HISTORIA

Innocent Paulí, el coautor olvidado de la primera vacuna del cólera

Además de destacar como médico y fotógrafo, lo hizo también por algunas de las primeras conexiones telefónicas e instalaciones de alumbrado

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Innocent Paulí (silla izquierda) y Jaume Ferran (silla derecha) durante la vacunación de cólera el 1885.

Era rubio y tenía los cabellos rizados. Su mirada penetrante se combinaba con una inteligencia y un sentido del humor que lo hacían encantador a los ojos de todo el mundo. Además, era honesto y tenía poco afán de protagonismo, un disparo de carácter que probablemente hizo que hoy todo el mundo recuerde al doctor Jaume Ferran, que nació hace 140 años, pero a casi nadie le suene el nombre de Innocent Paulí, que murió hace 100 años. Se trata, sin embargo, de un científico capital, que entre otras muchas aportaciones desarrolló y aplicó la primera vacuna humana del cólera junto con Ferran, con quien formaría uno de los tándems más prolíficos de la historia de la ciencia catalana.

Mientras estudiaba el bachillerato en Tortosa, lugar donde nació en 1854, Paulí ya se iba de excursión con Josep Joaquim Landerer, un autodidacto que vivía de renta gracias a la fortuna de su suegro y que se había consagrado a la geología y la astronomía. Landerer lo veía tan apasionado que cuando descubrió una especie nueva de fósil lo bautizó en honor de su discípulo: Janira Paulii. Más adelante, Paulí se matriculó en la universidad para licenciarse en ciencias, medicina e ingeniería, pero no acabó ninguno de los estudios hasta los 45 años. Por el camino, otras cosas redirigieron su curiosidad insaciable y secuestraron la intensa capacidad de atención que tenía. Esta trayectoria poco heterodoxa le ahorró rigores académicos pero también le cerró algunas puertas. Como no tenía título, no pudo entrar en la Academia de Medicina de Barcelona ni ocupar el cargo de subdirector del Laboratorio Microbiológico Municipal de Barcelona, creado el 1886 y dirigido por Ferran. Esta carencia de certificados también contribuyó, probablemente, a que la prensa de la época mencionara siempre a Ferran y no a Paulí.

“El primer electricista de España”

Aquellos primeros años de universidad ya escribía artículos en revistas sobre electricidad y tecnología, en los cuales mostraba un conocimiento profundo y un talante atento al que pasaba en todo el mundo. Tanto es así que en 1878, cuando ya trabajaba con Ferran, aprovecharon la línea telegráfica para establecer una de las primeras conexiones telefónicas de larga distancia del Estado, entre Tortosa y Tarragona. Unos años más tarde sería protagonista de las primeras instalaciones de alumbrado eléctrico en Valencia y Sevilla, de forma que Josep de Letamendi lo calificaría de primer electricista de España. El 1879, con Ferran otro golpe, publicó el libro La instantaneidad en fotografía, en el cual describían dos adelantos técnicos notables en este campo: la sustitución de la gelatina de las emulsiones por almidón para conseguir fotografías mate y la sustitución del vidrio por papel para facilitar la fotografía de viaje, las dos propuestas aprovechadas más adelante por la compañía norteamericana Kodak.

La primera vacuna del cólera

En 1884 se declaró una epidemia de cólera en Marsella y el Ayuntamiento de Barcelona envió una comisión liderada por el doctor Ferran. Paulí se unió por su cuenta. Una vez allí, cogieron muestras de enfermos y cultivaron la bacteria que provoca la enfermedad. Cuando volvieron, se llevaron muestras que introdujeron a escondidas en el país, parece que en un pliegue de la gorra de Ferran, y que llegaron vivas a pesar de tener que hacer la cuarentena de ocho días en Portbou y soportar las fumigaciones fronterizas. Ya en Barcelona, siguieron intercambiando muestras de cultivos bacterianos con colaboradores con quien habían coincidido en Marsella. Se las enviaban por correo ordinario con la promesa de no decir nada los unos de los otros si los pillaba alguna autoridad. Al cabo de unos meses, habiendo seguido las técnicas desarrolladas por Louis Pasteur, con quien Ferran se carteaba a menudo, empezaron a probar cultivos de bacterias atenuadas como vacuna en animales. Como funcionaban, hicieron el salto a probarlo en personas, una prueba precursora de lo que hoy se denomina ensayo clínico en fase I. Ahora bien, no hicieron ningún llamamiento para conseguir voluntarios. La probaron ellos mismos directamente y también la inyectaron a familiares y amigos. Para comprobar la eficacia, Paulí ingirió unas gotas de líquido con la bacteria del cólera, que le provocaron solo una ligera diarrea.

A finales de marzo de 1885 hubo un brote de cólera en Valencia y Paulí y Ferran montaron un laboratorio de producción de vacunas en la cocina de una casa que se estaba construyendo el ginecólogo y amigo Manuel Candela. A finales de julio ya habían vacunado a 50.000 personas en una polémica campaña criticada por Ramon y Cajal, que reclamaba más datos sobre la eficacia y la seguridad de la vacuna. En cualquier caso, era la primera vez que se administraba una vacuna de laboratorio a gran escala y la Academia de Ciencias de París lo reconoció el 1907 con el prestigioso premio Bréant, otorgado a Ferran, que compartió el dinero con Paulí. La vacuna se utilizaría más tarde en la India y durante la Primera Guerra Mundial en los Balcanes.

Un ensayo fallido

El tándem Paulí-Ferran se empezó a averiar en 1890. Una de las fuentes de desavenencia fueron, probablemente, los desacuerdos en la obtención de la vacuna de la difteria. Tal como había hecho con la del cólera, Ferran la probó consigo mismo, su mujer, sus hijos y los hijos de Pere Aldavert, director del diario La Renaixença. En este caso, sin embargo, el protoensayo clínico de fase I no dio buenos resultados. Los dos hijos de Aldavert se pusieron enfermos hasta el punto que uno de ellos murió. Esto suscitó una reestructuración del cuerpo médico municipal de Barcelona, que prescindió de los servicios de Ferran.

Paulí siguió ejerciendo de médico hasta que en 1900, cuando se licenció en medicina, lo dejó. Entonces se dedicó a la fotografía. Dirigió una de las primeras fábricas de placas fotográficas de España, La Electra, y publicaba en revistas nacionales e internacionales. También formó parte del jurado de concursos fotográficos junto a Santiago Rusiñol o Ramon Casas. El 1916 sufrió un brote de demencia e ingresó en Nova Betlem, un centro que ocupaba los espacios actuales del Cosmocaixa y la Universitat Ramon Llull, en la zona alta de Barcelona. El hecho de que ya no saliera nunca de allí acabó de sumir su figura en el olvido. El 9 de diciembre de 1921 una hemorragia cerebral ponía fin a una de las figuras más polifacéticas que ha dado la ciencia catalana.

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