"Cada vez hacemos menos de profesores y más de policías": ¿cómo luchan las universidades contra el plagio?
La mayoría de las facultades han asumido que no pueden detectar los trabajos realizados con IA y optan por cambiar la forma de evaluar

Barcelona"No sé cómo decírtelo, la sensación es bastante desalentadora", reconoce el vicerrector de Políticas Digitales de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), Antoni Espinosa. "Cuando lees el tercer informe realizado con inteligencia artificial (IA) ves que son igual de pobres y de homogéneos, que no se caracterizan por tener una calidad alta", lamenta.
Hace poco más de dos años el ChatGPT pasó, casi de la noche a la mañana, de ser una herramienta totalmente desconocida a convertirse en un quebradero de cabeza para las universidades. En ese momento, varias facultades dijeron que a corto plazo no preveían cambiar sus protocolos frente a la irrupción de esta nueva tecnología y empezaron a plantearse si era necesario repensar la forma en que se evaluaba a los estudiantes.
Ahora, dos cursos más tarde, el panorama es algo diferente: hay menos miedo ante las herramientas de generación de texto con IA, pero también más resignación después de comprobar que, al menos de momento, la opción de tener filtros que detecten trabajos fraudulentos realizados con estos sistemas no parece viable.
"Lo primero que hicimos fue regular cómo debía sancionarse al estudiante que plagiaba utilizando inteligencia artificial porque al fin y al cabo esto es como cualquier alumno que copia utilizando otra técnica. Es una práctica fraudulenta y, por tanto, debe tener el mismo tratamiento que cualquier práctica fraudulenta", asegura el vicerrector de Planificación Volver. De esta forma, la Pompeu, pero también la Universidad de Barcelona (UB), la Universidad Politécnica de Cataluña (UPC) y la Universidad Abierta de Cataluña (UOC), han adaptado sus protocolos para incorporar el uso no permitido de herramientas como ChatGPT entre los comportamientos fraudulentos. En el caso de la Autónoma, consideraron que dentro de su normativa ya se penaliza el plagio "independientemente del contexto en el que se hace", detalla Espinosa.
Pero, como de costumbre, hecha la ley, hecha la trampa. El hecho de que esté prohibido no significa que a la hora de la verdad las universidades sean capaces de detectar cuándo un estudiante utiliza la IA de forma fraudulenta para penalizar este comportamiento. Las herramientas como ChatGPT vuelven a redactar la información que tienen, y los detectores de plagios no detectan ese contenido como algo plagado.
"Cada vez hacemos menos de profesores y más de policías. Al final el título universitario no valdrá para nada", advierte un profesor que lleva más de treinta años dando clase en la UPC. Pero también lo reconocen en el ARA varios docentes consultados de universidades catalanas, tanto de los que llevan años en las aulas como de los que recientemente han entrado. "Yo puedo sospechar e incluso estar segura de que ese trabajo no lo ha hecho mi estudiante, pero tampoco tengo la forma de demostrarlo", se queja una profesora de la Autónoma.
"Obviamente que a veces, cuando te llegan determinados trabajos, por la forma en que está redactado o incluso por el nivel que tiene, te surgen estas sospechas", admite el vicerrector de Política Universitaria de la UPC, Joan Gispets. Explica que en estos casos tienen una conversación con el estudiante y "a partir de ahí decidimos qué hacemos".
De hecho, a grandes rasgos la mayoría de universidades públicas de Cataluña actúan de manera similar. "Siempre se habla con el estudiante, pero si realmente se ve que ha habido esta actividad fraudulenta, pues se le pone un cero", describe la vicerrectora de Docencia de la UB, Conxita Amat. Una vez que se resuelve que ese contenido se considera plagio, en todas las universidades las consecuencias van desde suspender la actividad concreta hasta suspender la asignatura. En casos muy graves se puede llegar a expulsar temporalmente al estudiante de la universidad.
Menos peso de los trabajos tradicionales
A pesar de estar alerta –y ofrecer formación a los profesores– para detectar posibles casos en los que el trabajo no está realizado por el estudiante, las universidades apuestan más por hacer cambios en la forma de evaluar. "En muchos casos hemos optado por dar menos peso a trabajos que el estudiante pueda hacer por su cuenta en casa y hacer virar el peso hacia presentaciones orales o exámenes presenciales en el aula", explica Gispets.
En la UOC, donde la no presencialidad hace más difícil estas prácticas, también se han reforzado de diferentes maneras. "En primer lugar, hemos hecho pedagogía porque se quiere que los estudiantes entiendan qué pueden hacer y qué no en las actividades de evaluación. Esto es especialmente importante en el caso de la IA, porque al ser reciente en algunos casos no son conscientes de estar haciendo algo inapropiado", explica Robert Clarisó, referente docente en IA de la universidad. A partir de ahí, también han introducido nuevas modalidades de evaluación que "buscan asegurar la identidad del estudiante y su autoría en los enunciados de las actividades". Por ejemplo, realizando entrevistas síncronas o presentaciones en vídeo.
"La mayoría de los profesores ya están planteando actividades que no se puedan resolver con inteligencia artificial, por ejemplo pidiendo tareas de análisis, algo que la IA no tiene capacidad de realizar", insiste el vicerrector de la UPF. Sin embargo, advierte que lo que no se está haciendo en las universidades es "lo más interesante que puede dar esta herramienta": preparar a los estudiantes para realizar un tipo de trabajos distintos de los actuales. "Estamos utilizando herramientas que nos ayudan a prepararlos mejor, pero la intervención de la inteligencia artificial es sólo didáctica y pedagógica. El problema es que les estamos preparando para un mundo que cambiará en cinco años y para un mercado laboral que será distinto al que es ahora y que no conocemos", alerta.
Ahora bien, a pesar de estar a favor de aprovecharlas, todas las universidades insisten en que estas herramientas no pueden sustituir al trabajo de los estudiantes. "Lo que nosotros pretendemos y lo que la mayoría de estudiantes también pretenden es aprender contenidos y procedimientos, adquirir una serie de competencias que necesitarán después y que no las hará una máquina", concluye la vicerrectora de la UB.