La vida no continúa igual

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Los resultados ofrecen un espejismo de falsa continuidad: la fuerte mayoría independentista crece en escaños y en porcentaje de voto. Después de los vetos cruzados de la campaña, parece que la única opción para la gobernabilidad es un acuerdo renovado entre ERC y Junts, que mantienen su eterno empate, con el apoyo de la CUP (y quizás de los comunes) en algunas votaciones decisivas. Todo esto se mantiene igual que en 2017. Pero nada es lo mismo. No puede serlo.

Algunos datos relevantes: el independentismo hace récord. 74 escaños y –finalmente– el 51% de los votos. Es una fuerza enorme, si se sabe utilizar. Pero estamos hablando de tres fuerzas diferentes sin un proyecto unitario, marcadas por la rivalidad y por el maniqueísmo. Antes de enarbolar la bandera de este 51% en Madrid y en Bruselas, los 74 diputados independentistas tienen que decidir qué quieren hacer con su fuerza. Y, por lo que hemos visto en la campaña, no lo saben del todo.

Segundo dato: ERC, por primera vez, pasa delante de su eterno rival ex convergent. Con la ayuda involuntaria del PDECat, sí, pero no deja de ser un cambio relevante. Con un Parlament con mayoría independentista y de izquierdas, Pere Aragonès tendría que ser president de la Generalitat. Y Aragonès no es Quim Torra. El cambio se tendría que notar tanto en la cohesión interior del Govern como en la política de pactos. Dependerá, claro, de qué cartas se pongan sobre la mesa. La salida de la crisis, la mesa de diálogo, los indultos, la amnistía, la estabilidad del gobierno de Madrid... Hay muchas cosas en juego. Habrá que ver cuál es la actitud de Junts y si la CUP –que ha crecido– se presenta en modo maximalista. Hay comentaristas que alertan de una repetición electoral. Pero después de este 51%, ¿quién se arriesgaría tanto?

Tercer dato: el PSC, primera fuerza en votos, recupera su preeminencia después de fagocitar buena parte del voto unionista. Ojalá este préstamo no le haga olvidar su bagaje histórico y su parte de responsabilidad en la creación del marco de diálogo necesario que habrá que abrir en esta próxima etapa. Salvador Illa ya sabe que con un 51% de independentistas no puede “pasar página” sin más. Esperemos que Pedro Sánchez también sea consciente de ello. Si no, el bloqueo está servido.

Cuarto dato: Vox hace una entrada triunfal en el Parlament. Pero no es hoy que entra la ultraderecha. El extremismo españolista ya infló a Arrimadas y Albiol en 2017: obtuvieron 40 diputados. Ahora el trifachito saca justo la mitad. Y la ultraderecha catalana directamente no existe. Que tomen nota los amantes de las simetrías forzadas.

El soberanismo tiene por delante una gran prueba de madurez. Ni ERC ni Junts pueden soñar ya con una hegemonía indiscutible. Los dos partidos tienen que hacer una reflexión por separado. Y después, conjuntamente, tienen que estudiar la viabilidad de un Govern que de ninguna manera se puede parecer al de los últimos tres años. Tiene que marcar un horizonte nacional sin nebulosas ni falsos atajos, tiene que abrirse a los votantes no independentistas. Y, después de todo esto, tiene que convencer a la CUP, el partido más imprevisible de Europa. El reto, por lo tanto, es enorme. La recompensa también.

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