La negociación ERC-JxCat necesita un revulsivo

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01. Aragonés llegando a la prisión de Almeces. 02. Rius y Artadi, de JxCat.

Dos delegaciones de ERC y JxCat se volvieron a reunir este sábado para intentar encontrar una solución en las negociaciones para formar gobierno, pero el pacto todavía parece lejos. A pesar de que con la reunión de Lledoners de martes se dio un empujón a las conversas y se abrió ya la carpeta final, la del reparto de conselleries entre las dos formaciones, hoy todavía no se ha llegado al punto en que se pueda afirmar que la negociación está encarrilada y ya se han superado los obstáculos principales. Nada más lejos de la realidad. Los principales obstáculos, el papel del Consell per la República y la estrategia independentista, todavía continúan sin resolverse a 25 días del límite final.

Seguramente es por eso que ERC se plantea trasladar en las próximas horas a Junts la posibilidad de formar gobierno en solitario, de momento y hasta que haya un acuerdo definitivo para un ejecutivo bipartito. Fue el mismo vicepresident y candidato a la investidura, Pere Aragonès, el que avisó hace una semana desde las páginas de este diario que si el día 1 de mayo no había acuerdo los republicanos se verían obligados a explorar "vías alternativas" con Junts. Es improbable, sin embargo, que Junts acepte la vía del gobierno en solitario de ERC, y lo más seguro es que los próximos días veremos una intensificación de las negociaciones. Ahora bien, es evidente que, vista la extrema lentitud de las conversas y la situación del país, que reclama a gritos la formación de un gobierno para poner en marcha todos los mecanismos de la recuperación económica, haría falta un revulsivo que sitúe la negociación en otro plano y le dé un empujón definitivo.

ERC espera que este revulsivo sea la propuesta del gobierno en solitario, mientras que Junts no se deja impresionar por los ultimátums y sigue ajena a las presiones para acelerar la formación del nuevo ejecutivo. Pero los días pasan y cada vez hay más indicios de que la falta de acuerdo tiene un coste para el país. Esta misma semana, el secretario general de CCOO en Catalunya, Javier Pacheco, alertaba al ARA que otros gobiernos autonómicos, y citaba explícitamente el aragonés, estaban jugando mejor sus cartas para acoger la planta de baterías eléctricas que tiene que alimentar la fábrica de Seat. Los líderes sindicales de UGT y CCOO también aprovecharon la jornada de sábado, el Primero de Mayo, para urgir a la formación de gobierno.

El argumento que en otros países, como por ejemplo Bélgica u Holanda, es habitual que las negociaciones para formar gobierno duren meses o incluso años no es aplicable en el caso catalán, donde el impacto de la pandemia obliga a tener un Govern y un presidente con todas las atribuciones e iniciativa política cuanto antes mejor. Y, además, los dos partidos hacía precisamente más de un año que sabían que tendrían que abordar este escenario de negociación. Dos meses y medio después de las elecciones, no hay ningún argumento con suficiente peso que justifique este retraso. Y lo que es peor: tampoco hay ninguna seguridad de que esta negociación larga revertirá en un Govern mucho más sólido que el anterior.

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