La vivienda perdida y reencontrada: una historia para no dormir

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Vista de Barcelona
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La Fundación Hàbitat3 trabaja con ayuntamientos para ayudar a ofrecer vivienda a familias vulnerables desahuciadas. Una forma de obtener pisos es, para nosotros, la compra en bancos, ejerciendo el derecho de tanteo que nos da la Generalitat. En vez de que los pisos sean comprados por inversionistas, nos los podemos quedar nosotros y así aseguramos un uso de alquiler social. 

Pues bien, un día compramos uno de estos pisos en un municipio cerca de Barcelona por un precio de 25.000 euros. Una vez rehabilitado, informamos al ayuntamiento y este decidió qué familia de su mesa de emergencias iría a vivir allí. 

El día del entrada al piso, la situación fue sobrecogedora: llorando, la familia nos dijo que aquel era, justamente, el piso del que habían sido desahuciados diez años atrás. Se habían endeudado por 250.000 euros y con la crisis perdieron el trabajo y no pudieron devolver el préstamo. El banco se negó a una rebaja de la deuda, imaginándose que, si los echaba, podría vender la vivienda a un precio alto. Pasados diez años, aquella vivienda no se había vendido y se había desvalorizado absolutamente. 

He aquí la esencia del drama. Esencia multiplicable por las 40.000 familias que han perdido su vivienda en Cataluña por impagos hipotecarios y a las que no podemos realojar porque no tenemos suficiente parque público. Mientras tanto, los bancos han ido acumulando viviendas vacías que se degradan, crean problemas en las comunidades de vecinos y acaban vendidos a precios muy por debajo de lo que habrían podido pagar sus compradores originarios. 

Rebajar la deuda a las familias manteniéndolas en sus viviendas habría evitado la acumulación de viviendas vacías, la degradación del parque y las ocupaciones como fenómeno anómalo de acceso a la vivienda. Negociar con los bancos que el rescate bancario fuera a cambio de viviendas habría permitido fortalecer el parque público. Los más listos de la clase no lo vieron así y nos han llevado a donde estamos: al desastre total. 

Sin embargo, el daño ya está hecho y ahora, para tratar de poner cordura dentro del caos, tenemos que exigir aumentos importantes de cesiones de viviendas de los grandes inversionistas a las administraciones públicas y que se aumenten los fondos públicos para comprar viviendas, para hacer crecer el parque público de una tacada a unos costes muy inferiores a los de la nueva construcción. No sé si vamos por aquí.

Dosier Vivienda: la tormenta perfecta
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