Déjame decirte

Pedro Sánchez, una improbable dimisión

Sánchez durante la comparecencia en la que ha dado explicaciones por la presunta implicación de Santos Cerdán en casos de corrupción.
14/06/2025
4 min

MadridPedro Sánchez no quiere pasar a la historia como un presidente que tuvo que salir de la Moncloa con la cola entre sus piernas y rodeado de corrupción. Por eso, es muy improbable que dimita. Pase lo que pase, agotará el tiempo todo lo que pueda. Es evidente que la evolución del caso Ábalos-Koldo deja a Pedro Sánchez en una situación de extrema dificultad. La lista de implicados en presuntos delitos de corrupción se ha alargado con Santos Cerdán, ya ex secretario de organización del PSOE, precisamente la persona que sucedió a Ábalos en esta responsabilidad.

Pero la primera reacción de Sánchez ha sido encargarse de mostrar de inmediato una firme voluntad de continuar. Aparte de pedir repetidamente perdón a la ciudadanía en su comparecencia tras hacerse público el informe de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil sobre las comisiones cobradas por algunos de sus más estrechos colaboradores, el líder socialista descartó con rotundidad una convocatoria de elecciones anticipadas. No es asombroso. Si hubiera hecho otra cosa, habría mostrado una cara hasta ahora desconocida de su personalidad. Sánchez ha superado varias pruebas de supervivencia y difícilmente será él quien, por decisión propia, abandone a media legislatura. Lo que no significa que su capacidad de resistencia sea ilimitada.

La jugada más espectacular sería la de presentar, ahora sí, una cuestión de confianza en el Congreso. Pero supondría un riesgo muy elevado. Le costaría volver a reunir a los socios de su investidura, en parte porque ahora le sería más difícil pagar concesiones y precios elevados. Sánchez quiere seguir gobernando, pero no podrá hacerlo como si nada hubiera pasado. Dentro y fuera de España su imagen acaba de sufrir un deterioro sustantivo. No es suficiente con aparecer compungido para pedir varias veces perdón a la sociedad ya sus votantes en particular. Con la ampliación de la trama Ábalos-Koldo y la implicación de Santos Cerdán, Pedro Sánchez ha perdido una parte importante del apoyo que recibió en julio de 2023. Entonces le salió bien la jugada de la anticipación electoral tras los pésimos resultados de las municipales y autonómicas de mayo del mismo año. Y sacó también réditos –en realidad, un gran provecho– del rechazo a una alternativa de gobierno basada en pactos entre el PP y Vox.

El caso es que aquella alternativa existía, como se vio por el contenido de algunos de los acuerdos hechos en diversas comunidades autónomas, en materia de inmigración o de memoria histórica y democrática, por ejemplo. Pero unas elecciones anticipadas se desarrollarían ahora en un ambiente muy distinto. Es difícil que un político lesionado quiera saltar al campo siendo consciente de su debilidad y por caer derrotado entre denuncias de falta de respeto a las reglas del juego, en este caso a los jueces ya la justicia en general. Sánchez tenía y tiene muchos motivos por ser crítico con determinados magistrados y sus líneas de investigación, pero estas posibilidades han quedado ahora muy disminuidas por la contundencia de los datos que ha aportado el informe de la Guardia Civil sobre las actividades de los Ábalos, Koldo y Cerdán.

Sánchez pidió en su comparecencia que se sepa distinguir entre unos casos y otros. Pero la claridad de las conversaciones grabadas entre estos protagonistas de la trama hará que todo esfuerzo por reclamar análisis matizados pierda posibilidades de obtener respuestas positivas. Aunque todo lo demás sea falso o exagerado –por ejemplo sobre las actividades de su mujer en la cátedra que tuvo en la Complutense, o sobre el caso de su hermano y cómo obtuvo un cargo de la Diputación de Badajoz, o sobre el fiscal general y su supuesta revelación de secretos–, ahora el ruido es tan estridente que hace muy difícil cualquier iniciativa de esta. Ya veis que no hablo de recuperación –que resulta muy improbable–, sino sencillamente de estabilización. Por eso he mencionado la hipótesis –más teórica que real– de una cuestión de confianza, reconociendo el escaso margen de maniobra de los socialistas y la precaria mayoría formada con sus socios.

Ganar votaciones, cada vez más complicado

Ahora bien, ¿quién podría obtener un mejor resultado en unas elecciones anticipadas? Sumar, los independentistas de ERC y Junts, los buenos estrategas del PNV, ¿acaso Podemos? El escenario es incierto y peligroso para todos. Al mismo tiempo, ninguno tiene muchas posibilidades reales de actualizar los pactos del debate de investidura. Los efectos de este caso de corrupción perjudican al PSOE y al gobierno español, pero de rebote también a sus aliados. Ahora será más difícil reunir a mayorías en cada votación parlamentaria. Sánchez sólo puede aspirar a recibir cierto volumen de oxígeno para terminar la legislatura después de su puesta en escena haciendo de hombre engañado por unos corruptos de los que nunca había sospechado. Una versión que tiene muchos puntos débiles, después de que sacara a Ábalos del Gobierno, pero le dejara continuar como diputado. Lo perverso de la lucha contra la corrupción desde las más altas responsabilidades de gobierno es que tarde o temprano salpica, tanto a quien no sabía nada o calló, como a quien fue incapaz de controlar la gestión de los subordinados. Y Sánchez tenía datos y razones por haber apartado mucho antes de su gobierno y del PSOE a los que ahora pueden hundirle.

Dicho esto, lo más probable es que la legislatura continúe en esta situación en la que la marcha general del país es positiva –lo veremos con la temporada turística–, pero con la gente cada vez más desencantada. Continuará el ruido, algunos días será ensordecedor, aumentará la decepción sobre la política y los políticos, y si se produce un cambio de ciclo político será como resultado de unas elecciones. No son pocas las voces del PSOE que apoyan a García-Page en su tesis de que las generales deberían ser antes que las municipales y autonómicas, al revés que en el 2023, para evitar el voto de castigo al gobierno español. Mientras, Feijóo hace bien en no lanzarse a una moción de censura que sería una probable repetición de su frustrado debate de investidura, por falta de aliados. La oportunidad del líder del PP surgirá si Sánchez tiene un auténtico vía crucis de aquí al 2026 o 2027, y si entonces saben mostrar una alternativa sólida. Pero Vox tampoco les dará facilidades.

stats