Sin ironías: que la consellera Paneque haya pedido disculpas a los usuarios de Cercanías y haya convocado una reunión diaria "de control de incidencias" es, al menos, un mensaje que el Govern ha escuchado el destrozo que sigue haciendo en la vida de la gente no saber si llegará al trabajo tarde, muy tarde o nunca. Y si, como se ha anunciado, las reuniones son "al más alto nivel" (Gobierno, ministerio, Renfe y Adif), quisiéramos pensar que servirán de algo. Los problemas de estos días, en los que se suponía que se notaría una mejora después de unas obras, son una humillación para los viajeros.
Ahora, la magnitud del problema de Cercanías es tal que más que reunirse una vez al día deberían dejar todo lo que están haciendo y constituirse en asamblea permanente. Este jueves cayeron la megafonía y las pantallas de todas las estaciones de Cercanías. Me vino el flash del 2007 (!), cuando una avería informática en la Estación de Francia provocó retrasos en todas las líneas.
Sabemos que no ha habido mantenimiento de infraestructuras ni renovación de material, que por no haber no habrá presupuesto para custodiar los vagones fuera del alcance de los grafiteros que los ensucian, y todo ello refleja una dejadez política sostenida que hace que no funcionen las Cercanías de la lejos. Que el ministro se atreviera a decir que el tren vive el mejor momento de su historia en España fue indecente, o quiere decir que Catalunya no cuenta como en España.
Ahora está encima, pero el retraso acumulado es tan grande que incluso con voluntad política y presupuestos haremos corto, porque tenemos un problema con dos empresas públicas, Renfe y Adif, con cambios de estructura y gobernanza. Adif ha vivido muy bien mientras ha construido nuevas líneas de AVE de trinca. Cuando debe gestionar servicios existentes y densos, sufre y hace sufrir. ¿Veremos nunca en la vida un servicio de Cercanías digno de ese nombre? No debería ser tan difícil. No se trata de ir a Marte, sino que funcionen los trenes de un país de la Unión Europea.
