Nosaltres no nos podemos mover pero las variantes del coronavirus van por todas partes y cada país está generando una nueva, como si se tuvieran que presentar a Eurovisión. No pueden parar de competir ni en esta situación tan desgraciada. Mientras tanto, aquí, para proteger a la población, no solo nos invitan a votar en el momento álgido de la pandemia sino que se podrá romper el confinamiento municipal para ir a mítines, que es eso tan entretenido que cuando se inventó Netflix alguien dijo: "¿Seguro? ¿Creéis que alguien nos mirará, teniendo los mítines electorales?" Y aún lo hicieron, con el riesgo que conllevaba. Les ha salido bien por casualidad. Ya lo dice el dicho, “quien no arriesga, no gana”. Pero, claro, cuando la salud no es lo que importa, alguien tiene que proteger la democracia, como ha hecho un ciudadano con necesidad de ser tuteado, y la justicia, que lo ha acompañado en su derecho y en la defensa constante de los desamparados. Lástima que la justicia haya sido menos justa con Amparo Sena, la usuaria de Renfe que ha recibido una multa de 800 euros como premio por protestar con una olla por los retrasos regulares de los trenes. La derogación de la ley mordaza por parte del gobierno más progresista de la historia llega con el mismo retraso que los trenes y que el progreso. Tampoco la justicia es lo suficientemente comprensiva con los vecinos que son desahuciados cada día, y eso que los políticos nos piden con insistencia que nos quedemos en casa. En este caso deben de querer demostrar que sí hay separación de poderes y que cada uno va tanto por su lado que se contradicen por exceso de honestidad.
Si nos explicaran mejor las decisiones que toman no cambiaría nada pero al menos tendríamos la satisfacción de un buen argumento, que en política tendría que ser un requisito indispensable. Ahora solo lo es en utopía. Menos mal que pronto nos enviarán la factura de la luz lo suficientmente detallada como para que sepamos exactamente por dónde nos la están clavando. He aquí el esfuerzo del gobierno español protegiendo al electorado de las compañías eléctricas. Los socialcomunistas han pedido educadamente a las empresas que sean más cuidadosas con las facturas para que la gente de la calle las podamos pagar igual de caras pero con todo el conocimiento de causa, por perdida que esté. Y por si el día todavía no os parece lo bastante alegre, a pesar del exceso de política revolucionaria, añadid a los militares y los obispos vacunándose cuando no toca pero cumpliendo con su obligación de hacer más pintoresco el paisaje por los siglos del siglos. Y recordad que es la usuaria de Renfe que protesta a quien le ponen la multa.
Hay cambio de cromos catalanes en los ministerios mientras el ministro que ya no es ministro, a pesar de serlo de Sanidad y con su país arriba de todo de la tercera oleada, se despide diciendo que nunca se ha movido por conveniencias personales. Si lo dice él, él debe de saber por qué. Lo que es seguro es que se mueve por conveniencias de partido, que es eso de hacer carrera política, que no es lo mismo que hacer un servicio público. Antes de marcharse tampoco se olvida de subrayar que Madrid es una ciudad fantástica, no fuera caso que a un catalán no le gustara ni por estética y se atreviera a decirlo en público. Cómo somos. Por cierto, la extrema derecha primero decía que sí y ahora dice que no, que si el ministro que ya no es ministro necesita sus votos para ser presidente de la Generalitat, no los tendrá. Porque la extrema derecha puede presentarse a las elecciones. Le quitan un peso al ex ministro, que ahora que ya no tiene la sanidad como prioridad, si es que la tenía antes, se puede dedicar a tensar el cordón sanitario.
A mí, digan lo que digan, como ciudad me gusta mucho más Lisboa.
Natza Farré es periodista