FemCat ha celebrado, con una gran conferencia en el Palau de la Música, su vigésimo aniversario. Los orígenes de FemCat son análogos a los del Cercle d'Economia: un grupo de empresarios jóvenes, muchos de ellos segundas o terceras generaciones de empresas familiares, se asocian para debatir y participar, desde fuera de la política, en el progreso de sociedad que los rodea. Pero los tiempos eran diferentes. En los años cincuenta, cuando nace el Cercle, se imponía realizar propuestas para España: Europa, democracia, mercados libres. Desde un arraigo a la tradición económica catalana, es lo que hace muy bien el Cercle. Cuando nace FemCat, España es ya una democracia europea. Había entonces que contar con una visión empresarial que pusiera el foco en la competitividad de Catalunya. Es lo que hace muy bien FemCat. Con dos acentos: aprender de las experiencias del mundo e impulsar proyectos concretos. No puedo en un artículo recoger todo lo que ha hecho. Pero voy a comentar tres grandes temas de ahora que FemCat recogió en su conferencia para hacernos pensar. En la convicción, que comparto, de que marcarán la Catalunya del 2044: el desafío de Putin a Europa, la inmigración y la inteligencia artificial (IA). Los ponentes fueron mayoritariamente catalanes en la diáspora. Buena idea. A la economía catalana le conviene estar bien conectada con el talento del mundo. Los catalanes en el exterior son nodos de esta red que nos generan vínculos, no necesariamente altamente formalizados, que a menudo nos ofrecen oportunidades inesperadas (es lo que en sociología se expresa como la virtud de los vínculos débiles).
1. Putin. En la conferencia, Peter Sahlas, presidente de la Fundación Pierre Trudeau de Montreal, nos avisó de que Europa no debería pensar que el conflicto de Ucrania es inherentemente limitado. Comparto el pesimismo implícito. Trump significará para Ucrania, en el mejor de los casos, un armisticio que transformará en frontera el frente actual. Sin embargo, y esto es lo realmente grave, no habrá garantías absolutas de seguridad. Y, por tanto, los vecinos de Rusia que no están en la OTAN, incluida Ucrania, irán –es inevitable– a la finlandización: si no pueden esperar la ayuda de Europa o EEUU en caso de una invasión rusa no será necesario que Rusia se esfuerce en llevarla a cabo. Ganarán democráticamente las elecciones partidos dispuestos a contemporizar con ellas. ¿Quién se lo podrá reprochar? Algunos mantendrán rasgos democráticos. Para otros no se repetirán unas elecciones libres. Los que están en la OTAN están en mejor posición, pero tengamos presente que Trump devaluará el compromiso de la OTAN. Si Europa no aprovecha la falsa calma de los próximos años para multiplicar su capacidad de defensa, el mundo del 2044 puede serle poco amable.
2. Inmigración en Catalunya. Nos habló Albert Esteve, director del Centro de Estudios Demográficos, fundado en 1984 por Anna Cabré. Nos describió una realidad demográfica que, debido a la inmigración, es extraordinariamente expansiva. Su mensaje fue moderadamente optimista en lo que se refiere a la lengua: el declive de las estirpes autóctonas no conlleva necesariamente la marginación de la lengua. Mi opinión: la pervivencia de la lengua dependerá del hecho de que los descendientes, que serán mayoría en número e influencia, de los que ahora nos van llegando respeten la lengua, o, si se quiere, la catalanidad. Una condición necesaria para ello es que los que ahora estamos aquí respetemos a los que llegan, un punto en el que también insistió otra ponente: Laia Gasch. Si nosotros somos inclusivos ahora, si los recibimos bien, es más probable que la catalanidad y la lengua sean parte central del futuro catalán.
3. IA. La ponencia de clausura de Xavier Amatriain, vicepresidente de Google, fue monográfica sobre el tema, pero otros ponentes, como Albert Esplugas, jefe de relaciones de analistas de IA generativa de servicios web de Amazon, o Gemma de les Coves, profesora Icrea también incidieron en ello. En conjunto, el mensaje fue decididamente optimista. Un soplo de aire fresco en un contexto en el que sufrimos un bombardeo constante de mensajes llenos de reparos y prevenciones. Todos remarcaron que, como toda innovación disruptiva, la IA destruirá puestos de trabajo y que, por tanto, son necesarias políticas educativas y sociales que minimicen su impacto. Asimismo, todos coincidieron en que, como toda actividad económica compleja, deberá regularse, y que si la regulación viene de Europa, bienvenida sea. Pero dicho esto, la IA es un instrumento que, como en revoluciones tecnológicas del pasado, puede aumentar enormemente la productividad y creatividad del trabajo humano. Coincido con ello.