De la escuela al instituto: cómo afecta este cambio a los adolescentes
Uno de los factores que contribuye a que el cambio sea un éxito es que puedan establecer un vínculo sano con el centro y los docentes
BarcelonaEl paso de la escuela al instituto es un momento crucial, pero delicado en todos los preadolescentes y adolescentes. A menudo cambian físicamente de centro y pasan de estar rodeados de otros niños a encontrarse con adolescentes, la mayoría mayores que ellos. También cambian las normas, la forma de afrontar los aprendizajes, las responsabilidades que deben asumir y los horarios. Dejan de tener un profesor de referencia, que complementa su docencia con algunos especialistas, a tener prácticamente un profesor distinto para cada materia, lo que favorece que disminuya el vínculo.
A los 12 años, que es la edad más habitual de dar el paso de la escuela al instituto, se encuentran en pleno proceso de cambio de la infancia en la adolescencia. Su cerebro y su mente se están reorganizando para dejar atrás los comportamientos infantiles y empezar a adentrarse en el mundo de los jóvenes y de los adultos, que es el principal objetivo biológico de la adolescencia. Se les pide que dejen de comportarse como niños, pero en muchas ocasiones tampoco es bien visto que se comporten como adolescentes. Casi se les exige que puedan tomar compromisos a medio y largo plazo, pero la capacidad de su cerebro de hacerlo no es, en ningún caso, como la de un adulto.
Factores para lograr una buena adaptación
Hay muchos factores que intervienen en el éxito del cambio, entendiendo la palabra éxito en el sentido de una buena adaptación que les permita incrementar paulatinamente el nivel de responsabilidad individual sin aumentar el nivel de estrés y ansiedad, manteniendo unas sensaciones adecuadas de bienestar y unos vínculos sanos con su entorno, y asumiendo de forma proactiva y positiva los nuevos esfuerzos que tendrán que hacer. Uno de estos factores es el horario. Normalmente, los institutos comienzan la jornada educativa una hora antes que las escuelas de primaria: a las 8 de la mañana en vez de las 9. Este hecho comporta una pequeña contradicción en sí mismo, porque, durante la adolescencia, la zona del cerebro que gestiona el ritmo circadiano cambia y, de forma natural y espontánea, por la noche el sueño les llega un par de horas más tarde, y por la mañana el despertar espontáneo también se retrasa.
Varios estudios realizados en Reino Unido y en otros países han demostrado que, atendiéndonos a sus programas educativos ya sus costumbres sociales, si se retrasa una hora y media el momento de entrar en el centro de secundaria el rendimiento académico mejora aproximadamente un 20% y el número de días que faltan por enfermedad disminuye un 50%. Simplemente, el horario educativo se adapta mejor al ritmo circadiario interno. Cabe decir, sin embargo, que este dato no se puede extrapolar directamente al sistema educativo catalán, dadas las diferencias entre el horario oficial y el huso horario y las costumbres alimentarias. No es lo mismo comer un bocadillo ligero a las siete y media del mediodía habiendo desayunado fuerte que hacer una comida muy energética a las tres de la tarde habiendo desayunado ligero.
Otro de los factores que intervienen en el éxito del cambio es el vínculo que establece con el centro y los docentes. La propia estructura curricular, a través del trabajo por proyectos y la presencia de un docente de referencia, favorece que puedan establecerse vínculos más sólidos durante la primaria, que les dan estabilidad. En la secundaria, con un docente para cada materia, con cambios cada cincuenta minutos y con unos currículos más complejos y densos –lo que hace que vaya disminuyendo progresivamente la posibilidad de realizar trabajos transversales–, el vínculo tiende a diluirse. Esto puede generarles inseguridad, que se ve reforzada por el mismo proceso de cambio de la adolescencia, lo que puede provocar fácilmente que incremente su nivel de ansiedad y estrés. En ningún caso es necesario interpretar estas últimas frases como una propuesta para disminuir la complejidad de los currículos, sino para planificar muy bien y dar toda la importancia que deben tener las actividades conjuntas que favorezcan el establecimiento de vínculos sanos.
Un tercer factor que puede contribuir al éxito es la presión que puedan recibir de su entorno, o la forma en que ellos la perciban. Lógicamente, el incremento de la dificultad en los aprendizajes debe comportar un aumento de esfuerzo por su parte, pero no de presión del entorno. Es necesario que se sientan emocionalmente acompañados por los progenitores, docentes y compañeros, con una exigencia razonable adecuada a su edad ya la maduración de sus capacidades cognitivas y mentales.
El uso de la tecnología
Por último, otro de los muchos factores que puede contribuir al éxito del cambio de la escuela en el instituto es el uso que hagan de la tecnología digital, especialmente del abuso de redes sociales sin un acompañamiento adecuado. A través de las redes sociales ven modelos de juventud que son falazes, físicamente y por las actividades que promueven, pero, sin embargo, tienden a querer imitarlos. Ver influencers a los que parece que todo les vaya bien y siempre sean felices mientras a ellos y ellas se les pide, muy razonablemente esfuerzo, incrementa el estrés, la ansiedad y la sensación de soledad.
A pesar de que desde las escuelas y los institutos la mayor parte de docentes son muy conscientes de ello, y también los progenitores, hay que prestar mucha atención a estos aspectos para favorecer que el cambio de la escuela en el instituto sea exitoso.