"Me encontrarán en casa con el apoyo de todo el barrio": primer desahucio de la Casa Orsola
La propiedad, un fondo de inversión, tiene el visto bueno judicial para echar a los vecinos y realizar alquileres temporales de lujo.


Barcelona"Quieren hacer negocio y quisieran que todo fuera discreto. Pero yo pienso que el resto de ciudadanos deben saber qué está pasando aquí". Josep Torrent, de 49 años, se ha convertido en el primer vecino del ya mítico edificio del Eixample, la Casa Orsola, que tiene fecha de desahucio. Este profesor de matemáticas lleva 22 años viviendo en el blog y nunca había participado en el activismo por una vivienda digna. Pero ahora le ha "tocado". "Prefiero no pensar en ello, no imaginármelo. Pero, si vienen, el 31 de enero me encontrarán en mi casa sin oponer resistencia, pero con el apoyo de entidades, las vecinas y el sindicato", asegura. La suya será, pues, la primera expulsión por la fuerza después de tres años de lucha vecinal en este bloque. Josep será el primer desahuciado pero no el primero que se marcha. Antes de que él, asegura, muchos vecinos se han marchado a regañadientes porque no les han renovado el alquiler y no se han visto con corazón de luchar: son las llamadas expulsiones invisibles.
Los vecinos le detienen para decirle que le apoyarán. "Incluso las vecinas más grandes, como Rosita y Pepi, de 82 y 85 años, me dicen que piensan en mí y que vendrán a ponerse en la puerta", dice emocionado. La nueva propiedad, el fondo Lioness Inversiones, compró el edificio en octubre de 2021 y enseguida avisó a los inquilinos —la mayoría, como Josep, vecinos de la finca desde hace décadas— de que no les renovarían el contrato cuando se les acabara. Sin otra explicación. Sólo se han librado los pocos que, como la propia Rosita, tienen un contrato de renta antigua. La propiedad quiere renovar la finca y dedicarla a alquiler de temporada, una modalidad legal en auge en grandes ciudades como Barcelona que permite rentabilidades mucho más altas que los alquileres habituales porque no entra dentro de la ley de regulación de precios. De hecho, algunos de los pisos reformados ya se alquilan por 2.800 euros, cuatro veces más de lo que paga, por ejemplo, Josep. "Hemos normalizado unos precios que normales no tienen nada", lamenta.
"Recuerdo perfectamente que, el mismo día que firmaron el contrato, a finales de octubre del 2021. A las tres o las cuatro de la tarde vinieron coches de alta gama a ver el edificio desde fuera. L al día siguiente, ejecutivos subían y bajaban por el edificio mirándolo y analizándolo. Los vecinos estábamos allí, pero tanto les hacía eso", recuerda este vecino. El Sindicato de Aldea, que asesora a los vecinos del blog, señala que el desahucio de Josep "no será el último" y avanzan que opondrán resistencia. De hecho, a partir del jueves comienzan una maratón de eventos para evidenciar el malestar del barrio, visibilizar el caso y denunciar las prácticas de estos fondos. La Casa Orsola, de hecho, se ha convertido en uno de los casos paradigmáticos de expulsión de vecinos en el Eixample de Barcelona, donde en los últimos años los fondos de inversión han centrado sus objetivos especulativos en comprar decenas de blogs enteros destinados a los pisos de alto standing.
"Al final, lo conseguirán, claro. Me echarán porque la ley les da la razón y yo me iré, pero como mínimo quiero dejar claro lo que están haciendo: comprar blogs enteros en los que viven familias desde hace años y expulsarlas , teniendo en cuenta la situación del mercado. No entiendo que no vean ningún problema ético, por muy legal que sea", defiende Josep. Él llegó al blog cuando todavía era un estudiante que compartía piso. "A medida que pasaron los años, supe que otro piso había quedado vacío y pedí si podían alquilarlo", relata. Los vecinos de la Casa Orsola (que con los cambios urbanísticos recientes ha quedado en medio de la nueva supermanzana del Eixample) coinciden, además, en subrayar las diferencias entre el anterior propietario y el actual. "Lo anterior, el señor Domingo, era una persona muy normal, una buena persona –recuerda Josep–. Él vivía fuera de Barcelona, pero venía dos veces por semana, nos preguntaba cómo estábamos y se preocupaba de arreglar las cosas que no funcionaban. Se notaba que gozaba haciendo este trabajo y ayudando a las personas". Ahora, en cambio, es distinto, dice. "Yo pensaba que si pagaba no habría problema, que podría jubilarme aquí", reflexiona.
Apoyo también desde el sector educativo
En las últimas semanas, Josep ha recibido emocionado no sólo el apoyo de los vecinos, sino también de los compañeros de profesión. El sindicato USTEC·STEs, la división de educación de la CGT y el grupo de nueva creación Docents 080 también se han posicionado en contra de la expulsión de Josep y en defensa de Casa Orsola y de la vivienda digna en Barcelona. "Es muy bonito que los compañeros de profesión te apoyen en esta lucha; es muy emocionante", dice con un hilo de voz.
El hecho de haberse convertido en un caso mediático no ha afectado a su trabajo. Josep sigue dando clases como lo hacía hasta ahora. "Creo que los alumnos no ven la tele y el algoritmo seguro que no les ha enseñado mi caso", dice bromeando. En todo este tiempo, sólo un alumno se ha dirigido a esta cuestión: "Era un chaval de 15 años y me explicó que había visto mi caso, y que él y su madre también tenían un orden de desahucio. Por a él lo significaba marcharse del piso de su vida; no había conocido a otro", relata Josep.
Desde que supo que sería el primer vecino desahuciado de la Casa Orsola, Josep ha destinado su tiempo libre a la lucha colectiva por una vivienda digna. "Cada viernes voy a la asamblea del sindicato y cada semana llegan 20 o 30 casos como el mío —explica—. Implicarme en esta lucha me ha ayudado mucho. Hacerlo solo sería demasiado duro. Yo no vivo el mi caso como propio, sino como algo colectivo”.
Asegura que no sabe que pasará el viernes (el día del desahucio). No quiere pensar en ello. Ni hablar. Pero hace un apunte final: "Sobre todo lo que quiero es que el viernes pasen cosas, que todo esto sirva para poner el debate de la vivienda realmente en el centro y que mi caso sirva para demostrar que no son problemas personales, sino uno modus operandi, unas prácticas generales por parte de unos pocos", concluye.