Sobreactuaciones
Sánchez. Rompiendo con el PSOE, Puigdemont ha elegido la opción menos mala. La menos mala, por supuesto, para su partido. Le han criticado mucho los altavoces del PSOE, con la cantinela del chantaje emocional, pero lo cierto es que los socialistas, después de años y cerraduras de apoyarse en el miedo a la derecha franquista, han agotado todo el crédito. El gobierno español no puede hacer cumplir los acuerdos, y está además en horas bajas por cuestiones internas. No puede exigir complicidad a unos socios que en breve pueden ser rivales electorales. Porque Sánchez conserva el botón de las elecciones anticipadas, y puede pulsarlo en cualquier momento, aprovechando un sondeo favorable o una coyuntura inesperada. Cuando esto ocurra, los estrategas del PSOE, de Sumar y de ERC tendrán media campaña hecha gritando que viene el lobo (un lobo real y temible, aceptémoslo). Pero Junts necesita algo más, porque el lobo ya lo tiene en su casa: es la sombra rampante de Aliança Catalana, que aglutina dos motores de voto muy potentes. El giro a la derecha, que es un fenómeno global y transversal, y el desapego del independentismo irritado hacia los partidos que todavía reivindican los hechos del 2017.
Nogales. Así pues, Junts necesita plantarse ante unas eventuales elecciones con las manos libres. Esto permitirá a Míriam Nogueras (a quien, por cierto, se le está poniendo cierta cara de presidenciable) mantener su tono apocalíptico sin necesidad de hacer nada diferente. Recordemos que Junts ya ha tumbado la ley del alquiler temporal y la reducción de jornada, mientras seguía negociando con el PSOE. El único compromiso de Junts era no derribar a Sánchez, y eso no cambiará. No habrá moción de censura pero tampoco presupuestos. Sánchez seguirá gestionando el poder agónicamente, sin mayoría pero sin alternativa.
La decisión de Junts se inscribe en el cargante mantra de la confrontación simbólica. Puigdemont consideró un crimen de lesa patria la estrategia de diálogo, el pez al cuerno, hasta que los resultados electorales le dieron su propio cabello, y entonces se comprometió a "cobrar por adelantado". La última pirueta ideada en Waterloo –la ruptura– está justificada por los incumplimientos del PSOE, pero todos sabemos que es un recurso táctico. Si realmente estamos en dinámica preelectoral, contra Madrid (y contra ERC) se vive mejor.
Y Rufián. Lo que sí puede decirse es que Junts sabe llamar la atención, y que su sobreactuación busca –como es lógico– un eco en Catalunya. Puede resultar fatigoso, pero no sé si es mejor la estrategia ausente y estática de ERC, que ha entregado todo su peso mediático a Gabriel Rufián, convertido en icono pop de la España progresista, y que parece tan interesado en unir a la izquierda plural española como dinamitar los puentes que podrían, algún día, resucitar la unidad de acción del independentismo catalán.
Toda la actividad de Junqueras, todo lo que los republicanos han pactado con Salvador Illa se eclipsa frente a la atención mediática que suscita Rufián. El de Santa Coloma sería un activo de primer nivel para ERC si no fuera que su marca personal pesa ya más que sus siglas. En la última encuesta de GESOP lideró la lista de políticos más valorados por los españoles; nunca un independentista ha obtenido tal reconocimiento, lo que hace pensar. ERC sostiene que el factor Rufián le permite llegar a públicos distintos y complementa a Junqueras. Así fue en septiembre, cuando ambos presentaron juntos la propuesta de ley para ceder el IRPF a la Generalitat. Pero después a La revuelta constatamos que Rufián juega otra liga. Me pregunto si ERC ha decidido libremente que esto es lo que les conviene, o si se están dejando arrastrar por los hechos consumados.