Déjame decirte

Muchas palabras, pocas decisiones

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MadridEn un porcentaje muy elevado, la política se hace con palabras, pero por eso mismo conviene utilizarlas con mucho cuidado, para evitar confusiones. A veces, se hace sin ningún afán de engañar, y otras veces para distraer la atención, o directamente por inducir a error. En estas semanas, a la espera de ver qué ocurre en los congresos del PSOE, de ERC y de Junts, y para comprobar qué ocurre con los presupuestos del Estado, es fácil que en el ámbito político se busque entretenimiento con los juegos de palabras. De alguna manera se debe pasar el tiempo y tener distraído al personal. Es el problema cuando no hay nada importante que anunciar durante los paréntesis en los que se están cociendo las decisiones pero cuando todavía es pronto para explicarlas, porque todavía no se han tomado por completo, o porque conviene mantener la incertidumbre.

En este contexto, buena parte de las fuerzas políticas ha ido a mirar qué tenía guardado en el armario de los juguetes. Se han preguntado: "A ver, de todo lo que dijimos en la última campaña electoral, qué podemos sacar para que nuestros votantes no nos reprochen que estamos parados sin hacer nada". Y, de forma prácticamente unánime, todos han llegado a la conclusión de que lo mejor que tienen a mano es esa cajita tan bonita, de muchos colores, dedicada a las construcciones semánticas y los juegos de palabras. Y así han tirado de armario, diciéndose que por esta vía estimulan la imaginación y que, con un poco de suerte, no duelen a nadie. ¡Pero ay las palabras! Nunca son inocentes, y cuando se exageran o manipulan se pueden convertir en venenosas.

Si mira bien dentro de la cajita de colores que los partidos han sacado del fondo del armario encontrará un papelito muy bien doblado, como los envoltorios de las medicinas, que dice: "Atención. Palabras. No abuse de ellos . Sobre todo no las coja todas de golpe. Y tenga muy en cuenta los posibles efectos secundarios: mareo, somnolencia, dolor de cabeza, y en casos extremos, vómitos, pérdida del apetito, especialmente de las ganas de votar, e incluso pérdida de conciencia". Ya lo ven. Las palabras nunca son una broma. Y los juegos de palabras todavía lo son menos. Esté alerta. Para cuando venga otro junio, y todos los meses del año, afila las neuronas. Hágalo sencillamente para detectar cuándo le venden humo y cuando la vista puede jugarle una mala pasada, porque la bolita no está bajo el vasito opaco donde parecía que las manos ágiles del crupier de ocasión la habían enviado. Utilizo esta expresión para no utilizar la palabra trilero, porque quiero ser coherente y, sobre todo, no quiero ofender a nadie.

Pero es muy significativo que, mientras en el Congreso resulta tan difícil calentar motores cuando ya ha pasado más de un año de las últimas elecciones generales, todo el mundo busque cómo ocupar espacios informativos con más palabras que decisiones. El PP, que tiene un gran poder territorial –municipal y autonómico– parece haber descubierto después sus vacaciones de verano hasta qué punto son importantes las políticas sociales. En lugar de reunir a sus varones para preparar ofensivas contra el supuesto modelo singular de financiación para Cataluña, la dirección popular habría podido convocarles para lanzar iniciativas sobre muchas materias de tipo social que son competencia de las comunidades autónomas. Pero ha decidido poner en marcha una operación que le permita elaborar doctrina e imagen sobre los problemas reales de la población, y así hacer frente a las críticas que el gobierno le dirige constantemente, en el sentido de que sólo sabe hacer una oposición agria y sin propuestas .

En principio el giro del PP puede considerarse positivo porque es positivo plantear alternativas sobre la jornada laboral, la conciliación y la vivienda. Pero habrá que comprobar si detrás de esta nueva orientación de la labor política de los populares existe una iniciativa legislativa profunda, o sólo una maniobra estratégica legítima para acercarse a los sectores sociales que se han desconectado de la política de confrontación y esperan de los partidos propuestas constructivas. El perfume que desprende ese giro del PP es el de la búsqueda de un espacio moderado, de centro, para huir de la imagen de organización cada vez más radical y acomplejada por la competencia permanente con Vox. Ahora bien, es lícito preguntarse si el mar de palabras que la dirección popular utiliza ahora para referirse a las políticas sociales implica realmente una voluntad de sentarse a negociar, o si estamos frente a un espejismo. Pensamos que al PP de Aznar le salió muy bien el oponerse a la iniciativa que fue bautizada como la ley de la patada en la puerta. Asumieron la defensa de la inviolabilidad del domicilio acusando al entonces ministro José Luis Corcuera de ser más autoritario que todos sus antecesores. Y sacaron provecho. ¿Ahora nos encontramos con una reedición de esa estrategia de giro en el centro? ¿La podrán sostener en el tiempo? ¿O aparecerá Vox para facilitar de nuevo que el PSOE pueda estirar la manta dejando al descubierto que a la derecha –incluida la de piel moderada y liberal– le puede el instinto del escorpión?

Soportes a toda prisa

Y ya que estamos en el terreno del departamento de Interior, también es curioso que el PSOE haya corrido ahora en buscar apoyos para reformar la llamada ley mordaza, cuando su derogación era una promesa desde hacía años. Es otro ejemplo de cómo los partidos han tenido que recurrir de repente al cajón de las insuficiencias y de los incumplimientos. Lo bueno de la iniciativa es que se pueda acabar para siempre con el uso policial de los balones de goma. Pero esto ya hace mucho que debería haberse llevado a la práctica. De nuevo, las palabras han sido humo durante un puñado de años, cuando en Catalunya este material ya estaba prohibido.

También llama la atención que Artur Mas haya tenido que recordar la importancia de que en un Parlament haya un líder de la oposición. En el Congreso esta figura la fomentó el PSOE para intentar que el jefe de Alianza Popular, Manuel Fraga, durara lo máximo posible. Los socialistas explicaban que el político gallego quería ese título porque durante su etapa como embajador en Londres vio que era muy lucido. Alfonso Guerra decía que así le tenían contento, y luego se hartaba de reír añadiendo que, con Fraga al frente, la derecha no les ganaría nunca. Una vez más, las palabras daban lustre a la realidad. Dicho esto, se entiende que Puigdemont no quiera a un dirigente de Junts como jefe de la oposición en el Parlament, si no puede serlo él.

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