Vox en Vallecas y los ultras de Blanquerna

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Vox fue al barrio madrileño de Vallecas, conocido tradicionalmente por ser un barrio obrero y de izquierdas, con la excusa de celebrar un acto electoral, pero con el único propósito de crear bronca. No pararon hasta conseguirlo y movilizaron todos los recursos que tenían al alcance, incluyendo el calentamiento previo del ambiente en las redes sociales y, sobre todo, la presencia de su líder, Santiago Abascal, que como todos estos machos alfa de la extrema derecha española, no es más que un pedo cagado. En los vídeos del acto se puede ver claramente cómo es él quien instiga a sus seguidores a enfrentarse con los vecinos que se manifestaban contra la presencia de Vox en su barrio. Y se puede ver también que es él, Abascal, quién rompe el cordón policial para que pueda empezar la bronca. La policía, por su parte, reacciona inmediatamente repartiendo leña, pero siempre contra los vecinos que protestaban, a quienes después Abascal enciende todavía más tratándoles (qué si no) de “miserables”, el insulto preferido de la derecha. Es muy fácil insultar la gente y llamar a los palos cuando sabes que tienes de parte tuya la policía. Los ejemplares fuerzas y cuerpos de seguridad que se juegan la vida para proteger la nuestra, como repite la aceitosa retórica con la que se suelen aliñar estos gorilas con uniforme: tanta broma que se hacía con Joe Biden, pero ahora mismo es el único dirigente de un país democrático que se ha atrevido a cuestionar el comportamiento parcial (siempre a favor de la derecha, cuanto más extrema mejor) de la policía de su país, a cuenta del asalto al Capitolio del 6 de enero.

Mientras tanto, recibíamos la nada sorprendente noticia de que la Audiencia de Madrid vuelve a suspender el ingreso en prisión de los ultras de la librería Blanquerna. Estos individuos están condenados en firme pero no mucho, porque el Supremo ya les rebajó la pena a la mitad, y ahora están condenados a penas de 2 años y 9 meses: si en algún momento, por algún descuido, llegaran a entrar en prisión, es previsible que pasarían muy poco tiempo. No es nada que nos tenga que extrañar en España, un país donde –por poner un ejemplo– el asesino confeso de Guillem Agulló, Pedro Cuevas, se pasea libremente con completa impunidad (Cuevas cumplió solo 4 de los 16 años de condena por el asesinato de Guillem, y después fue detenido por fabricación y tenencia ilícita de armas y por pertenencia a un grupo neonazi armado, pero no tan solo salió absuelto sino que todavía reclamó que le devolvieran las armas que le habían intervenido).

Por mucho que los defensores del orden establecido (tanto de la derecha como de la supuesta izquierda, que hay de todo) insistan en decir el contrario, lo cierto es que la extrema derecha vive cómodamente instalada dentro de los poderes del Estado, y en particular dentro de los cuerpos armados y el poder judicial. La actitud del gobierno de España sigue siendo negarlo, mientras se ponen (con la anuencia del presidente Pedro Sánchez) toda casta de trabas a los indultos de los presos políticos catalanes. Ciertamente esta es una democracia plena, no diremos de qué.

Sebastià Alzamora es escritor

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