ANÁLISIS

¿Y ahora qué? Pues ahora viene una partida larga y de resultado incierto

Feijóo quiere ir a la investidura, pero no le será fácil atar el apoyo de Vox sin quedar retratado

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Pedro Sánchez en la sede del PSOE

MadridLa misma noche electoral, los partidos políticos ya empezaban a hacer cábalas sobre lo que traerá el nuevo escenario político dibujado por las elecciones del 23 de julio. "Si hace falta, ya iré yo en persona a Waterloo a negociar con Puigdemont", decía irónica una dirigente de Sumar. Pero, bromas aparte, las calculadoras funcionan ya a todo ritmo para una partida que se prevé larga y de resultado incierto. ¿Cuál es el calendario a partir de ahora?

La primera gran negociación, en la que los partidos tendrán que enseñar las cartas, será la de la composición de la mesa del Congreso, prevista para el 17 de agosto. Aquí ERC y Junts se encuentran en una situación de debilidad que puede ser aprovechada por el PSOE para atar su apoyo y hacer que las izquierdas controlen el órgano que dirige y ordena los debates parlamentarios durante toda la legislatura. Ni ERC ni Junts cumplen los requisitos que marca el reglamento del Congreso para tener grupo propio (más del 5% de los votos totales o más de un 15% en todas las circunscripciones donde se presentan), por lo que el PSOE intentará atar su apoyo a cambio de hacer una lectura "generosa" del reglamento, como ya se ha hecho en otras ocasiones. En el Congreso, la diferencia entre tener grupo o no es abismal, tanto en recursos como en capacidad de intervención en los plenos.

Ronda de contactos

Una vez haya mesa del Congreso, empezará el baile de la investidura. El rey Felipe VI podría convocar consultas con los representantes de todas las formaciones la semana siguiente, del 21 al 27 de agosto, pero no está claro que designe ya a un candidato si nadie tiene asegurado el apoyo. A diferencia de Mariano Rajoy, Alberto Núñez Feijóo aspira a presentarse. Con solo sus 136 diputados resulta inconcebible que el rey le encargue formar gobierno. Feijóo tendrá que decidir entonces si negocia el apoyo de Vox, y ahí viene el problema. ¿Cómo podrá convencer a Vox de ir a una investidura fallida con un acuerdo que deje fuera a la extrema derecha del ejecutivo, tal y como pretende? Difícil, por no decir imposible. Vox se ha lanzado a la yugular del PP, al que culpa del fracaso de la derecha, y es evidente que cualquier acuerdo con ellos tendrá que pasar, necesariamente, por compartir ejecutivo. Es decir, si Feijóo quiere ir a la investidura, se arriesga a tener que admitir ante todos los españoles que está dispuesto a hacer entrar a los ultras en su gobierno. Esta posibilidad genera grandes sonrisas en el PSOE. Ya tendrían la campaña hecha si hay repetición electoral. En cualquier caso, PP y Vox suman 169 escaños, que pueden ser 170 si se añade el de la UPN (Coalición Canaria ya ha dicho que no). A seis de la mayoría absoluta.

¿Qué hará el PSOE? Los socialistas también calculan y recuerdan que, sin Junts, Sánchez podría reunir el apoyo de hasta 172 escaños, por lo que podría exhibir más escaños que Feijóo y disputarle el derecho a presentarse a la investidura. Por eso es importante que se confirme el resultado actual cuando se acaben de recontar los votos del extranjero, en principio este viernes. Las esperanzas de la derecha están depositadas en un escaño que baila por Madrid y que daría la vuelta al resultado. El PSOE también confía en ganar algún escaño, aunque el voto CERA difícilmente genera cambios.

Sea como sea, la batalla será larga. Feijóo ha planteado una estrategia agresiva, reclamando su derecho a gobernar para detener en seco el debate sobre su continuidad al frente del PP, pero no está claro que le funcione. Sánchez, en cambio, cómodamente instalado en la Moncloa, puede optar por dejar pasar el tiempo y ver cómo Feijóo se va desgastando, con o sin investidura fallida, antes de pasar él a la ofensiva.

La cosa funciona así: cuando el rey encarga a un candidato la formación de gobierno (porque considera que tiene posibilidades de salir elegido), este también tiene un tiempo indefinido para negociar los apoyos. En realidad el reloj está en manos de la presidencia del Congreso, que es la que convoca el pleno de investidura y pone en marcha la cuenta atrás: si dos meses después del primer pleno no existe gobierno se convocan automáticamente las elecciones. Como muy pronto, el primer debate de investidura podría celebrarse la primera semana de septiembre y, por tanto, la repetición electoral sería en diciembre, pero no hay nada claro. Lo único seguro es que, mientras dure todo ese tiempo muerto, el inquilino de la Moncloa, para desesperación de la derecha, seguirá siendo Pedro Sánchez.

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