

A menudo debatimos internamente entre lo que pensamos de forma racional y lo que sentimos. Los dilemas construyen un tejido bastante consistente de nuestra personalidad. Nos ocurre en las relaciones personales cuando la razón nos dice que salir con aquella persona puede ser un error y nos alerta de que seríamos más felices alejándonos, pero el corazón nos impulsa a llamarle y meternos de lleno en la su vida. También lo vivimos en nuestra experiencia social, aunque de forma mucho más inconsciente. Un ejemplo en el que estamos inmersos es la sensación de malestar y tristeza general a pesar de que los datos objetivos económicos son los más positivos de las últimas décadas. Aún se complica más cuando detectamos que la percepción sobre la situación personal es distinta a la que tenemos sobre la colectiva. Las encuestas nos dicen que cuando se pregunta individualmente la persona dice estar bien, pero cree, en cambio, que el país está fatal.
Hay razones internas y externas para explicar ese contraste tan relevante. Muchas investigaciones psicológicas muestran la conexión entre cómo percibimos los sucesos y lo que nos hacen sentir, independientemente de su realidad objetiva. El filósofo estoico Epictet decía que "a las personas no las perturban las cosas sino las opiniones que tienen de las cosas".
Los datos económicos muestran la enorme diferencia entre la realidad y la percepción subjetiva. La economía del país ha sido señalada como la mejor de Europa por la OCDE y por The Economist, el crecimiento del PIB supera las expectativas y el paro (principal preocupación de la población) se encuentra en mínimos desde 2007. También las ocupaciones hoteleras suben entre el turismo autóctono, las cafeterías y restaurantes están en máximos e incluso ha vuelto el brillo a la moda, detalle que, como sabemos en el marketing psicológico, sólo ocurre en épocas de bonanza económica. Sin embargo, la sensación general es que todo va muy mal.
La desigualdad estructural, la dificultad de la vivienda, la inflación y las condiciones sociolaborales precarias son factores que generan mucha ansiedad, pero los datos apuntan a que la motivación económica no es suficiente para explicar todo el malestar. Se han vivido épocas mucho más duras en nuestra historia, como la crisis de 2007 y el nivel de angustia social no era tan elevado como ahora.
Las causas psicológicas subyacentes a este fenómeno responden a sesgos cognitivos como el de negatividad o el de confirmación, que se suman y retroalimentan entre sí. El primero es la tendencia a dar mayor peso a la información negativa que a la positiva. Prestamos mayor atención a las noticias negativas, incluso cuando los indicadores generales son positivos. Esto se complementa con la tendencia a buscar y dar mayor credibilidad a la información que confirma nuestras creencias preexistentes que, a nuestra generación, viene avalada por el recuerdo de la grave crisis de 2007. Hay que sumar una cobertura sesgada de la información, dado que está ampliamente documentado que las noticias negativas reciben mayor cobertura mediática y tienen una mayor tasa de consumo. El resultado es una percepción distorsionada de la realidad económica, al estar más expuestos a información negativa, reforzada una y otra vez por redes sociales que quieren activamente conseguir esta decepción política y económica generalizada.
¿Qué podemos hacer para superar este sesgo perceptivo? En psicología hay un refrán que dice: "No te limites a hacer algo: quedate quieto un rato" Si examinamos nuestra experiencia emocional a escala microscópica, entonces se abren posibilidades sorprendentes. Existe consenso científico en la eficacia de la introspección para deconstruir las percepciones distorsionadas. Analizar/ Seleccionar/ Interactuar/ Reflexionar es útil para evitar la respuesta irracional automática. Analizar la situación con curiosidad: ¿por qué me está afectando esto? La fase de interpretación es ampliar nuestra comprensión más allá de la percepción inicial automática. de una reacción totalmente automática a una respuesta más pensada y con un propósito que esté más alineado con quienes somos y con lo que queremos conseguir.
Comprendiendo los mecanismos subyacentes de tipo psicológico, social y económico desarrollamos una visión más equilibrada y precisa, tan necesaria para evitar creer las noticias falsas y reducir la distancia entre realidad y percepción.