Turbulencias a la vista

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Turbulencias a la vista

Un conocido me pregunta, a bocajarro, qué es peor, que el Banco Central Europeo suba los tipos de interés o que deje de comprar deuda pública español. Para salir del paso, le respondo que viene a ser lo mismo, pero esto no es del todo cierto.

Que suba los tipos de interés significa que prestará dinero a los bancos que quieran a unos tipos más elevados. Lógicamente, los bancos trasladarán la subida a quien les pida un crédito, el cual se lo pensará dos veces antes de formalizarlo.

El primero que lo tiene que notar es el sector inmobiliario. Consideremos a un promotor que se dispone a construir un inmueble para venderlo por 300.000 euros; cree que el comprador podrá pagar una entrada de 50.000 y una hipoteca de 900 €/mes, lo cual es posible si la hipoteca es al 2%, pero no si es al 4%. Por eso, cuando en 1992 (1994 en España) y 2007 los bancos centrales cerraron el grifo, lo primero que cayó fue el sector de la construcción, que arrastró a muchos sectores industriales fabricantes de materiales y, al fin y al cabo, el resto de la economía.

Ahora bien, en 1992 y 2007 el sector de la construcción estaba viviendo una euforia, pero ahora este sector está atenazado por la escasez y el brutal encarecimiento de multitud de materiales, desde el acero (con graves problemas de suministro) hasta el cemento (que es ahora un 100% más caro que hace un año). El BCE no parará la construcción porque se está parando sola.

En la situación actual, el mecanismo a través del cual las subidas del tipo de interés se trasladan a la economía será el empobrecimiento de los deudores. Consideremos el caso del Estado español. Debe casi 1,5 billones de euros. En los presupuestos para el año 2022, el Estado prevé dedicar al pago de intereses 30.175 millones, lo cual significa que prevé pagar el equivalente al 2% de su deuda. Si el coste acabara siendo del 3%, tendría que dedicar 15.000 millones más, que es una barbaridad (hay que decir que las cosas no irán tan deprisa, porque las subidas solo afectan a la deuda en la medida que va venciendo). Quien dice el Estado español dice un sufrido ciudadano con una hipoteca a tipo variable, que verá como el cargo mensual le sube en consonancia con las subidas del tipo.

Alguien podría pensar que el empobrecimiento de los deudores vendrá compensado por el enriquecimiento de los acreedores, pero esto no es así, porque estos –los que tienen dinero para prestar– se están empobreciendo en la medida que la inflación está desvalorizando su capital líquido. ¿De qué le sirve a un acreedor que le paguen el 4% en vez del 2% si la inflación está al 8%?

En realidad, lo que está aflorando es un empobrecimiento generalizado. ¿Por qué motivo? Fundamentalmente, porque las materias primas se están encareciendo y nosotros no tenemos. Si miramos atrás, podemos comprobar que el barril de petróleo costaba 20 $ antes de la crisis de los años 70, que se estabilizó a unos 40 en los veinte años previos a la crisis de 2008 y a unos 60 después de esta (siempre contando en términos del poder de compra del dólar en cada momento); no nos tendría que sorprender, pues, que, después de las brutales subidas del momento, el petróleo se estabilice muy por encima de los 60 $. Obviamente, si el petróleo es ahora más caro que en 1970 es porque entonces solo los occidentales consumíamos muchísimo y ahora lo hace (o lo está empezando a hacer) medio mundo. Quien dice petróleo, dice los minerales necesarios para la transición energética (los que van dentro de las baterías eléctricas, las placas solares y los aerogeneradores), como el cobre, el litio, el cobalto o las tierras raras, que están experimentando encarecimientos brutales. Si a esto le añadimos los cereales y el aceite de girasol como consecuencia de la guerra de Ucrania, tenemos el panorama completo.

Estos encarecimientos están llevando a algunos de los colectivos afectados a exigir el mantenimiento de su poder adquisitivo, en particular los pensionistas y los trabajadores por cuenta ajena. Las subidas del tipo del BCE tienen como objetivo evitar que la inflación se enquiste a base de hacer más difícil este traslado. Hacerlo más difícil, en particular, para los estados endeudados.

Pero la pregunta original pedía qué era peor, que el Banco Central Europeo suba los tipos de interés o que deje de comprar deuda pública español. Sería mucho peor lo segundo.

La situación del Estado español es delicada porque debe mucho dinero. Que los intereses le subirán si el BCE sube sus tipos un par de puntos es inevitable, pero la amenaza más grande no es que su deuda suba estos dos puntos, sino que, asustados, los acreedores decidan que esta deuda –como la italiana o como la griega– es demasiado arriesgada y decidan que solo están dispuestos a prestarle dinero al 7% o al 10%. Ya pasó y es por eso que el BCE no nos abandonará completamente.

A pesar de esto, el próximo ministro de Hacienda –y por extensión el próximo Gobierno español– lo volverá a tener muy muy difícil.

Miquel Puig es economista
Dosier Cómo evitar una nueva crisis
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