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El presidente de EEUU, Donald Trump, durante el anuncio de los aranceles
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En economía, y en la historia en general, las situaciones o esquemas imperantes, los estamentos del poder y posición de cada una de las partes pueden sostenerse durante muchos años. Decenios. Siglos incluso. A veces durante periodos tan largos que da la sensación de que el cambio va a requerir, asimismo, un tiempo prolongado.

Pero el pasado nos ha demostrado en innumerables ocasiones que esto no es así. El Imperio romano, los visigodos en España o la ocupación árabe son solo algunos ejemplos de ello. Jerarquías y sistemas políticos y sociales que, como los visigodos, en apenas dos o tres años se vinieron abajo tras tres siglos, se dice pronto, de sostenerse.

Lo de los aranceles norteamericanos no es tan relevante como el cambio de tercio hacia los compañeros de viaje, los aliados y socios. Los Estados Unidos, parte de la ONU, de la OTAN, denominados Occidente junto a Europa y Reino Unido, ya no están interesados en este esquema de colaboración. Los juncos germinan y crecen en un tiempo récord. Pero es solo lo que vemos, porque bajo tierra, durante años, desarrollan toda la estructura que les permitirá, después, crecer a una increíble velocidad. Del mismo modo, este castillo de naipes que ahora se desmorona lleva tiempo debilitándose. Estados Unidos lleva casi tres décadas con unos desequilibrios que ha podido mantener gracias a un dólar fuerte.

Sin el dólar, otro gallo hubiese cantado. Porque las divisas reaccionan enseguida a las balanzas comerciales internacionales negativas para compensar, por la vía monetaria, los desequilibrios de los movimientos de mercancías entre países.

Son demasiados años de deuda externa y déficit presupuestario. Estados Unidos ha aguantado gracias a la enorme inversión exterior que recibe. Los dólares que entrega regresan, vía inversión, al país. Pero esos dólares no necesariamente crean riqueza interna. En parte sí, pero muchos provienen de compañías de otras naciones que se llevan las plusvalías generadas en el país.

Trump puede parecernos inculto y falto de modales. Pero no es tonto. Necesita un cambio en el esquema de funcionamiento y la única forma de lograrlo es propiciando un nuevo orden económico. Un cambio en el juego de las sillas. Tiene que deshacer las dependencias creadas. Porque todo sistema está basado en relaciones y roles. Lo que vienen no son solo aranceles. Lo que viene es un nuevo orden económico.

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