Baz Luhrmann convierte a Elvis en el superhéroe trágico del rock'n'roll
Tom Hanks y un magnífico Austin Butler protagonizan el 'biopic' estrenado en el Festival de Cannes
Enviat especial a CanesEn una escena del drama fantástico 3.000 years longing de George Miller, vista hace algunos días en Canes, la "narratologista" que interpreta Tilda Swinton acaba una ponencia académica señalando que los superhéroes son el último eslabón de una larga cadena de mitos (patrañas, historias, religiones) que han ayudado a la humanidad a dar sentido a la absurdidad de la vida. Baz Luhrmann recoge el guante y pasa por la criba superheroica la historia de Elvis Presley para convertirlo en una figura heroica y trágica, un chico sencillo de Memphis transformado en dios por el poder del rock'n'roll, una narrativa que se hace explícita en un segmento recreado con estética de cómic. Pero todo héroe de cómic necesita un malvado a la altura y este papel lo interpreta su mánager, el turbio coronel Tom Parker, responsable de apaciguar el salvajismo punk del primer Elvis, de derrochar su carrera como actor y de encadenarlo a actuar en Las Vegas.
Elvis, que se acaba de presentar en Cannes, es un biopic que no quiere ofrecer un retrato psicológico preciso ni reconstruir los hechos con rigor, sino explorar la dimensión de Elvis Presley como fuerza motriz de la cultura popular norteamericana y a la vez como una de sus víctimas, devorada por su éxito. Como hacía Milos Forman en Amadeus –influencia reconocida por Luhrmann–, Elvis toma el punto de vista del antagonista, no del héroe, y navega por la historia de Elvis haciendo hincapié en la pugna constante entre el talento brutal de un músico para apropiarse de las tradiciones de la música negra y los intentos de Parker para contener su ferocidad y convertirlo en un producto familiar para el público. La película celebra especialmente los momentos de rebelión y de autonomía de Elvis, como por ejemplo el especial televisivo de 1968 con el que reflotó su carrera musical, pero en última instancia acaba mostrando la incapacidad para conducir su propia carrera y escaparse del influjo de Parker.
La vida casi shakespeariana de Elvis se adapta de fábula al estilo excesivo, grandilocuente y barroco de Baz Luhrmann, que bombardea al espectador con un flujo torrencial de imágenes icónicas. La película incluso sale indemne del reto de revivir actuaciones que forman parte de la memoria colectiva y es gracias a un Austin Butler magnífico en el papel de Elvis, creíble en la dimensión privada del personaje y vibrando en la recreación del artista en directo, sobre todo en la etapa de finales de los 60. En cambio, Tom Hanks no consigue dotar al personaje de Parker de carisma u oscuridad, quizás por la falta de costumbre a interpretar una figura tan maquiavélica como Parker o por los kilos de maquillaje y prótesis que tiene que llevar. Habría tenido más sentido buscar a un actor de una complexión física más parecida a la del personaje y no convertir la actuación de Hanks en una imitación chanante de Joaquín Reyes.