Colau vira la estrategia y sitúa a Maragall como el rival a batir

Los comunes y ERC se disputan una bolsa de más de 10.000 votos en el Eixample

Maria Ortega
4 min
Colau vira l’estratègia i situa Maragall com el rival a batre

Barcelona“Eso va de Maragall o yo”. La alcaldesa de Barcelona y candidata a la reelección, Ada Colau, viró este domingo la estrategia que ha mantenido desde que empezó la campaña. En el mitin central de los comunes, en un barrio afín como el Carmel y acompañada del líder de Podem, Pablo Iglesias, y el coordinador federal de Izquierda Unida (IU), Alberto Garzón, pasó de la táctica defensiva que ha mantenido hasta ahora a una posición claramente de ataque. Y lo hizo situando, por primera vez, al republicano Ernest Maragall como el rival a batir. El cambio llega después de que las últimas encuestas publicadas coincidan en colocar ERC ligeramente por delante de los comunes. Si hasta ahora Colau había insistido en la necesidad de confrontar modelo de ciudad con las derechas y sólo estaría de acuerdo, por ejemplo, en hacer un cara a cara con Elsa Artadi, de Junts per Catalunya, este domingo la candidata de BComú ya dibujó un terreno de juego con dos únicos aspirantes: o continúa ella –y “continúan las políticas valientes”, según remarcó– o será Maragall quien coja el timón de la ciudad.

Y por eso este domingo fue el republicano el objetivo principal de la artillería de la candidata, a quién acusó de “haberse doblegado durante décadas” frente a los poderosos, de no haber plantado cara a los ‘lobbies’ y, sobre todo, de haber cambiado de partido, pasando del PSC a ERC, para entrar en el gobierno de Quim Torra y apoyar “a la derecha más corrupta del país”. ¿“Eso es lo que quiere para Barcelona”?, le preguntó insistiendo en la idea –esta sí, reiterada durante toda la campaña– que Maragall prioriza el acuerdo con Junts per Catalunya y vinculándola a “recortes y parálisis”.

También atacó al alcaldable republicano, no por su edad –como sí que han hecho otros candidatos–, pero sí por el hecho de llevar décadas viviendo de la política profesional y alejado de problemáticas como la preocupación por si tendrá derecho a la jubilación o por si puede sufrir un corte de suministros básicos. Y, por unos momentos, volvió la Colau de 2015, la que se presentaba como alternativa al régimen establecido y quería romper con todo. La Colau activista y no alcaldesa. La campaña que han hecho los comunes durante la primera semana ha sido más bien a la defensiva, poniendo en valor la obra de gobierno de estos cuatro años, insistiendo en que buscarán el acuerdo con las fuerzas progresistas para gobernar con una mayoría más estable que hasta ahora y esperando, desde la distancia, el error de los rivales. Este domingo, sin embargo, hubo una sacudida. Y Colau, esta vez sí, entró en el cuerpo en cuerpo con Maragall y dibujó ya de forma clara el duelo que hace semanas que pronostican las encuestas.

La actual alcaldesa insistió en que el PSC ya ha quedado “descartado” de la pugna por la alcaldía e hizo un llamamiento a capitalizar el voto de izquierdas erigiéndose como la “única garantía” de que Barcelona tendrá un gobierno progresista. La batalla a dos que verbalizaron ya ayer los comunes llega pocas horas antes de que los presos políticos participen en la constitución del Congreso. Un factor que está por ver si acondiciona el voto en las municipales.

La distancia entre Colau y Trias en las últimas elecciones municipales fue de poco más de 17.000 votos. Y el escenario extremadamente fragmentado que se dibuja para el 26-M puede hacer que el próximo alcalde o alcaldesa de la ciudad se acabe decidiendo incluso por menos votos. El duelo se prevé más que ajustado y, aunque todo el mundo asume que las elecciones tendrán un partido de vuelta con los pactos para hacer gobierno, ser la fuerza más votada será determinante a la hora de liderar el consistorio. En este escenario, uno de los terrenos clave para decantar la balanza a favor de unos o de otros es el distrito del Eixample, el más poblado de la ciudad y donde, según estimaciones de los partidos, hay entre 10.000 y 15.000 votos que bailan. En las últimas elecciones generales –y en un contexto muy condicionado por el voto útil para frenar la extrema derecha– ERC se impuso a los comunes en el Eixample por unos 15.000 votos. Y en las municipales del 2015, cuando ganó CiU en el distrito, la distancia entre unos y otros fue de unos 11.000 apoyos. Los de Colau han puesto toda la carne en el asador para convencer a los votantes de clase media de que, a estas alturas, todavía puedan dudar entre comunes y republicanos.

Menos coches

La carta de presentación de la candidata, todavía en precampaña, fue una propuesta para hacer frente al exceso de tráfico en el Eixample –con la idea de pacificar una de cada tres calles e incluso reformular “autopistas urbanas” como la Gran Via– y también medidas para reducir la contaminación en los entornos escolares. “Lo digo como alcaldesa y también como madre del Eixample”, ha repetido Colau estos días en más de una ocasión empatizando con las quejas de las familias de la zona por el problema de la contaminación.

La campaña de los comunes, de hecho, empezó en la supermanzana de Sant Antoni. Un escenario perfecto para los intereses de los de Colau, que podían, por una parte, sacar pecho por el trabajo hecho hasta ahora –con la reforma del mercado y el hecho de haber ganado espacio al vehículo privado en la ronda– y, por otra parte, sentenciar que todos estos cambios para mejorar la vida de los vecinos deben ir mucho más allá.

ERC, a su vez, también está mimando al Eixample, que es uno de sus feudos importantes y donde se jugará el partido. Es aquí, de hecho, donde concentrará más actos de campaña y donde este domingo dio su mitin central. Los republicanos tienen, por otra parte, el reto de mantener el terreno que ganaron a JxCat en distritos como Sarrià y Gràcia. Para los comunes, el otro frente importante es asegurarse el apoyo en distritos que los abrazaron claramente en 2015 y donde hasta entonces había dominado el PSC. El ejemplo por excelencia es Nou Barris, la zona que BComú escogió, de nuevo, para el primer gran mitin. Aquí, el discurso, a pesar de recoger la idea de las pacificaciones, se centró más en la necesidad de hacer frente a la derecha. Y subió el tono contra el PSC, el ganador de las generales.

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