Una foto histórica en Los Caracoles: tres restaurantes que suman 618 años
El establecimiento icónico reúne a más de 350 personas en la celebración de su 190 aniversario
BarcelonaAlfombra roja y cola en la calle para celebrar una señora hita: Los Caracoles, nacido en 1835 –hace 190 años– en la calle Escudellers de Barcelona. En la fiesta hay una muchedumbre de personas, más de 350. El cocinero Carles Gaig me dice: "Cualquier ciudad europea envidiaría tener este establecimiento". Y la directora de la revista Cocina, Judith Calix, añade: "Y un americano fliparía". De hecho, los americanos efectivamente flipan, y aquí todavía se recuerda cómo vinieron una muchedumbre de marineros americanos o personas tan destacadas como el comandante jefe, el presidente de Estados Unidos Jimmy Carter. Una persona que había ostentado un cargo me dice que llevó a una autoridad catalana a comer porque sus contactos americanos todos le hablaban de Los Caracoles y él –que trabajaba en turismo– no había estado, lo que era una carencia inconfesable en su currículo. De hecho, alguien que apareció este martes por la noche y podría haber dado la visión americana es el cocinero José Andrés, que quiso dar un abrazo a los Bofarull, la extensa familia que gestiona el restaurante y que ya va por la sexta generación. Andrés llegó como un huracán, acompañado de Isabel Pérez Barceló, esposa de Ferran Adrià, y que venía en representación del bulliniano. Cuando Andrés entró, cogió un cóctel de Javier de las Muelas, dejó claro que cogía la opción con alcohol, y miró un inmenso atún que esperaba a ser devorado por todos nosotros: "¡Esto es una sardina, hombre!", bromeaba.
Si hablamos de perspectiva, lo relevante que ocurrió ayer es que se tomó una foto histórica, la que acompaña esta noticia e hizo mi compañero Manolo García. Salen tres mujeres representando los tres restaurantes más antiguos de la ciudad. Entre los tres, cómese fuerte, suman 618 años. Las restauradoras que encarnan este patrimonio son Susana Pérez, directora del 7 Portes, el restaurante de 1836 que el próximo año llegará también a la cifra de los 190 y que regentaba con su marido, Paco Solé Parellada; Alícia Agut, de Can Culleretes, el restaurante más antiguo de la ciudad, datado de 1786, y Cristina Bofarull, quinta generación de Los Caracoles.
Si Can Culleretes es el restaurante más antiguo, Los Caracoles es el más antiguo regentado por la misma familia, los Bofarull. En palabras de Albert Batlle, concejal de Ciutat Vella, es "historia viva de Barcelona". Y añade: "Como empiezo a tener cierta edad, yo recuerdo al señor Bofarull yendo con carro de caballos bajando por la calle Balmes y la Rambla". Batlle, que ya empezó a venir a Los Caracoles de pequeño con su padre, tiene la imagen grabada porque era un hecho que impresionaba a todo el mundo. "El torero y productor de vinos Álvaro Domecq regaló a Antoni un caballo blanco porque estaba muy contento del trato. Y Antonio decidió bajar a trabajar a la casa de Bonanova del productor con una calesa que llevaba él mismo y se detenía en la Boquería para comprar", explicaba Toni Padilla en un artículo histórico sobre el restaurante publicado en este diario. Ciertamente, en la fiesta este hecho todavía resonaba.
Una señora fiesta
Pero Los Caracoles no sólo ha sido importante para la ciudad. Una asistente recordaba cómo sus suegros de Taradell, cuando venían a hacer "barcelonada", almorzaban siempre en Los Caracoles. También fue importante para sus trabajadores, quienes, según dijo Cristina Bofarull en su discurso, algunos han conocido hasta cuatro generaciones de la familia. El padre de Judith Calix estuvo allí un montón de años, junto a la caja, cogiendo reservas y haciendo las notas. Una época que él recuerda como muy feliz y divertida... menos cuando no cuadraba la caja. En Los Caracoles tenían equipo de fútbol para los trabajadores, una gente que podía servir mesas mientras Lola Flores bailaba a su alrededor. De hecho, el cocinero Quim Marquès recuerda que de pequeño vino con su tío, que era el fotógrafo de La Chunga. Quien les acompañó era Lola Flores, una señora que el pequeño Marqués no tenía ni idea de quién era.
El evento fue realmente una fiesta. Había jamón, ostras, caviar, platillos calientes que iban pasando. El vino tinto era Las Terrazas de Álvaro Palacios. "Nunca había visto tantas botellas de Les Terrasses juntas", decía un invitado. Ciertamente, no escatimaron. Se cortó un atún en directo, lo que se conoce como un ronqueo; había una caricaturista retratando el alma de los invitados, y finalmente una torre de copas de cava, que permitieron brotar el líquido dorado de la bodega Oriol Rossell. Mientras, al lado, una tarta monumental en forma de caracol y confeccionada por Christian Escribà celebraba el hito con las velas indicando el 190. Cristina Bofarull, en su discurso en nombre de la familia, recordaba: "No es únicamente un cumpleaños, sino el testimonio de un legado que sigue ahí como su mano, de nuestros que empezaron su sueño, de aquellos que empezaron su sueño, de Barcelona". Lágrimas, aplausos y mucha emoción. "Aquí no ha entrado ningún interiorista; entras por la cocina, y entrar es fácil, pero más de uno lo tiene difícil para salir, lo habrá comprobado", decía. Efectivamente, en Los Caracoles sabes cuándo entras, pero no cuándo ni por dónde sales.