En seis meses el Vall d'Hebron atiende a más bebés maltratados por zarandeo que nunca
La mayoría de progenitores actúan de forma impulsiva e inconsciente al ser incapaces de calmar los llantos de los niños
BarcelonaCasi un caso de maltrato infantil por zarandeo al mes. En los primeros seis meses del año, el Hospital de la Vall d'Hebron ha atendido a cinco bebés con secuelas neurológicas, desprendimientos de retina o costillas rotas que fueron sacudidos por sus padres o madres, la mayoría entre los dos y los ocho meses de edad. El año pasado solo se recibió y diagnosticó a un lactante con lesiones compatibles con este maltrato, el más frecuente en menores de seis meses, y de hecho nunca antes, en los once años que el hospital registra casos, se habían detectado a tantos niños con traumatismo craneal abusivo, el nombre con que se conoce el efecto de la sacudida en bebés y que puede causar secuelas irreversibles en el niño o, incluso, producirle la muerte.
Este repunte de ingresos en un periodo tan breve de tiempo preocupa a los pediatras del Vall d'Hebron, a pesar de que ellos no se atreven a afirmar que haya una tendencia al alza ni a perfilar los motivos que se esconden detrás el incremento. "No sabemos por qué hemos diagnosticado más casos que nunca, no lo podemos atribuir a nada en concreto, pero en los últimos once años hemos tenido una media de dos casos cada año, el año pasado solo tuvimos uno y en lo que llevamos de 2022 ya van cinco", explica el jefe de sección de neonatología del Vall d'Hebron, Cèsar Ruiz.
Los profesionales especializados en esta atención detallan que generalmente los progenitores tienen esta actitud abusiva de forma inconsciente e impulsiva, sin voluntad de hacer daño al hijo o hija, y que a menudo el detonante es su incapacidad de consolar sus llantos. Los bebés lloran entre dos y tres horas al día o más, porque es su manera de manifestar que tienen hambre, que hay que cambiarles el pañal, que se encuentran mal o que quieren dormir.
Los padres sacuden o tiran a la cama al bebé llenos de frustración o rabia sin darse cuenta de que ejercen demasiada fuerza sobre un cuerpo extremadamente inmaduro y que el movimiento brusco de la cabeza adelante y atrás (similar al latigazo cervical) los puede provocar hemorragias internas en el cerebro en formación, lesiones en órganos vitales y provocarles convulsiones o falta de respiración (apneas). Solo cuando estas lesiones son muy evidentes, las familias recurren a urgencias y, en algunos casos, puede ser demasiado tarde.
Una vez allí, además, los pediatras topan con un obstáculo: la familia no encuentra una explicación para las lesiones porque no vincula el zarandeo con el pronóstico de su hijo o les esconde información, ya sea porque no es consciente de cómo es de grave este maltrato para un neonato, porque le preocupa la reacción del otro progenitor o porque teme represalias. "Generalmente, no hay un reconocimiento o una aceptación por parte de los padres, seguramente vinculada a la falta de conciencia, y es recurrente que directamente haya una negación de los hechos que han podido provocar las lesiones", explica Giuliana Rios, trabajadora social sanitaria del Vall d'Hebron y miembro de la Unidad de Atención a las Violencias a la Infancia y la Adolescencia, que recibe el nombre de EMMA.
Factores de estrés comunes
Tampoco existe ninguna prueba específica para detectar que un bebé sufre problemas graves porque ha sido sacudido. "Al diagnóstico se llega sospechando, buscando las lesiones que sabes que se pueden provocar por este movimiento brusco y descartando otras causas que pueden provocar lesiones similares", señala Ruiz. Cuanto más graves sean las manifestaciones, más fácil es sospechar que el niño tiene el síndrome del bebé sacudido. Si los problemas que presenta son muy inespecíficos o leves, seguramente se tardará algo más en llegar a la raíz de la patología, si bien también se abre una ventana a una recuperación más rápida. Y esto también es lo que más interesa a los sanitarios, dice Ruiz, diagnosticar antes de que las consecuencias sean más graves.
Un bebé no tiene capacidad para romperse solo las costillas porque no puede andar, ni desarrolla hemorragias cerebrales o en los ojos sin ninguna explicación, si está sano. Por eso, en el momento en que el pediatra sospecha que las lesiones se podrían corresponder con el síndrome del bebé sacudido, se activa el protocolo de violencia infantil. Este trámite exige elaborar un informe médico en que se detalla la relación entre las lesiones y el síndrome e informar la familia que el bebé se quedará en el hospital para cuidar de él y que el caso se reportará a las autoridades competentes en la protección de los menores: el juzgado de guardia y la Fiscalía de Menores, así como los servicios sociales y la dirección general de Atención a la Infancia y la Adolescencia (DGAIA) de la Generalitat. "Se debe abordar con honestidad y no esconder nada a las familias. Sospechar más de la cuenta tiene menos consecuencias graves", afirma Ruiz.
La trabajadora social sanitaria entra en acción en el mismo momento en que se activa el protocolo y hace una entrevista a la familia para hacer un estudio social y sanitario que permita conocer la organización familiar y remitir información de valor a los servicios judiciales y sociales. Rios admite que el repunte de casos los ha alertado. Descarta que haya un perfil concreto de familia detrás los casos de zarandeo, pero sí que señala varios factores que generan estrés y que serían el común denominador de todos los casos que llegan a la consulta del Vall d'Hebron. Destaca la violencia machista o conflictividad dentro de la pareja, la vulnerabilidad socioeconómica o una situación laboral incierta y la falta de red de apoyo familiar o social. "También puede pasar que el progenitor tuviera unas falsas expectativas sobre qué es tener un hijo, que tenga una personalidad más impulsiva o una baja tolerancia a la frustración o que consuma tóxicos", describe la experta. El escenario pospandémico, añade, también podría haber agravado estos factores.
Toda esta información social, junto con el informe médico, se traslada a la DGAIA, que es quien decidirá las actuaciones y las medidas a adoptar en relación con aquel caso. "El objetivo de esta comunicación es proteger a la criatura", afirma Rios, que apunta que también se activa un apoyo para los familiares por el dolor y sufrimiento que les causa ver las secuelas o darse cuenta de que son responsables de ello. Muchas veces esta actitud no se controla por desconocimiento, es decir, por el hecho de no ser conscientes de que estos movimientos son muy perjudiciales para el niño. Por eso el Vall d'Hebron ha iniciado un programa preventivo, denominado ¡Auxilio! No para de llorar. Ahora todas las familias que tienen hijos en el centro reciben información verbal de las enfermeras sobre qué es el síndrome del bebé sacudido y por qué es importante no hacerlo. También figura por escrito el informe de alta que reciben los progenitores, y proporcionan consejos como por ejemplo hacer relevos con otros cuidadores o familiares que prueben de calmarlos si otras técnicas, como acunarlos, no funcionan.