La Comisión Europea ha adoptado la restricción inmediata de los microplásticos añadidos intencionadamente a diferentes productos y la prohibición diferida a otros (mujer entre 8 y 12 años para eliminarlos).
Los microplásticos son un peligro grave para la salud de los ecosistemas, pero cada vez hay más información que indica que también lo son para la salud humana. Cada año se producen más de 300 millones de toneladas de plástico en el mundo y seguimos vertiendo alrededor de 14 millones en el mar y en los océanos, o los diseminamos por la naturaleza y los vertederos.
En la Unión Europea sólo se recicla el 30% de media. En Cataluña, el 35%. Todo este plástico se acumula en inmensas islas de basura en los mares y en los océanos y por todas partes, y una buena parte se va fragmentando hasta partículas de menos de 5 milímetros. Estas partículas las ingerimos o las respiramos. Hace unos cuatro años, la Fundación Rezero hizo una interesante campaña de concienciación analizando la presencia de residuos plásticos (ftalatos y fenoles) en la orina de diferentes personalidades: Silvia Abril, Francesc Mauri y Miquel Barceló tienen residuos plásticos en el cuerpo. Usted y yo también.
El reto principal es la reducción del uso de plástico. Esto significa abandonar los envases y bolsas de un solo uso de forma inmediata, tal y como establece otra directiva europea que ya ha prohibido algunos productos (platos, cubiertos, pajitas...). Una vez reducido su uso, el segundo reto es reciclar más y mejor. La UE establece que es necesario recuperar el 90% de las botellas de plástico en 2029.
Esto es un cambio cultural de primera magnitud, porque nos han vendido, y hemos comprado, que la cultura de las cosas desechables era la modernidad, por supuesto obviando que nos estaba haciendo enfermar. Maldito el día que nos dejamos convencer de que ir llenando una botella de vidrio o una cantimplora, o utilizar una taza para beber el café, nos ofrecía menos calidad de vida que comprar y tirar 360 botellas de plástico al año (la media catalana ). Es lo más absurdo del mundo si te paras a pensar en ello.
La prohibición de la purpurina es sólo la punta del iceberg, y sin embargo tiene todo el sentido del mundo. Si sabemos que los microplásticos son un problema monumental, dejamos de añadirlos expresamente a determinados productos. El problema gordo es el plástico abandonado que se degrada. Pero parece tonto fragmentarlo expresamente y añadirlo a productos que usemos cotidianamente. Esto ocurre con la purpurina, con cremas exfoliantes y otros cosméticos, con detergentes... Por ahí comienza la prohibición. Pecatta minuta, pero tiene sentido.
Muchos productos tendrán que dejar de añadir microplásticos en los próximos diez años. Lo más inmediato es la purpurina. Ciertamente, sabe mal abandonarla después de tantas fiestas compartidas. Pero el grosor de la prohibición se hará efectiva progresivamente. Hay una delicada: el caucho que se pone como base para el césped artificial y las áreas de juego infantil.
Santana, Orantes, Navidad, Alcaraz, Martínez, Badosa... son nombres insignes del tenis con una característica en común: Son buenísimos y buenísimas en tierra batida. El tenis, no me pregunten por qué, acepta las superficies de juego razonables de cada sitio. En la húmeda Inglaterra, la hierba. En los tecnológicos Estados Unidos, el cemento. En la seca Mediterránea, el polvo de ladrillo. Por el contrario, en la mayoría de deportes no se aceptan superficies distintas. Especialmente en el fútbol. Esto ha hecho que los tradicionales campos de tierra se hayan transformado en los últimos años en campos de césped artificial. Estos campos llevan debajo una capa amortiguadora hecha de microplástico de caucho.
Tenemos ocho años para renovarlos completamente. Ya existen materiales alternativos homologados, como el maíz, el corcho y el hueso de aceituna. Este caucho con microplásticos también se ha utilizado para las áreas de juego inclusivas. Habrá que trabajar duro para aplicar y encontrar nuevos materiales y realizar inversiones importantes planificadas para sustituir el caucho en los próximos ocho años, que pasan volando. Y recordando que somos un país con déficit de agua.
A los amantes de la libertad seguro que estas regulaciones les molestan mucho. Pero cuando su libertad se deposita y se acumula en nuestro intestino, quizás tenemos derecho a tomar colectivamente cartas en el asunto. Ante todo debemos exigir responsabilidad e innovación a la industria. Y sí, también deberemos cambiar hábitos para lucir otro brille-brille y para utilizar menos envases de plástico desechables. Sobre todo esto segundo, no perdiéramos la perspectiva.