"Querida Alba, gracias por acordarte de mí"

Las cartas unen en plena pandemia a los alumnos de una escuela con los ancianos de una residencia

Clara López Alcaide
4 min
Uno de los alumnos de la Escuela Virgen María de Núria

Han pasado quince días desde que Alba Quadrado, de 14 años, envió la primera carta a Encarna, de 97. Abre el sobre ante la atenta mirada de sus compañeros y empieza a leer en voz alta. "Querida Alba, gracias por acordarte de mí ", empieza el texto de Encarna, su remitente. Como Alba, 14 estudiantes de la Escola Mare de Déu de Núria, en el barrio del Clot de Barcelona, han enviado cartas y dibujos a los ancianos y ancianas de la residencia Sibèlius y esta semana han recibido las respuestas.

Se trata de un proyecto de intercambio de cartas personalizadas que se ha puesto en marcha con algunos alumnos de 3º de primaria y 2º de ESO del centro. “Cada chico ha recibido el nombre de un residente y ha escrito una carta o ha hecho un dibujo”, explica el coordinador pedagógico de la escuela, Ricard Casanovas. La idea es que se envíen mensajes cada quince días, que no pierdan el contacto y que se establezca un vínculo entre ellos. 

“¡La mía se llama Guadalupe!”, exclama Gal·la Royuela, de 8 años. “En la carta me dice que tiene 90 años, que no tiene la vista bien y que dé recuerdos a mis padres”, dice. Ona Español, también de 8 años, ha recibido la carta de Maria y dice que ha descubierto que tienen una cosa en común: "¡A las dos nos gusta ir a la montaña!”. Tanto Gal·la como Ona esperan conocer personalmente algún día a Guadalupe y Maria. "¡Podríamos hacer Zoom!", proponen.

Gestionar las emociones

El objetivo de la iniciativa es doble. Por un lado, la escuela explica que este tipo de actividades ayudan a trabajar en el aula aspectos como la gestión de las emociones y los valores. "No es la primera actividad que hacemos con gente mayor, hemos hecho otras presenciales antes, pero ahora con la pandemia no lo podemos hacer". Por el otro, desde la residencia creen que establecer un canal de comunicación como este palia la soledad que viven algunos ancianos, y que ha sido agravada por la pandemia de covid-19.

Las imágenes de los ancianos de la residencia leyendo las cartas de los alumnos

"Pensamos que era una buena manera de relacionarse con la comunidad, y hacerlo con este distanciamiento de seguridad”, explica la educadora social de la residencia Sibèlius, Àngels Garcia. La mayoría de los ancianos y ancianas que viven en el centro tienen entre 80 y 90 años y muchos sufren trastornos degenerativos, como por ejemplo pérdida de memoria o demencia. Esto hace que algunos no puedan escribir las cartas por ellos mismos y que lo tenga que hacer Àngels con el ordenador. "Las cartas las hacemos en mayúsculas y ellos resiguen las letras", explica.

A Adam no le importa que no sea Rosa quien le escriba. "No pasa nada por que tenga 78 años y no tenga la vista bien", dice este alumno de 8 años. En las cartas, Rosa le explica lo que le gusta hacer, donde vivió hace años... Y Adam le dice que no le gustan las matemáticas. "Muchos de nosotros no podemos hablar con nuestros abuelos y pienso que para ellos también está muy bien porque hay gente que está sola y a nosotros no nos cuesta nada escribirles una carta", dice Àlex González, de 14 años.

La profesora de la escuela y coordinadora del proyecto, Montse Olaya, explica que muchos niños han perdido a sus abuelos durante la pandemia y otros no pueden verlos. "El luto ha estado muy presente entre los chicos, y esto se suma a la manera en que les afectó estar todo el tercer trimestre [del curso pasado] en casa y medio año sin ir a la escuela", reflexiona Olaya. "A veces pensamos que los niños no piensan tanto en cuestiones humanas o que no son sensibles, sobre todo los adolescentes, y no es así", asegura Casanovas.

"Hay una magia"

Los alumnos creen que gracias a las cartas pueden crecer a nivel personal. "Podemo aprender de ellos, porque son personas muy sabias", opina Mar Torres, de 2º de ESO. "Mi abuela con mi edad ya estaba trabajando, tuvo que venir aquí a Barcelona para poder tener una vida mejor". Su compañera Alba Quadrado cree que las experiencias de Encarna pueden ayudarla: "Nos pueden ayudar a valorar las cosas y verlas de otro modo".

En el caso de los ancianos, Garcia explica que este proyecto les permite trabajar las capacidades cognitivas a la vez que les genera una ilusión. "Había un par de señoras que eran un poco reticentes -confiesa-, pero cuando llegaron las cartas no paraban de preguntar por qué ellas no tenían". Garcia plantea que, generalmente, entre los ancianos hay un interés especial en participar en actividades con gente joven. "Hay una magia, no sé qué es, pero conectan de una manera especial".

"Yo creo que los ancianos y ancianas tienen un espíritu más liberador, no tienen la normativa que tienen los padres. Cuando los niños trabajan con un adulto piensan en los padres, pero los abuelos tienen otro lenguaje, y la mayoría tienen abuelos y les dejan hacer un poco de todo", reflexiona Casanovas, que cree que "la espontaneidad" es una cosa en común entre las dos generaciones. "Sería bonito que se pudieran llegar a conocer, pero esto ya depende de la pandemia", concluye.

stats