Lo Noi del Saxo.
La Ermita y Les Aubaguetes, dos vinos míticos, icónicos, de Álvaro Palacios reciben reverencias y aplausos en el mundo. Alguien que tenga la inmensa suerte de llevarse a la boca Las Aubaguetes quizás quiera saber qué quiere decir. Y seguro que el sumiller (los sumilleres son los libreros del vino, los que cuentan y prescriben) le dirá que la palabra es un diminutivo deaubaga, que es una manera de llamar la umbría, la zona sombría. Me maravilla como las historias del vino, que siempre hay una, detrás, vive la lengua. El Mas de la Rosa, de la bodega Vall Llach, en el Priorat, tiene una historia que Albert Costa le explicará si va de visita. La palabra mas, que nos lleva a la masería italiana, perdura. Y del Sot Lefriec, de Irene Alemany y Laurent Corrió, nos contará, allí, en el estrelladísimo restaurante de los Torres, qué es un bache. Nombres de bodegas como Oller del Mas o En Números Rojos. Sol Post –que precioso–, de Pilar Just, en el Montsant. Nombres de fincas, de personas, como Núria Claverol, de Sumarroca, la madre, o Júlia Bernet, de los autores de La Barraca de los Coscons. ¿Coscons? ¿A qué se debe referir? ¿En el caparazón de nuevo? ¿Quizás en el espigado del maíz? ¿En la encina? Habrá que ir a visitarlos para saberlo. O preguntarle al sumiller, que seguro que lo sabe.