Cierra el mítico bar Kasparo porque el propietario quería cuadruplicar el alquiler
El establecimiento, que tenía una famosa terraza en la plaza Vicenç Martorell, llevaba 30 años formando parte del paisaje del Raval barcelonés


Barcelona"¿Y ahora cómo lo llamaremos de la plaza del Kasparo?", dice una chica en una red social. El bar tenía tanta entidad y estaba tan arraigado en el barrio del Raval de Barcelona que su cierre deja huérfana a mucha clientela fija y la plaza Vicenç Martorell. Marcelino Carrera y Elisabeth Triadó, la pareja que le regentaban desde 1995, han acabado cediendo a las presiones que les han abocado a cerrar y abrazar la jubilación, que en el caso de Triadó llega un año antes de tiempo.
Kasparo funcionaba y tenía relevo, porque el hijo, Alexandre Carrera, trabajaba allí y estaba dispuesto a seguir con el negocio. Ya con seis años iba por el local con una bandeja. Pero ha habido dos factores que les ha hecho inviable continuar. Por un lado, tener que negociar un nuevo alquiler con la propiedad. El propietario del inmueble, que vive fuera de Catalunya, les pedía que prácticamente se cuadriplicara la cantidad que pagaban en concepto de alquiler. Por otro, quería negociar un nuevo traspaso entre los 200.000 y 300.000 euros. "Si esto sumamos la presión del Ayuntamiento para reducir mesas, acabas perdiendo las ganas de luchar", explica Alexandre Carrera.
El padre de Alexandre, Marcelino, ha pasado el último año batallando con abogados y destinando muchos recursos para tratar de encontrar una solución. Por último no ha sido posible. El sábado bajaron la persiana por última vez. Ya habían avisado a los clientes habituales: "Aquellos de que cuando los ves venir ya vas preparando el cortado con sacarina o el café con leche con vaso de cristal", dice Carrera. Se reunieron y compartieron un barril de cerveza, vino y pinchos de tortilla para despedir de forma festiva al Kasparo.
Están tristes, porque han tenido que despedir a 12 personas. Todos los trabajadores llevaban mucho tiempo. Alguno más de 20 años. Además, consideran que el trabajo que realizaban todas las mañanas para limpiar la plaza y ponerlo todo en solfa no se les reconoce. Daban seguridad en una esquina donde había muchos hurtos y limpiaban con una manga la orina de la calle. Se muestran decepcionados con el ayuntamiento "porque no respetan los negocios que llevan mucho tiempo".
"¿Quién vendrá después?"
Alexandre Carrera afirma que el propietario del local sabe que tiene las que ganar. Considera que el propietario es un rentista que no fue claro con sus intenciones. "Al final sabía que si no somos nosotros lo pagará otro. ¿Quién vendrá después? Gente del barrio lo dudo". De hecho, el local se encuentra a la venta en el portal Idealista. Tiene 90 m2 y piden 800.000 euros. El Kasparo tenía una bonita terraza, donde estaba el grueso de comensales, ya que el interior era pequeño. Por eso la reducción de un tercio de las mesas que exigía el Ayuntamiento, con controles constantes de la Guardia Urbana, y el incremento de precio, hacían el negocio inviable.
En este caso, ya pesar de la tristeza de despedir "la esquina" donde se crió, Alexandre Carrera dice que no siente que hayan "tirado la toalla", y que "una retirada a tiempo es una victoria". Está contento de que los padres puedan jubilarse y descansar. Cuando le preguntas por él responde: "Tengo la capacidad de buscar otra cosa". Como tendrán que hacer el resto de los trabajadores y la clientela habitual, que Alexandre Carrera describe como "una comunidad bonita". Una comunidad que encontraba un espacio donde comer cocina saludable, una carta muy generosa en vegetales y legumbres, a precios populares, y con un plato del día que funcionaba como una comida completa.
Hay que añadir, sin embargo, que hay diversidad de opiniones. Un vecino de la plaza, Joan Madorell, una vez que ha visto la noticia en los medios ha querido dar su versión al ARA. Explica que tanto él como otros vecinos han denunciado en repetidas ocasiones el local, tanto en el Ayuntamiento (de Trias a Collboni) como en el Síndic de Greuges y también a través de Federación de Asociaciones de Vecinos y Vecinas de Barcelona, porque tenían más tablas de las que les correspondía. Hasta el punto de bloquear sistemáticamente el paso a los vecinos. Cuenta que les consta han tenido que pagar muchas multas por esta cuestión. Según Madorell, ahora "tienen miedo a lo que vendrá" porque con sanciones no se soluciona el problema. Su ambición no es que los multen, dice, sino que respeten el aforo permitido.