UE-Israel: cambio de discurso, no de políticas
Veinte meses después de la masacre del 7 de octubre de 2023 por parte de Hamás, el "derecho a la autodefensa" de Israel ya no lo ampara todo. La incomodidad política empieza a hacerse notar en Europa. Tras más de 53.000 muertos, 120.000 heridos y más del 60% de los edificios de Gaza destruidos, la UE ya no puede seguir mirando hacia otro lado. El endurecimiento de los bombardeos israelíes sobre la Franja llega, además, después de la gira de Donald Trump por Oriente Medio con una agenda más cargada de intereses comerciales (y familiares) que de poner límites a la aniquilación de los gazatíes, y se acompaña de una cada vez más desacomplejada retórica de la deshumanización de los palestinos por parte del ala más extremista del gobierno de Benjamin Netanyahu.
En las últimas semanas, órdenes de evacuación casi diarias llaman a desalojar el sur de Gaza, se han intensificado los bombardeos sobre población e infraestructuras civiles, se utiliza el hambre como arma de guerra y la ocupación de territorios con voluntad de conquista se ha convertido en un objetivo explícito, como confirmaba el ministro de Finanzas, el ultraderechista Bezalel Smotrich.
La guerra en Gaza es ya una operación de limpieza étnica que hace insostenible la connivencia silenciosa de una parte importante de Occidente. La semana pasada, la Comisión Europea anunció que revisará el Acuerdo de Asociación UE-Israel, un pacto de libre comercio que regula las relaciones políticas y económicas entre las dos partes. Un giro simbólico que todavía cuenta con la oposición explícita de una decena de países de la Unión, entre ellos Alemania, Italia, Grecia, Hungría y la República Checa. Suecia propuso imponer sanciones concretas contra miembros del gobierno israelí, y España, Francia y Bélgica siguen pidiendo mayor contundencia a la Unión. La UE es el principal socio comercial de Israel, por valor de más de 45.000 millones de euros anuales, y esto sigue intacto. No hay, de momento, sanciones previstas. La decisión tomada la semana pasada implica que el ejecutivo de Bruselas abrirá ahora una investigación para establecer si Israel ha violado las obligaciones en materia de derechos humanos recogidas en el artículo 2 del Acuerdo de Asociación, vigente desde el año 2000. Como si las evidencias de estas violaciones no fueran aún lo suficientemente claras.
En los últimos días, además, Reino Unido, Francia y Canadá han emitido un comunicado pidiendo un paro de las operaciones militares israelíes, calificando de intolerable el sufrimiento humano que se vive en Gaza y recordando que el desplazamiento forzado de población es contrario al derecho internacional humanitario. Pero también se reservan la posibilidad de emprender acciones, incluidas las sanciones, para más adelante. La respuesta de Benjamin Netanyahu ha sido acusar a los gobiernos de Londres, París y Ottawa de apoyar a Hamás.
La nueva retórica comunitaria habla de acciones "desproporcionadas" y "moralmente injustificables" pero, sobre todo, habla. La diplomacia europea, cada vez más debilitada, víctima de la doble moral que dicta la reacción de los Veintisiete en Ucrania y Gaza, de los recortes presupuestarios y de la estrategia implacable de Ursula von der Leyen para ir concentrando poder y representación en la Comisión, se esfuerza por encontrar un espacio propio en cualquier escenario negociador.
En este contexto, la tensión ha ido aumentando, incluso, dentro de las propias instituciones europeas. Hace un año, más de 1.500 funcionarios de la Comisión Europea, el Parlamento Europeo y varias agencias de la UE firmaron una carta acusando a la Unión de apatía ante la difícil situación que viven los palestinos. Desde entonces, su presencia minoritaria, pero constante, ha sido un recordatorio diario, frente a las instituciones, de lo que consideran un fracaso europeo fruto de la inacción y la nula capacidad de influencia para mejorar la situación sobre el terreno. Ahora, dos miles de funcionarios han vuelto a enviar una nueva carta de protesta a las instituciones denunciando que la revisión del acuerdo comercial se queda corta y llega "devastadoramente tarde", y exigen detener el suministro de armas a Israel y ofrecer un apoyo más explícito al trabajo del Tribunal Penal Internacional.
En las últimas horas, incluso Alemania ha empezado a moverse. El nuevo canciller, Friedrich Merz, ha advertido de que Israel "está sobrepasando los límites" y que estos últimos ataques sobre la población civil "ya no pueden justificarse como una lucha contra el terrorismo". Pero hace ya meses que Benjamin Netanyahu eliminó cualquier noción de límites en la desmedida estrategia desplegada desde la certeza de la impunidad que le ha garantizado hasta ahora la UE. La Europa de las palabras levanta el tono en un conflicto en el que las organizaciones internacionales, los tribunales y las misiones humanitarias se han sentido cada vez más relegadas a la impotencia. Hay que ir más allá.