BarcelonaLas mayorías del nuevo escenario parlamentario son tan ajustadas que la decisión del rey Felipe VI de proponer a Alberto Núñez Feijóo como candidato a la investidura ha levantado rápidamente polémica. Existen dos niveles de discusión. Uno estrictamente político sobre si lo más acertado es hacer el encargo a quien claramente está en estos momentos lejos de conseguir el apoyo que le haría falta para obtener la confianza de la cámara. Los partidarios de que en España gobierne una coalición del PP y Vox argumentan que ha sido lógica la opción a favor de Feijóo porque su partido fue el más votado por los ciudadanos, aunque al Parlament le falten un puñado de escaños –cuatro, en concreto– para conseguir sus propósitos.
Por otra parte, el aspecto más discutido de la propuesta del rey es que para explicar esta decisión la Casa del Rey haya aludido a que se ha seguido la “costumbre” de hacer el encargo al líder del partido con más diputados en el Congreso. De hecho, el argumento de la “costumbre” como fundamento de la opción escogida era innecesario. Sobre todo porque el propio comunicado justificativo de la designación del líder del PP hace constar ya que si se ha seguido el mismo hábito que en otras ocasiones es porque no se ha constatado la existencia de una mayoría suficiente para la investidura. Dicho de otra forma, el encargo a Feijóo obedece esencialmente a que no se ha puesto sobre la mesa que se haya forjado ningún pacto capaz de sostener una investidura.
La fase decisiva para la formación de un nuevo gobierno comienza, por tanto, ahora, después del prólogo de la constitución de las cámaras legislativas, y con Feijóo remando contra el viento, que, según se puso de manifiesto en aquella primera sesión, sopla en otra dirección. Sin duda, en la decisión de Felipe VI ha influido el hecho de que Pedro Sánchez no haya tenido una actitud de oposición firme a que el PP dé la primera tirada. La existencia, no solo potencial, de un bloque progresista en torno al PSOE, Sumar y los partidos independentistas –PNV incluido–, quedó suficientemente clara en la primera sesión del Congreso, y lo ocurrido días después, con la cesión de diputados en ERC y Junts para que puedan tener grupo parlamentario propio, no ha hecho más que confirmarla.
Ahora llega lo más difícil, la negociación de un gran pacto para permitir el inicio efectivo de la legislatura. Es en este contexto que resulta más comprensible y acertada la decisión del monarca de realizar el primer encargo a Feijóo. Para el líder del PP conlleva riesgos, pero peor sería que se hubiera amedrentado, consciente de su debilidad por establecer alianzas. Para Sánchez, sin embargo, se abre una oportunidad cierta de preparar con detalle los posibles acuerdos para su investidura. Necesitará cierto tiempo. La reivindicación de la amnistía, por ejemplo, no es fácil de llevar a cabo. Hará falta más que voluntad política para pasar página de las consecuencias penales del Proceso. Esta vez no debería repetirse el fracaso de la rebaja de la malversación. Hará falta, por tanto, mucha habilidad jurídica para no quedarse en voluntarismos.