La Barcelona de los 'expats'

Colas para hacer el 'brunch': el 'avocado toast' destierra el pan con tomate

Las cartas de los locales orientados a público extranjero son muy parecidas entre ellas, predomina el inglés y podrían ser de cualquier otro sitio del planeta

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La cola de personas esperando para hacer el 'brunc' en el Billy brunch headquarters, en la calle Muntaner.

Barcelona"¿Y si comemos aquí?", dice un hombre de unos 70 años a su esposa. "¡No, hombre, que esto es un lugar de desayunos!", le contesta ella. Son una familia de cuatro integrantes y están visiblemente agobiados. Es domingo, y están en el Eixample barcelonés buscando un sitio donde comer. Uno de ellos dice: "Seguimos bajando a ver qué encontramos". "Pero que no nos claven 100 euros por persona", dice el hombre mayor. Lo que buscan es cada vez más difícil de encontrar. Sería otra historia si lo que buscaran fueran unos eggs benedict o una avocado toast y estuvieran, claro, dispuestos a hacer cola.

Las colas han ido proliferando por toda Barcelona, especialmente en el Eixample y en Poblenou, dos de las zonas de la ciudad donde más ha impactado el fenómeno expat. Esperan pacientes para hacer el brunch, este tipo de desayuno-comida de origen anglosajón que actualmente es más fácil de encontrar que un desayuno de tenedor, o un simple bocadillo de fuet. Elisenda Carbonell tiene una tienda casi centenaria, la Corseteria Mercè, en la calle Girona con Consell de Cent, y me cuenta que están rodeados de estos locales. "Todo el día hacen cola, llueva, nieve o haga viento", dice. "En la Derecha del Eixample ya quedan muy pocos lugares para ir a hacer un menú de toda la vida. En cada establecimiento que se jubila o cierra se pone uno de fast food o bien de brunch, ya los que vivimos en el barrio o trabajamos esto no nos aporta nada".

Cerca tiene el restaurante de brunch EatMyTrip (que tienen dos locales en Barcelona y dos en Madrid) y el Faire. Brunch and Drinks. Ahora junto a ellos han puesto una cafetería llamada The Coffee (tienen tres locales en Barcelona), que, según ella, hacen un café buenísimo pero que no baja de tres euros, por lo que solo hay extranjeros. Acaba reivindicando que deberían protegerse ciertos tipos de comercios y establecimientos de la restauración como hacen en otros países. "Los gobiernos que tenemos no hacen mucho", espeta.

De cola en cola

Transito por varias colas un domingo soleado de septiembre. Primero visito una de las clásicas y que llevan más años, la del Brunch & Cake de Enric Granados. La cola es larga, pero todos son turistas, no encuentro residentes en Barcelona. No será hasta después, en una cola de La Papa (en la calle Aribau), que una expat argentina muy amable de nombre Delfina me informará de que no se debe ir porque es para turistas. Ella hace cola con dos amigas (otra argentina y una colombiana) y un perrito. Llegaron hace unos tres años a Barcelona; primero por estudiar, y ahora trabajan en agencias de comunicación. Tienen un dominio absoluto de los sitios de brunch. Me recomiendan uno llamado Zenith, en Gran Via con Roger de Llúria. Viven en el Eixample, una me especifica que cerca de paseo de Gràcia. Todas ellas ya estaban acostumbradas a este tipo de comida en su país de origen.

La cola para comer en La Desayunería (calle Conde Borrell) un sábado.

También en la cola de La Papa hablo con una pareja de brasileños residentes en Barcelona, Giovana y Diego, que me informan que el local tiene tanto éxito que ahora ya hay uno nuevo en Pau Claris, en cerca de dónde viven ellos. Sigo la ruta y visito otra cola famosa, la de Billy Brunch; a éste lo llaman headquarters (tienen cuatro locales en Barcelona). También iré a la de La Desayunería (Comte Borrell), la del Eixampleing y la del Ugot (ambos en la calle Diputació). En Ugot me encuentro un grupo que acaba de jugar a pádel. Son de nacionalidades diversas, e incluso hay un catalán, que es pareja de uno de ellos. La mayoría se han conocido en "un curso de español", me dicen. Maria es italiana y se dedica al marketing digital, lleva dos años en Barcelona. Katherine es austríaca y me pide que le hable en alemán o inglés. Lleva un año aquí. Vino animada por otra amiga que ya estaba en Barcelona. La amiga ya se ha ido, me dice. Se dedica al recruiting, un trabajo que ha sido fácil de encontrar a raíz de hablar los dos idiomas ya mencionados. Le pregunto si ha probado la cocina catalana. Dice que sí pero que la encuentra muy aceitosa.

¿Barcelona o Kuala Lumpur?

De hecho, tanto el catalán como la cocina catalana son grandes ausentes en este entorno. Los expats hacen afterwork al rooftop de un hotel, beben iced lattes y comen pancakes. En la mayoría de las cartas no hay ni una sola pista que pueda identificar el lugar donde nos encontramos. Tanto podría ser Nueva York como Nairobi como Kuala Lumpur. Las cartas están en inglés, los camareros te atienden directamente en este idioma, y en algún caso he encontrado alguno con dificultades para hablar incluso castellano después de un sonoro "Hi, guys!" La mayoría de expats me dicen que han encontrado los sitios por Google o por redes, donde estos establecimientos tienen la información... también en inglés, claro.

Maria, una vecina de Sant Antoni, me habla de la aparición de un lugar en concreto que la hiere especialmente. Se trata de The Egg Lab (en la calle Sepúlveda). Antes se llamaba El Petit Mos, iba a comer o merendar con los niños. Desde que hizo el cambio de concepto (porque sigue siendo de la misma familia) no ha vuelto más. Paro a comer y tienen la carta en catalán, castellano e inglés. Es el primer lugar que en el menú dice que los huevos son de Calaf, el pan del Forn Sant Josep o la leche de la granja Cal Porta. Eso sí, la oferta es similar. La mayoría de la clientela es extranjera y el subtítulo del local es Feel good, be good. Hay otro local de The Egg Lab en la calle Bruc.

Territorio 'laptop'

Otra María, en este caso de Poblenou, se entera de que busco los lugares por donde se mueven los expats y me dice que en su barrio ha sido "terrible". Dice que puedo encontrar a los que quiera: Little Fern, BRKLYN Torrefaction, SKYE Coffee Co., Orval Barcelona o el T.44, que ocupa el espacio de lo que antes era el Racó del Taulat, un restaurante de toda la vida. Explica que ella nunca ha ido pero que "es el típico lugar al que van nómadas digitales a trabajar". Me avisa que el barrio se está transformando, que la mayoría se concentran en la zona de la Vila Olímpica pero que poco a poco van ganando terreno en otros espacios.

Precisamente otros establecimientos que han ganado mucho terreno son las cafeterías. Muchas son roasters; por tanto, quiere decir que tuestan su café. Se caracterizan por ser espacios de estética escandinava y llenos de personas con ordenadores portátiles (que ellos llaman laptops) trabajando a razón de una persona por mesa. Hay que decir que el café que sirven suele ser bueno pero también carísimo. Así como las pastas, entre las que nunca encontrarás una ensaimada pero seguramente sí un cinnamon roll.

'Bubble tea' y 'açaí bowls'

Otros fenómenos están también multiplicándose a gran velocidad por la ciudad, como los locales de bubble tea. Una bebida inventada en Taiwán que consiste en un líquido dulce y aromatizado con base de té con unas bolitas gomosas hechas mayoritariamente de tapioca. O bien los açaí bowls, la fruta ácida que convierten en una especie de sorbete de color morado y donde encima disponen frutas de una forma muy estética (siempre las mismas: plátano, kiwi, fresas y arañones). También se puede añadir mantequilla de cacahuete, coco rallado, semillas de chía, frutos secos o leche condensada. Para entender la dimensión del negocio ahora mismo en nuestra casa, una de las principales cadenas de Brasil, Oak Berry, ya tiene 15 locales en Cataluña: 13 en Barcelona, uno en Sitges y uno en Castelldefels.

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