No puedo ni imaginar perder a un familiar por culpa de una tormenta extrema. Hace estremecer, y hace pensar en cómo podemos explicar a las criaturas que el agua no es una broma. Una gota no tiene fuerza. Una riada tiene la fuerza de su propio peso multiplicada por lo que se haya podido acelerar por las laderas de las montañas y las calles. El agua pesa mucho, es densa, y si no la vemos habitualmente en las ciudades es porque se filtra en las zonas permeables o se canaliza a través de las cloacas. Si de vez en cuando ya ha caído algún balcón por la instalación de una piscina de juguete llena de agua, es imaginable el daño que pueden hacer las lluvias torrenciales cuando llueve en poco tiempo.
El Mediterráneo es un espacio fuertemente alterado por la acción humana. A lo largo de los siglos se han talado bosques para hacer campos, y desde inicios del siglo XX se han ido asfaltando y cubriendo todas las rieras y canales de aguas hacia el mar desde Algeciras hasta Estambul. Donde ahora hay ramblas, antes había arroyos, rieras o canales por donde corrían las aguas de lluvia. La ingeniería de las obras públicas ha permitido que cuando caminemos no nos enfangamos (de ahí el mítico apodo de Can Fanga en Barcelona), pero la suma de todas las calles tapadas ha hecho que el agua de lluvia, en episodios continuados, lo tenga difícil para volver al mar.
El calentamiento global tiene un trágico impacto en las zonas densamente pobladas, y el Mediterráneo comienza a sufrir fenómenos de mares tropicales, nunca vistos hasta ahora. El urbanismo tiene la responsabilidad de anticipar y tratar de minimizar las afectaciones de episodios como éstos y de sus contrarios, como los de la sequía. Después de la tragedia se harán grandes anuncios, pero también habrá que realizar obras y destinar los recursos adecuados. Los Países Bajos, que están literalmente construidos sobre terrenos ganados en el mar, disponen de un ministerio de Infraestructuras y Gestión del Agua que administra y desarrolla las carreteras principales, los ríos y los sistemas del agua, realiza el mantenimiento de vías navegables y gestiona la protección contra las inundaciones. El caso del Mediterráneo es diferente, porque aparte de la amenaza de la crecida del nivel del agua, se suma el fenómeno de la gota fría, que genera unas lluvias de alcance impredecible.
La Generalitat Valenciana dispone de un plan territorial sobre la prevención de los riesgos de inundación, el PATRICOVA, que ya en 2015 cuantificaba en 600.000 personas las que podían encontrarse en riesgo de inundación, teniendo en cuenta que hay tres grandes cuencas hidrográficas que desembocan en el mar: el Ebro, el Segura y el Júcar. Las leyes sectoriales tienden a limitar los usos del suelo si hay riesgo de inundación, pero habrá que ver si la accidentalidad ha afectado a personas que estaban en circulación o bien a personas que estaban dentro de casa, ya quienes el agua ha negado. El plan contempla algunas actuaciones en obra (la topografía se puede modificar con motas o diques de contención) y reforestación de espacios que han sufrido mucha erosión. También será necesario analizar si las zonas donde se han producido las mayores inundaciones coinciden con las 216 que el plan identifica con algún nivel de peligrosidad significativo, para evitar que se vuelvan a producir. Y, muy importante, designar los espacios verdes donde se va a querer canalizar las aguas para evitar que vayan hacia las casas. Por eso debe procurarse que los alrededores de los ríos puedan crecer sin interferencias, mantener el dominio público hidráulico completamente libre y prever cuáles pueden ser las vías de desagüe en caso de emergencia.
Habrá que habilitar recursos para gestionar las DANA en las ciudades, porque lo que es seguro es que el calentamiento planetario hace notar ya sus primeros impactos. Por el momento recomiendo hacer una visita al Visor de la Agencia Catalana del Agua. Yo he descubierto que mi casa y buena parte de los edificios de Girona están en zonas inundables. También son zonas potencialmente inundables Badalona, el Maresme y, en general, todas las desembocaduras fluviales en el litoral. Teniendo en cuenta que buena parte de la población se concentra en las zonas costeras y que los humos que enviamos a la atmósfera nos devolverán en forma de gota fría, es necesaria una reflexión inmediata sobre hábitos imprudentes como seguir dejando los coches mal aparcados cerca de las rieras. Los edificios en principio están bien cimentados en el subsuelo, pero los coches en caso de lluvia se comportan como obuses incontrolados, basta con ver las imágenes. También convendría prever cómo almacenar el agua de las DANA para reciclarla, aunque sea durante unas semanas, en un contexto en el que la sequía también condicionará el desarrollo urbano en nuestras latitudes.
Barcelona es sede de la Unión por el Mediterráneo y del Instituto Europeo del Mediterráneo. Parecería de mucha utilidad poder poner estas políticas públicas de prevención de inundaciones y de gestión de la sequía y de la contaminación del mar en la agenda de las organizaciones multilaterales, porque las lluvias tampoco entienden de fronteras, y estamos en uno de los ámbitos más densamente poblados del mundo.