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El monasterio de Pedralbes en una imagen de archivo
11/02/2025
Periodista
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La de este 12 de febrero no será una fiesta de Santa Eulalia más en el monasterio de Pedralbes, en Barcelona, ​​porque será la última con monjas clarisas viviendo en comunidad. El sábado se van las tres que quedaban, y de esta forma se acabará una presencia que ha durado siete siglos. Hace respeto saber que el próximo año hará setecientos años de la fundación del monasterio por la reina Elisenda Montcada, por más que estemos acostumbrados a que la falta de relieve vocacional provoque noticias similares no sólo en Cataluña, sino en países como Cataluña, donde no se puede entender la historia y la cultura sin la presencia y la influencia de la Iglesia.

Un día hablaba con un cura nonagenario de la falta de vocaciones y me hizo dos comentarios que no he olvidado. El primero fue socarrón: no es que falten curas, es que faltan feligreses. Y de ahí derivaba el segundo, que era necesario que la Iglesia leyera los signos de los tiempos y respondiera en consecuencia.

Los signos de los tiempos dicen que hay mucho malestar emocional, mucha dispersión de la atención, una velocidad de la vida exponencial imposible de gestionar, un alud abrumador de mensajes y más ruido que nunca. Y también, por decirlo en términos de mercado, existe un importante aumento de la demanda de todo tipo de prácticas de meditación, de silencio, de contacto con la naturaleza, de lecturas y de modelos de comportamiento que nos levanten el listón vital. Basta con dar una vuelta por el claustro de Pedralbes para salir restaurado. Y también hay muchas más ganas de lo que parece comprometerse a echar una mano allá donde hay necesidad. En su solidaridad, el relevo generacional está asegurado.

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