Puigdemont vs. Puigdemont

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Puigdemont vs. Puigdemont

La situación política española es hoy un bloqueo de impotencias de los dos grandes partidos y una investidura en el aire. Las elecciones han dejado un panorama complejo del que solo se puede salir de forma estable con una lectura implacable de los resultados electorales. En Madrid y en Barcelona. También en Waterloo, donde el ex president de la Generalitat tiene hoy un inesperado as en la mano y donde la distancia y los tiempos son diferentes a los del resto de actores.

El Madrid deprimido

Alberto Núñez Feijóo ha salido derrotado pese a haber ganado las elecciones y Pedro Sánchez las ha ganado pese a haberlas perdido. La derecha no ha logrado arrasar y está pagando con el aislamiento del resto de fuerzas democráticas sus pactos con Vox. En Madrid, el ambiente es de perplejidad. Sorpresa en las grandes empresas, que habían apostado doble al PP, y frustración en la prensa conservadora, que hace una semana entronizaba a Feijóo y hoy escribe que es un incapaz. Una prensa que va a palos sobre el grado de distancia que el PP debe mantener con Vox y alguna excepción que admite su imposibilidad de “atinar ” a auscultar las palpitaciones de la sociedad española.

Son palabras del conservador monárquico José Antonio Zarzalejos en El Confidencial : “La responsabilidad de lo que ocurra –que nadie se engañe– no es solo de Sánchez y de los independentismos. Lo es también de una derecha democrática temerariamente mediocre y de una derecha radical patética”. Zarzalejos añade que "si las reglas constitucionales se relativizan a conveniencia, nos iremos adentrando en el tramo final de la vigencia de la Constitución de 1978", y anuncia que se retira porque es "el momento de ir al rincón de pensar".

Puigdemont contra Puigdemont

En la política catalana las cosas se están moviendo profundamente. El PSC ha ganado pero sabe que tiene un fuerte componente de voto prestado (150.000 votos de ERC, 35.000 de Junts y 24.000 de la CUP), y además la investidura de Pedro Sánchez depende del voto afirmativo de Junts per Catalunya.

Los soberanistas han empezado a reaccionar a los malos resultados, y las aproximaciones entre Junts y ERC son las primeras serias desde la ruptura del Govern. En conjunto, los partidos independentistas retrocedieron 700.000 votos. ERC ha perdido 416.000 respecto a las generales de 2019 y diez puntos porcentuales, la CUP 149.000 y Junts 141.000.

Pese a los malos resultados, el nombramiento de Sánchez depende de los grupos independentistas. ERC ya ha dicho que negociará, pero el gran dilema es hoy el de Junts per Catalunya. Básicamente, el dilema es de Carles Puigdemont, que tomará la última decisión. El as en la manga llega cuando JxCat había reducido al mínimo el terreno de juego, sin presencia en el gobierno de la Generalitat, ni en el Ayuntamiento de Barcelona, ni en la Diputación de Barcelona. Una ausencia que se nota en una depauperada intendencia del partido y en la menor capacidad de influencia política y de nombramiento de cuadros.

Varias fuentes cercanas al ex president se preguntan en privado si el fuerte componente de dolor personal del exilio y la amargura de la resistencia personal se impondrán a la capacidad estratégica del político. Una fuente cercana lo define como “Puigdemont contra Puigdemont”. Cinco años en el exilio marcan a fuego, y la negociación será envenenada y no habrá mucho tiempo.

El líder de Junts advertía el sábado contra los chantajes. Escribía en un tuit: “Tener la llave es circunstancial. Un día la tienes y al día siguiente no, y nunca podemos perderlo de vista. Esto no puede hacernos caer ni en las prisas ante el miedo a perderla, ni en la sobreactuación ante un poder que es inevitablemente efímero. El dedo y la luna. Esto es el dedo; la luna es otra cosa. La luna es un conflicto político muy serio y profundo, y es aquí donde es necesario poner el foco. No en las personas, sino en el país. Y hasta que no recuperen el párrafo perdido en este conflicto (eso de las «diversas vicisitudes » de las que hablaba hace un par de días), no entenderán nada y no estarán en condiciones de tener una conversación provechosa”.

Las vicisitudes a las que se refiere Puigdemont son las derivadas de la laminación del Estatut del 2006 por parte del Tribunal Constitucional. Una verdadera negociación necesitaría restablecer una mesa de diálogo. Fue un éxito diplomático a nivel internacional sentar en ella al primer intento al presidente español y un fracaso que Junts no la reconociera. Las elecciones han cambiado el escenario y Junts tiene capacidad de influencia cuando se había quedado en un rincón del ring.

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