Los jueces y la polarización política

José Luis Ábalos en el Congreso en una imagen reciente.
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MadridEstos últimos días ha habido mucha teca sobre el ex ministro socialista José Luis Ábalos y sobre el fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz, protagonistas del ruido ambiental y de una batalla política y judicial que la mayoría de la sociedad conoce sólo a grandes rasgos. Es una lucha enconada, que una vez más ha trasladado al terreno de los tribunales y la justicia el escenario de la lucha por el poder. El PP se ha lanzado a ese combate como si fuera la recta final de una legislatura o de un mandato presidencial. Pero no es ni lo uno ni lo otro.

El gobierno y el PSOE, por su parte, han recurrido a una táctica de defensa que no suele funcionar. Decir que los socialistas no admiten lecciones de nadie en la lucha contra la corrupción, y menos de los que se dedicaron a destruir a martillazos los ordenadores del extesorero del PP Luis Bárcenas, equivale a refugiarse en un terreno tópico y gastado, por lo que los defectos de los demás nunca justifican los errores propios. La ventaja con la que juegan los populares deriva de que han sabido hacer un paquete de todo ello, hasta el punto de identificar al propio presidente del gobierno, Pedro Sánchez, con una especie de Vito Corleone que dirige toda la maquinaria de la corrupción desde su despacho de la Moncloa. Es absurdo, pero a veces quien es capaz de generar asociaciones de ideas simples tiene mucho terreno ganado por sus propósitos. El mundo de la publicidad está lleno de ejemplos sobre este mecanismo de psicología individual y colectiva.

La trama de las mascarillas

Visto cómo ha evolucionado la investigación sobre las actividades de la trama, que se aprovechó de la necesidad de mascarillas durante la pandemia, y los beneficios que habrían sacado de esta red el exministro Ábalos y su amante, podríamos llegar a creer que los informes de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil mueven montes. Pero no siempre se interpretan con idéntica predisposición. Quienes destacaron la importancia del informe de la misma unidad especializada cuando prácticamente exculpó a la mujer del presidente del gobierno español, Begoña Gómez, ahora no han dado una credibilidad similar al atestado que explica la facilidad con la que el mencionado grupo penetró en la administración y se movió con comodidad colocando sus productos y celebrándolo todo en torno a una buena mesa y unas mariscadas.

Pero también llamo la atención sobre el hecho de que un informe policial, sobre todo cuando hace simples afirmaciones indiciarias, tiene un limitado valor probatorio. Lo digo para que nadie se extrañe si los principales casos de investigados –o incluso imputados– en esos episodios que ahora centran el debate político no acaban de concretarse en condenas penales, o tardan mucho en hacerlo. Está muy claro que en el caso de la corrupción debe ponerse el acento en la prevención y los mecanismos de control para evitarla. Cuando la Guardia Civil debe ocuparse, ya llegamos tarde. Y en ocasiones las condenas se dictan mucho tiempo más tarde de los hechos, como ha ocurrido ahora con la de diez años de cárcel que se le ha caído a Eduardo Zaplana (PP) por corrupción. Alguien debería escribir una tesis doctoral sobre el eco de las investigaciones con derivadas políticas y su final en los tribunales. En ocasiones se diría que los jueces se han contagiado del clima de polarización, viendo hasta qué punto pasajes de las resoluciones judiciales pueden llegar a parecer fragmentos de discursos políticos.

Reminiscencias

El Tribunal Superior de Justicia de Madrid ha rechazado la querella de Pedro Sánchez ante el juez Juan Carlos Peinado, instructor de las diligencias contra la esposa del presidente, Begoña Gómez, argumentando entre otras cosas que "aunque no sea relevante, la abogada de el Estado tiene razón cuando recuerda la influencia que pueden tener algunas resoluciones judiciales al convertirse en político de un país". "Hay ejemplos no tan lejanos en el tiempo...". La resolución no identifica su caso. Un amigo me decía que ese pasaje le hacía pensar en las críticas del PP a la sentencia que condenó a este partido como partícipe a título lucrativo en el caso Gürtel, una resolución que fue utilizada en la moción de censura contra Rajoy.

El mismo texto del tribunal de Madrid dice también que “concebir como un ataque innecesario a la actuación del gobierno la citación en calidad de testimonio de su presidente en una causa penal no tiene la justificación más elemental”, y añade que “ no es la primera vez que esto ocurre en nuestra historia democrática”, sin identificar tampoco aquí a qué episodio se refiere esta mención. Es posible que fuera una alusión a la cita de Felipe González para declarar al Supremo en 1998 como testigo sobre el secuestro de Segundo Marey, uno de los episodios más sonados de la guerra sucia del Estado contra el terrorismo de ETA. También Adolfo Suárez declaró como testigo, en 1995, sobre el caso Banesto en la Audiencia Nacional, donde negó haber recibido 300 millones de pesetas por su partido, el CDS, a cambio de favorecer a esta entidad. Y Mariano Rajoy declaró sobre el caso de corrupción Gürtel, también en este tribunal, como testigo, en el 2017. El lector podrá comparar la importancia y repercusiones de los respectivos episodios, así como el conocimiento que los presidentes mencionados podían tener de los hechos .

La legislatura seguirá

En lo que respecta a nuestros días, la legislatura seguirá, no hay ninguna perspectiva de moción de censura, ni Pedro Sánchez tiene ninguna tentación de abandonar la Moncloa. Cierto es que los socialistas arrastran los pies estos días, y caminan mirando al suelo. El caso Koldo, que tras el reciente informe de la Fiscalía Anticorrupción ya es el caso Ábalos, ha permitido al líder popular, Alberto Núñez Feijóo, dar un salto cualitativo a su campaña contra el sanchismo, colocando la figura de Pedro Sánchez al frente de una red de corrupción que afectaría a toda la administración.

Si estuviéramos en las proximidades de una nueva confrontación electoral, sería previsible que el PP exagerara todo lo posible, para caldear el ambiente y conseguir que creciera el número de partidarios de la alternancia al poder. Pero la ausencia de este factor, de la disposición de un calendario propicio, hace que las palabras de Feijóo en los escenarios interiores y exteriores –cada vez que viaja por Europa– suenen especialmente exageradas, confundiendo sus deseos con la realidad.

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