El Alma del Vino, la cueva donde sabes cuando entras pero no cuando sales
Este 'bar à vinos' del Born es un lugar acogedor que te permitirá descubrir los mejores vinos naturales
A veces hay gente que me reprocha que escriba sobre los sitios que también les gustan. Les da miedo que les conozca demasiada gente y que entonces no tengan cabida. Es un miedo lícito a la Barcelona gentrificada donde cada vez vamos perdiendo más espacios. Planteé ese dilema a una cocinera muy conocida. Me dijo que ni hablar, que no dudara ni un segundo en escribir sobre los lugares que lo hacen bien. Así que pensé que seguramente tenía razón, porque el objetivo de esta sección ha sido siempre poner el foco en quien merece. Guardarme los sitios que recomendaría sólo para los amigos es como esa "solución" de esconder el autobús que sube al Parc Güell en internet para que los turistas no lo encuentren. Quizás liberes un bus, pero el problema de raíz no es éste. Así que hoy os hablaré de un local en Barcelona, de aquellos que mucha gente preferiría que no diera a conocer porque es único, genuino, no sigue ninguna moda y, básicamente, su propietario, Benoît Valée, hace lo que quiere . Se llama El Alma del Vino y está en la calle Vigatans 8, en el barrio del Born.
El Alma del Vino es un bar á vinos que te acoge como una cueva. Como un vientre donde el tiempo se para y sabes cuándo entras, pero no cuándo sales. Especializado en vinos naturales, encontrará una gran representación de franceses, que en esto de los vinos naturales nos llevan muchos años de ventaja, pero también encontrará de proximidad. Son elaboradores que hacen grandes vinos naturales. No encontrará vinos mal acabados o botellas elegidas por la etiqueta. Benoît Valée conoce en profundidad cada una de las bodegas de las botellas que sirve. De hecho, las compra directamente a ellos. Los distribuidores no sabrían responder a sus preguntas y él prefiere tener una relación recíproca con quien hace el vino. Así que los precios también se ven beneficiados por el hecho de "saltarse" un eslabón de la cadena.
Si le preguntas cuántas referencias tiene, Benoît Valée no lo sabe. Ni tampoco le interesa demasiado. No es una competición. Este sitio no es un espacio para el esnobismo. "La gente sabe más de lo que cree. Y quienes creen que saben mucho, no saben tanto", dice. Tiene unas doce botellas abiertas para servir a copas, pero alienta que la gente pierda el miedo a pedir una botella entera. Si no te la acabas, te la llevas y listos. Una de las características que más me gusta de El Alma del Vino es que no hacen reservas. Vas y esperas a que se haga un rincón. Esto es así porque debe quedarnos algún espacio a las personas que no sabemos qué haremos al día siguiente.
Aparte de Valée, en El Alma del Vino también encontrará Núria Rodríguez, que es músico, una enamorada del vino y su compañera. Entre ambos van atendiendo a las tablas. Sirven el vino, pero también la teca. En El Alma del Vino encontrará quesos, que también compran directamente a los productores, ostras, rillettas de pato, paté, burrata, capipota, revuelto de setas, embutidos, conservas... Clásicos de calidad que prepara el propietario.
Benoît Valée es parisino y se formó en Francia. En 2006 abrió una tienda de vinos naturales en el barrio de Gràcia. Fue un fracaso porque nadie sabía lo que eran. Así que entendió que lo necesario era poner un bar, que inauguró en el 2008. Y éste sí que ha sido un éxito porque está hecho a su medida ya la de muchos clientes habituales.
El espacio del Alma del Vino desprende mucha autenticidad. Todo encaja en este fascinante mundo. Verá una reproducción del Guernica, de Picasso, en una pared. Y las botellas y la iluminación te dan sensación de recogimiento o de taberna donde estar sin más pretensiones que disfrutar de un buen rato de conversación sin estar pendiente del maldito móvil que nos tiene las neuronas fritas.