El radar suculento

La clientela fiel se despide del restaurante Agullers

Después de 33 años los propietarios se jubilan y lo traspasan a Joan Manubens, del Pasillo de Pep, que mantendrá su espíritu

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Mercè Rosselló y Joan Pérez, detrás de la barra del Restaurante Agullers, donde han estado 33 años.

BarcelonaLlegaban ramos de flores. Clientes de siempre, esperando comer por última vez y llevarse un abrazo de Mercè. Había quien se llevaba el menú de recuerdo, escrito a mano con la letra apretada de Juan. Los clientes estaban tristes –por ellos– y contentos –por los propietarios–. "¿Dónde voy a desayunar ahora?", se preguntaba un cocinero que tiene un montón de restaurantes y que cada día hacía parada. Y es que Joan Pérez y Mercè Rosselló se han jubilado y el restaurante Agullers (calle dels Agullers, 8), después de 33 años, ha dejado un poco huérfana a su clientela, aunque ellos están tranquilos porque creen que la han dejado en buenas manos. Ahora llegaremos.

En una especie de triángulo virtuoso, Agullers se encuentra junto al horno Vilamala y frente a Vila Viniteca, un reducto donde aún pesan más los vecinos del Born que los visitantes. "Piensa que aquí no vienen prácticamente turistas", dice Joan Pérez. De hecho, dice que tampoco habla inglés, ni ha necesitado. Agullers es uno de esos lugares donde conocen a la clientela por el nombre y pueden dibujar el árbol genealógico de cada uno de ellos. Cuando abrieron en 1991, Joan venía de trabajar en Cal Pep, también en el barrio, y con la ayuda de su madre pudo tener su restaurante. Mercè, con quien ya festejaba, bajó de Girona para vivir y trabajar a su lado.

Joan Pérez y Mercè Rosselló en la puerta del restaurante Agullers

Desde entonces, Juan cada mañana va al mercado y compra por lo que encuentra. Los paradistas le hacen buen precio y después él puede trasladarlo a su clientela. Es un mundo en el que se fía, porque todo está basado en una relación de confianza entre las personas. Todo el mundo se conoce, todo el mundo se ayuda. Todas las mañanas, con lo que hay, se decide la carta. A Mercè le gusta estar en la cocina y estar fuera. Estar en todas partes, vamos. Todos juntos van arriba y abajo, sirviendo vichyssoise, puré de verdura, tortilla de alcachofas, hombro de cordero, rape, sepia, merluza, sardinas en escabeche o el flan de la Mercè, que tiene muchos adeptos. Hasta la semana pasada, claro, cuando colgaron el cartel "Cerrado por jubilación".

Se sienten agradecidos con la gente que les ha dado confianza. "La gente viene y te da las gracias y dices «Yo simplemente he hecho mi trabajo», pero las personas lo perciben de otra forma", dice Mercè, quien explica que han recibido más de los clientes de lo que les han dado . Pero a continuación me explica el caso de un cliente que debía comer sin sal por prescripción médica. Y cuando iba llamaba antes y ella le preparaba unos platos especiales para él. ¿En cuántos lugares de Barcelona te harían ese trato? ¿Qué precio tiene esto? En el caso de Agullers, precios populares. Esta manera de hacer, que pone a la comunidad ya las personas en el centro, es lo que ha producido una sensación de luto a quien solía ir.

Joan y Mercè recuerdan que no se marchan a ninguna parte, y que seguirán siendo vecinos del barrio. Y probablemente también clientes de los que se queda Agullers, que tendrá una línea continuista. No lo han querido traspasar a nadie que hiciera una oferta gastronómica distinta y dirigida a otros públicos. Aunque ofrecieran más dinero. De hecho, una persona del nuevo equipo ya estaba trabajando con ellos en los últimos días para ir poniendo cara a la clientela habitual. Un tipo de presentación oficial.

Si hablamos del nuevo propietario, hay un hilo que los une. La madre del añorado Joan Manubens de Cal Pep y la de Joan Pérez eran hermanas. Así que los dos Juanes eran primos. Y ahora quien se quedará el restaurante será Joan Manubens (hijo), que ya se hizo cargo del Pasillo de Pep cuando su padre murió. Todo queda en familia y el barrio ha conservado uno de los últimos bastiones. No estamos acostumbrados, pero esta vez este cierre tiene un final feliz lejos del monstruo del brunch.

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