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Crónicas marcianas en el CCCB

Una gran exposición explora los múltiples relatos alrededor de Marte

4 min
Un detalle de la exposición donde el visitante puede interactuar y escoger el relato

BarcelonaMarte y la Tierra son planetas hermanos, nacieron prácticamente a la vez, hace 4.600 millones de años. Mientras para el ojo humano tan solo era una estrella roja, Marte generó múltiples historias y teorías. Ahora que el Perseverance ha aterrizado en su superficie y nos llegan fotografías en color y muestras de su pedregal reseco, continúan las preguntas. ¿Si la vida se extingue, puede renacer en un futuro? ¿Hubo una civilización que acabó desapareciendo? Si hubo vida, ¿cómo era? ¿Puede servir Marte para explicar nuestro presente o divisar nuestro futuro? ¿Puede ser el planeta donde se acaben mudando los terrícolas? Nuestra percepción de este planeta próximo ha ido cambiando y a menudo la ficción ha acabado intoxicando la realidad. La exposición Marte. El espejo rojo, que se puede visitar en el CCCB hasta el 11 de julio, no ofrece respuestas reconfortantes. "Invita a hacernos preguntas. Es un relato de relatos", asegura el responsable de exposiciones del CCCB, Jordi Costa.

Hoy Marte es un paisaje desértico, desolado, casi indistingible de las zonas más áridas de la Tierra, como se puede ver en un montaje de Joan Fontcuberta. En el CCCB, en algunos momentos, las fronteras entre ficción y realidad se disuelven. "No se trata de una exposición sobre la colonización del espacio, sino sobre la imaginación, sobre si es posible regenerar la vida en contextos hostiles", afirma la directora del CCCB, Judit Carrera.

El error de traducción que desencadenó la imaginación de muchos

Los adelantos científicos han ido paralelos a los relatos más imaginativos. Marte se empezó a cartografiar a finales del siglo XIX. El 1877 el astrónomo italiano Giovanni Schiaparelli empezó a observar y a dibujar una red de estructuras lineales, que definió como canali, surcos de origen natural; pero cuando se tradujo al inglés se convirtieron en canales, que implican una construcción artificial. El error no es un detalle insignificante y la exposición profundiza en él bastante. El astrónomo norteamericano Percival Lowell creyó que había habido una civilización antigua capaz de construir una obra de ingeniería enorme que transportaba agua por todo el Planeta Rojo, e intentó demostrar la existencia de vida alienígena.

La idea de que Marte estuviera poblado generó una sucesión imparable de artículos y teorías sobre cómo entrar en contacto con sus habitantes. Incluso aparecieron médiums que describían los paisajes y los seres vivos, y que afirmaban hablar la lengua marciana. Es la época en la que H.G. Welles escribió la novela La guerra de los mundos (1898), donde describe una invasión marciana de la Tierra. El octubre del 1938 Orson Welles hizo un simulacro de noticiero, inspirado en la novela, y fue lo bastante realista como para generar pánico entre muchos oyentes.

Un planeta sin supremacía masculina

Asimismo, en la exposición hay otros muchos relatos. Desde el dios telúrico viril, violento, amante de la bronca y de las batallas que imaginaron babilónicos, griegos y romanos –el menos querido por Homero por lo que representaba– hasta un planeta donde se proyectan el miedo del otro y las paranoias causadas por el comunismo. Marte ha generado centenares de historias: desde las once novelas de Edgar Rice Burroughs que arrancan con Una princesa de Marte (1912) y acaban con John Carter de Marte (1942), hasta Las crónicas marcianas (1950) de Ray Bradbury, donde los seres humanos de una Tierra futura, amenazada por la guerra nuclear, colonizan Marte.

The Magazine of Fantasy and Science Fiction. Ilustración de la cubierta de Chesley K. Bonestell

Hay relatos mucho menos belicistas. El 1893, las norteamericanas Alice Ilgenfritz y Ella Merchant escribieron Unveiling a Parallel. A romance [Desvelando un paralelismo. Un romance], donde describen dos civilizaciones que habitan en Marte: en Paleveria las mujeres dominan a los hombres y en Caskia no hay ninguna supremacía sino que hombres y mujeres conviven en armonía. Kim Stanley Robinson imaginó una epopeya que llega hasta el siglo XXIII y donde Marte también era colonizado por los terrícolas. Pero Marte aparece antes del nacimiento de la ciencia-ficción. Dante habla del planeta en la Divina Comedia y William Shakespeare lo invoca a Enrique V. El Planeta Rojo también ha servido para polemizar sobre la revolución comunista. El escritor ruso Aleksandr Bogdanov describía un Marte donde no hay escasez y donde no existe el dinero, los marcianos viven tranquilos y cooperan los unos con los otros.

El meteorito rescatado de las profundidades de Marte

En la exposición, comisariada por Juan Insua, hay más de 400 ítems, entre libros incunables, esculturas, dibujos, fotografías, cómics y facsímiles, películas, manuscritos, piezas de coleccionista e incluso un meteorito marciano. Se trata del KG 002, un meteorito que en enero de 2010 se recuperó en el desierto del Sáhara. "Es muy interesante porque es la muestra conocida que proviene de mayor profundidad de Marte", explica Insua. Fue arrancado de Marte hace unos tres millones de años. Y no es el único. En 1983 se hizo público el descubrimiento de otro meteorito, el EET 79001, encontrado años antes en la Antártida. Cómo llegaron estos meteoritos a la Tierra es otro rompecabezas que explica la exposición.

El recorrido acaba con los futuros posibles vinculados a Marte. La cuestión que queda en el aire es qué se impondrá y si los terrícolas serán capaces de imaginar una sociedad diferente con la ayuda de Marte. O si se convencerán que no están solos: "Es evidente que no estamos solos. La cosa irracional sería pensar que estamos solos en el Universo ¿Si hay tantos planetas similares, por qué tendríamos que ser los únicos? Como decía Carl Sagan, sería una tremenda pérdida de espacio", dice el comisario de la exposición y director del CCCB Lab.

Aliado de Hitler y de Walt Disney

Uno de los numerosos protagonistas de la exposición es Wernher von Braun. Oficial de las SS durante la Segunda Guerra Mundial, como tantos otros nazis que destacaron en el campo científico, se lo disputaron los norteamericanos y los russos. Al final se lo llevaron les Estados Unidos y fue el responsable de los cohetes Saturn que llevarían al hombre a la luna, pero también pensó y proyectó una misión a Marte. Los detalles aparecen en Das Marsprojekt (1952), donde están los cálculos necesarios para llegar al Planeta Rojo. El científico imagina una enorme nave con capacidad para 70 tripulantes que podía pasar 443 días en el planeta antes de regresar a la Tierra. En este momento creyó que sería posible a mediados de los años 60. Von Braun se integró tanto en la sociedad norteamericana que acabó colaborando como divulgador en una serie de proyectos de Walt Disney. No fue el único científico alemán reciclado por los Estados Unidos. Como recordaba Jordi Costa en la exposición del CCCB, Peter Sellers hace una sátira en Doctor Strangelove (1964) de Stanley Kubrick. En una reunión del gabinete de crisis, en una especie de tic nervioso, a Sellers, que encarna un científico, se le levanta el brazo haciendo el saludo nazi.

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