Salud mental

'Hikikomori', el síndrome de aislarse durante años en casa

Una unidad pionera del Hospital del Mar detecta en 16 años a más de 900 pacientes con patologías mentales previas que vivían recluidos

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El aislamiento social patológico es más común de lo que se pensaba.

BarcelonaA los 18 empezó a tener delirios, se sentía perseguido y que unas vocecitas lo amenazaban de muerte. El miedo le hizo encerrarse en casa, y así estuvo 30 años, recluido entre cuatro paredes, sin ningún otro vínculo que el núcleo familiar estricto. El de este hombre fue uno de los primeros casos que trató la unidad de psiquiatría del Hospital del Mar de Barcelona, especializada en lo que se conoce como hikikomori, un concepto japonés que describe un aislamiento psicopatológico en el que las personas se retiran de la sociedad durante al menos seis meses. Desde 2007 han pasado por la unidad más de 900 pacientes y se está a la espera de tener los resultados del análisis del impacto del aislamiento obligatorio –el confinamiento– por la pandemia, aunque se tiene la certeza casi segura de que habrá dejado nuevos hikikomori.

Los primeros casos de hikikomori en Catalunya los detecta en 2014 la unidad psiquiátrica del Mar, que presentó el primer informe europeo sobre este síndrome, a partir de 164 casos, con un perfil y un patrón distintos de los de los pacientes japoneses. Si en el país nipón son básicamente adolescentes y jóvenes, víctimas de la vergüenza y el miedo al fracaso, los de Barcelona son hombres de 40 años, con una media de casi cuatro años de abstinencia social y con patología mental previa: depresiones, esquizofrenia, agorafobia, TOC, trastorno de ansiedad social, trastornos afectivos o trastornos afectivos. Ángeles Malagón-Amor, psiquiatra adjunta del Instituto de Neuropsiquiatría del Mar –directora del pionero estudio y con la tesis doctoral sobre el fenómeno–, apunta a que las mujeres son minoría porque "se adaptan mejor socialmente" que los hombres.

La psiquiatra explica que los enfermos optan por el aislamiento porque les es "placentero ante un malestar interno". Es, para ellos, "una estrategia para sentirse mejor". El principal problema es la dificultad para detectar a los enfermos, porque, aunque un 98% tienen de base otra patología mental, la mayoría han dejado el tratamiento.

El doble papel de la familia

La familia, sigue Malagón-Amor, juega un papel doble. Por una parte, es la que da la alarma a sanitarios o servicios sociales para acabar con el aislamiento, y, por la otra, es la que, involuntariamente, facilita que se perpetúe la reclusión y, por tanto, que se retrase la detección y el tratamiento. El aislamiento no es fruto de una decisión reflexionada, sino que se va haciendo de manera progresiva, lo que hace que los padres y hermanos la acepten para proteger al enfermo y, cuando ya han pasado meses o años, callan por "vergüenza y también miedo a molestar o hacer enfadar a los hijos". Los pocos estudios que existen sobre el síndrome revelan que no son pacientes agresivos con la familia y tampoco presentan conductas autolíticas, así que, sin embargo, la convivencia suele ser "equilibrada", explica la psiquiatra.

En un alto porcentaje, son pacientes que arrastran una infancia complicada, han sido sujetos o testigos de maltratos, conviven con unas dinámicas familiares perturbadas, incapaces de haber seguido una crianza sana y saber gestionar problemas. La especialista señala que un patrón frecuente es que los padres suelen tener un historial de consumo de drogas, mientras que las madres de depresiones.

También hay historias de éxito. Como el de un joven de 30 años con agorafobia, recluido durante cinco en casa, que, siguiendo el tratamiento farmacológico y conductual propuesto por el Mar, logró salir y llevar una vida ordinaria. Los hikikomori requieren un abordaje sanitario particular. El rechazo al exterior obliga a los psiquiatras a realizar las primeras visitas a los domicilios, a menudo a pesar del propio paciente. También el centro barcelonés es un referente con un equipo especializado en ansiedades sociales que abarca buena parte del área metropolitana.

Visitas detrás de la puerta

La visita al enfermo es la última parte de un proceso que comienza entrevistando a familiares y amistades anteriores al aislamiento, consultando a los servicios sociales, el historial médico para conocer las circunstancias personales. Toda esta información servirá para "llegar orientados al domicilio sobre lo que está pasando y plantear al enfermo qué le pasa", afirma David Córcoles, uno de los dos psiquiatras de la unidad. No siempre es fácil, y el primer contacto y las siguientes visitas con el paciente "se realizan a través de la puerta cerrada de su habitación", sin verse las caras.

El profesional recuerda el caso de dos gemelos de 22 años encerrados en casa desde los ocho años con una familia disfuncional. Antes de que pusieran un pie en la calle, el equipo psiquiátrico los visitó durante tres años, antes de derivarlos a la unidad hospitalaria de la doctora Malagón-Amor. En algunos casos, salen de casa para realizar un ingreso y si todo va bien ya continúan con las visitas en el hospital. Los hermanos lo intentaron, y después de un tiempo haciendo vida más o menos ordinaria optaron por volver al enclaustramiento porque se encontraban bien encerrados. No habían sido escolarizados, pero desde el ordenador de su casa se habían formado, y con internet es fácil tener cubierta la alimentación, la ropa o el ocio, señala Córcoles. Sin embargo, cabe destacar que la adicción a internet no es mayoritaria entre los enfermos, aunque sí les facilita este aislamiento.

Para el psiquiatra, el déficit presupuestario en salud mental hace que no se puedan replicar unidades como la suya para detectar y tratar a los hikikomori. Tampoco, denuncia, "hay una respuesta para las familias", que necesitan un gran acompañamiento y no lo encuentran.

Los ermitaños modernos
  • Hombres de 40 años

    El estudio de los 'hikikomori' en Barcelona perfilaba a un hombre de 40 años que llevaba casi cuatro años enclaustrado en casa. Casi todos tenían patología mental asociada.

  • En la casa familiar

    La mayoría vivían en la casa de los progenitores. Hay quien pasa las horas en la habitación e incluso pacta unos horarios con su familia para salir para evitar el contacto. Es la ruptura de relaciones pasadas, de las rutinas del trabajo y de los estudios.

  • Poca detección y diagnóstico

    Los psiquiatras admiten que el síndrome no es nuevo (“son ermitaños modernos”), pero que la falta de servicios especializados y de personal cualificado dificulta la detección de 'hikikomori'. Cuanto más tiempo estén encerrados, mayores dificultades habrá para la recuperación y mayores probabilidades de una recaída.

  • Tratamiento y cuidado

    El éxito del tratamiento depende del trastorno mental asociado y también la actitud de la familia es fundamental porque a menudo interfieren para evitar sufrimiento al enfermo.

  • Fenómeno mundial

    La primera descripción del síndrome se hizo en Japón en 1998 y desde entonces, se han detectado en Europa, Estados Unidos, Omán e India.



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