La planta que florece bajo tierra: novedad científica, pero vieja conocida de los indígenas
El Real Jardín Botánico de Kew ha anunciado el descubrimiento de la 'Pinanga subterranea', una palmera con flores subterráneas originaria de Borneo
Cuando un grupo de botánicos europeos se disponía a atravesar Borneo con lanchas motoras y vehículos 4x4, se enteraron de la existencia de una especie de palmera con una característica sumamente rara: florece bajo tierra.
La palmera, Pinanga subterranea, es una de las 74 plantas que los científicos del Real Jardín Botánico de Kew, en Londres, han incluido en la lista de novedades científicas del año pasado, lo que ha desatado el entusiasmo entre varios representantes del mundo de la botánica . Los botánicos que hace seis años acudieron al Sudeste Asiático a descubrir plantas no tenían previsto encontrarla.
Sin embargo, esta planta no es difícil de encontrar: crece en abundancia en Borneo, la tercera isla más grande del mundo , dividida entre Indonesia y Malasia. Tampoco es ninguna “novedad” porque los grupos indígenas locales ya la conocían, como afirmaron dos representantes de estas comunidades cuando los entrevistaron.
Ciencia y conocimiento indígena
En este sentido, el “descubrimiento” de la Pinanga subterranea es un ejemplo de cómo la ciencia puede actualizarse gracias a los conocimientos de los indígenas. Según William J. Baker, el científico más veterano de la expedición: “Hemos dicho que era una novedad para la ciencia, pero los conocimientos preexistentes sobre esta palmera eran de otro nivel y ya eran una realidad antes incluso de que oímos hablar de ello”.
Estos últimos treinta años los científicos no indígenas han recurrido más a menudo a los conocimientos locales para ampliar o contrastar su investigación, con diferentes grados de sensibilidad. En algunos casos, esto se ha considerado una apropiación cultural, tal y como afirma George Nicholas, un arqueólogo de la Universidad Simon Fraser, en la Columbia Británica, que ha escrito al respecto. Los pueblos indígenas se quejan a veces de colonialismo científico, sobre todo cuando los investigadores pretenden desarrollar fármacos basados en fuentes de conocimientos tradicionales hasta ahora sin explotar. durante generaciones sobre temas como la productividad del marisco, la conservación del oso gris y el comportamiento de las rapaces. A veces las comunidades indígenas encabezan la investigación o participan.
Estas colaboraciones se producen en parte porque los científicos no indígenas reconocen las lagunas de sus conocimientos, pero a menudo las comunidades indígenas dudan a la hora de compartir información con desconocidos, tal y como explica Lynette Russell, historiadora y antropóloga de la Universidad de Monash, en Australia: “Para compartir algo debes conocer muy bien a los investigadores. Y esto no se consigue con una visita relámpago”.
El papel de un científico local
En el caso de la palmera que florece bajo tierra, los científicos de Kew no se enteraron directamente a través de grupos indígenas, sino de Paul Chai, un científico de Borneo que la vio por primera vez hace unos veinte años. En octubre del 2018, mientras tomaban laksa (una sopa tradicional) y té en la ciudad de Kuching, Chai les habló de la planta cuando hacían los preparativos para visitar un santuario de vida silvestre en una expedición botánica que nada tenía en ver.
Chai, que ahora tiene 82 años, descubrió que los miembros de un grupo indígena local, los kenyahs, masticaban a veces el fruto de la planta con hojas de betel. Los kenyahs son un subgrupo de una tribu indígena de Borneo conocida como los daiaks. Sus medios de subsistencia se basan en la recolección de productos forestales, como la madera de agar, un ingrediente valioso para producir perfumes.
Según Seting Beraan, presidenta regional de la Alianza de Pueblos Indígenas del Archipiélago , una organización indonesia sin ánimo de lucro que representa a varios grupos, los daiaks aprenden de sus padres todo lo que saben sobre las plantas, y la selva es tan importante para ellos que un modismo indígena la compara con la leche materna: “Cuando de niños íbamos a la selva, nuestros padres nos avisaban: «No comas esto, te pondrás enfermo» o «esto puede curar la fiebre”, o nos decían que ya nos podíamos comer ese fruto".
En cuanto a la Pinanga subterranea, los investigadores de Kew no son los únicos científicos que lo han encontrado. Más o menos por esa misma época un botánico indonesio, Agusti Randi, investigaba los nombres que daban los indígenas locales y plantó unas semillas en el jardín que tiene en otro lugar de Borneo.
Según el profesor Baker, cuando más tarde los científicos de Kew comentaron a Agusti su investigación en Borneo, les dijo que él también la había visto. Así pues, el equipo de los jardines de Kew y Chai se unieron con Agusti para escribir un artículo sobre la planta, que se publicó el pasado año en la revista científica Palmos.
El misterio de florecer bajo tierra
Scott Zona, botánico de Carolina del Norte y coeditor de Palmos, afirmó que la Pinanga subterranea era “el mayor descubrimiento de palmeras de 2023, sino de la década”. Y añadió que posteriores investigaciones podrían ayudar a explicar las presiones evolutivas que empujan a algunas plantas a florecer bajo tierra.
Agusti, autor principal del estudio, cree que quizás la planta florece bajo tierra para proteger las flores, porque hay menos depredadores. Las únicas otras especies de plantas conocidas que florecen y fructifican bajo tierra pertenecen a un misterioso género de orquídeas que se encuentra en Australia.
Según Baker, la actividad subterránea de la planta hace casi imposible estudiarla. Por ejemplo, ¿cómo analizaremos el proceso de polinización sin interrumpirlo o sin poder decidir en qué espécimen queremos centrarnos?
Y añade: “El hecho de ser en parte subterránea es lo que ha impedido que los botánicos la «descubrieran» en serio. En general, cuando salimos a buscar plantas, no recogemos las que no florecen ni fructifican”.