El serial de la potencial fusión de BBVA con el Banc Sabadell está acompañando los últimos días de campaña electoral. Desde fuera, se observan dos posiciones sin margen de maniobra: uno hace una oferta diciendo que no puede moverse ni un milímetro, y el otro la rechaza por considerarla insuficiente. Ahora, la opa hostil deja la decisión en manos de los accionistas y no del consejo de administración, y la fragmentación actual del accionariado del Banc Sabadell no sitúa a la entidad en la mejor posición.
Si de algo sabe el sistema bancario español es de adquisiciones, fusiones y absorciones. En 2009 había 55 entidades, entre bancos y cajas; ahora, en pleno 2024, las cajas son historia y quedan 10 grandes bancos (9 si la opa sale adelante). Aunque el resultado final es el mismo, estas operaciones pueden producirse bajo diferentes condiciones. Algunas se han generado bajo gran necesidad frente a crisis financieras, como cuando el Banco de Santander compró el Banco Popular por 1 euro. Se trataba de operaciones incentivadas por el gobierno de turno, planteadas como mejor opción antes de un rescate con dinero público. Cuando existe un interés claro para ambas organizaciones, las operaciones son amistosas. Y, por último, tenemos las opas hostiles como la actual. Las operaciones hostiles son complejas, requieren muchos recursos por parte de la empresa que se postula como compradora y, de hecho, no ha habido ninguna exitosa en el sistema bancario español.
Durante estos días también se está poniendo mucho énfasis en la reacción de los mercados. En el caso del BBVA, las acciones descendieron cuando se hizo la oferta y volvieron a subir una vez se supo que la habían rechazado. Para esa entidad, esto era un argumento de que no convenía presentar ninguna otra oferta al alza. Por el contrario, para el Banc Sabadell, los movimientos de sus acciones fueron en dirección contraria. Estos son los movimientos habituales de estas operaciones: la entidad compradora afronta mayores costes a corto plazo y los vendedores obtienen beneficios por encima de mercado. El valor de las acciones simplemente refleja esto.
Esta operación tan agresiva en un año en el que los beneficios bancarios han roto récords puede parecer extraña, pero existen posibles explicaciones. En primer lugar, suenan campanas de que en los próximos meses los tipos de interés empezarán a bajar, incluso antes en Europa que en Estados Unidos. Por lo tanto, estos beneficios se irán reduciendo. En segundo lugar, el sistema bancario en Europa está completamente saturado y las entidades solo pueden crecer atrayendo a los clientes de la competencia o comiéndosela con operaciones como esta que permiten generar economías de escala y reducir costes. No importa lo que se diga ahora, la fusión BBVA - Banc Sabadell implicaría cierre de oficinas y reducción de personal. La falta de oficinas bancarias en pueblos o la pobre atención financiera a la gente mayor quedarán como problemas sociales que habrá que resolver con políticas públicas porque España, aún ahora, es el segundo país con más oficinas por habitante en Europa, solo por detrás de Francia. Y esto es un indicador claro de cuál será la dirección en los próximos años.
El otro grupo de interés importante son los clientes y la concentración de mercado en tan solo tres grandes bancos. En el sector bancario, menor competencia implica peores servicios. En caso de que la opa salga adelante, habrá que confiar en que el regulador, en este caso la CNMV, determinará cómo queda afectada la competencia, y si se podría fusionar toda la entidad o bien hay alguna parte que debería quedar fuera y venderse a un tercero. Normalmente, esta intervención pública no se produce hasta que la operación puede salir adelante, pero dada la importancia de esta operación, el gobierno de España ya se ha pronunciado en contra.
Y, por último, aunque ahora tenga su sede en Valencia, la historia y el arraigo en Catalunya del Banc Sabadell es indiscutible, y pensar que en algún momento puede dejar de ser catalana da la sensación de una gran pérdida, de quedar un poco más desamparados. Por este motivo, siempre se ha especulado con la unión del Banc de Sabadell con Unicaja: dos entidades que podrían trabajar juntas pero continuar arraigadas cada una en su territorio. El equilibrio territorial es importante. Es precisamente esta sensación de territorialidad, pero a nivel nacional, la que está impidiendo que se avance más firmemente hacia una unión financiera a escala europea mediante fusiones de entidades de distintos países: los bancos son todavía demasiado importantes para tenerlos lejos o fuera de control.