El líder unidimensional

Alberto Núñez Feijóo en el Forum Europa de Madrid el 28 de enero.
05/02/2025
2 min

"Sánchez quería lo contrario, votaremos para no hacerle el juego", ha dicho Feijóo para justificar decir donde había dicho no. ¿En qué quedamos? Mejor forma de resumir su estrategia y su política, imposible. Votó contra el famoso decreto ómnibus, y arrastró a Junts para clavarle la estocada a Sánchez. Típico ejemplo de la ceguera del opositor de piñón fijo. Y se despertó como responsable de que las pensiones no subieran o de que el dinero por la crisis de la DANA quedara atascado. Lo que cuenta para Feijóo no son las ideas y propuestas sino hacer siempre lo que el presidente no quiera, sin reparar en las consecuencias. El infantilismo es una enfermedad mortal de la política.

La operación fue tan burda que ni siquiera tuvo tiempo de recibir el entusiasmo de los suyos por haber puesto a Sánchez contra las cuerdas. Las obsesiones no dejan pensar. Y Feijóo salió del escenario por patas. La operación que tenía que ser la tumba de Sánchez, por la ceguera propia del demagogo que repite letanías contra el enemigo sin prestar atención al contenido y a los efectos de lo que se está debatiendo, se convirtió en una bombona de oxígeno para al presidente. Uno a uno, quienes habían hecho la heroicidad de dejar el gobierno en minoría han tenido que hacer ver que no se acordaban. Junts al menos ha negociado algo. Feijóo simplemente votará ahora lo que antes era, a su juicio, una expresión de la demagogia de Sánchez.

La estrategia de Feijóo es el grado cero de la política. Esconde las ideas propias y se limita a la descalificación permanente del adversario. Una estrategia que ahora mismo tiene un efecto principal: Vox, que dice lo que quiere sin escrúpulos y sin depender de los demás, se le está subiendo a la espalda, y cada vez está más claro que Feijóo dependerá de ellos en el futuro próximo. Debe de pensar que ya le va bien, porque Vox dice lo que él no se atrevería a decir, pero es un ejercicio peligroso. Abascal se va creando un perfil mientras Feijóo se petrifica en su agresividad obsesiva. Inicialmente puede hacer gracia, dar palos a quien manda divierte, pero el ruido no es suficiente para ganar al adversario: puede dar gusto a la familia, pero cansa a los que lo miran a distancia y pueden ser decisivos para cambiar mayorías. La banalidad de este estilo hace que llegue un momento en el que las ganas de humillar al adversario hacen perder la perspectiva, y se mete la pata y se acaba yendo al terreno del enemigo, porque los efectos no deseados de la frivolidad son demoledores. Los ciudadanos merecen más.

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