Josep Maria Jujol en la casa de los pobres
Se detallan por primera vez las intervenciones del arquitecto tarraconense en la Casa de Familia de Barcelona
BarcelonaLa buena arquitectura puede influir en el estado de ánimo de quienes viven o trabajan en un edificio. Cientos de trincheros que malvivían por las calles de Barcelona encontraron un hogar cuando la Junta Provincial de Protección a la Infancia de Barcelona, con el impulso del cura Josep Pedragosa, convirtió el desaparecido convento de las Monjas Mínimas de la calle del Carmen de Barcelona en un albergue de 50 plazas, un centro de observación y una casa de familia, con el arquitecto tarraconense Josep Maria Jujol (1879-1949) como "director artístico", como decía la prensa de principios de siglo XX. Hasta ahora esta obra de Jujol sólo era conocida por una botella con rasgos escultóricos que él mismo diseñó para el comedor de la institución y que la empresa BD Barcelona Design produce desde finales de los años ochenta. Ahora se recoge por primera vez el grueso de las intervenciones de Jujol, hasta ahora desconocidas. Sí que el hijo del arquitecto había publicado el rótulo de la fachada, pero el trabajo del arquitecto fue mucho más allá: también hizo el dormitorio del albergue provisional, un aula instalada en una antigua capilla que había en un extremo del patio, un zócalo pintado en la fachada interior del convento y una sinuosa escalera metálica en el patio.
Todos estos trabajos tienen el sello del talento desbordante de Jujol y su inventiva para dar una nueva vida a un edificio con recursos muy limitados. Es una lástima que ninguna de estas fotografías sea en color para poder captar toda la potencia de la obra. Para Josep Pedragosa el contacto de los chicos con las artes era uno de los puntales de su visión pedagógica, y algunos de ellos fueron privilegiados porque, como recordó el también arquitecto Enric Granell en un artículo publicado en la revista Cuadernos de Arquitectura y Urbanismo, Antoni Gaudí iba a buscar a la institución modelos para las esculturas del Nacimiento de la Sagrada Família. “La Casa recibió algunas noches a un extraño visitante: Antoni Gaudí, que visitaba casi cada día su confesor en el oratorio de Sant Felip Neri y, si acababa tarde, pernoctaba en la Casa –explica Granell–. El cura de las escuelas de la Sagrada Família era amigo de Pedragosa y fue él quien los puso en contacto. Las visitas de Gaudí a la Casa no estaban del todo desinteresadas. Allí reclutaba, entre los expresidiarios, los modelos que darían forma a las esculturas de la fachada del Nacimiento del templo que estaba construyendo”.
Las monjas Mínimas se marcharon del convento de la calle del Carme en 1908 para trasladarse a otro en Horta y los primeros chicos llegaron a su convento en 1909. Es probable que Jujol empezara a trabajar entonces haciendo las intervenciones imprescindibles para sanear el edificio. Son los años que Gaudi y Jujol estaban terminando las obras de la Pedrera y podría ser que el propio Gaudí, la propietaria de la Casa Milán, Roser Segimon, o el gran mecenas de Gaudí, Eusebi Güell, que eran vocales de la Junta Provincial de Protección a la Infancia de Barcelona, hubiesen recomendado Jujol a la Junta.
"Lo que quería conseguir Jujol era una transformación completa de los espacios que conectara con una dimensión celestial y trascendente", afirma el arquitecto Diego Alberto Rodríguez Lozano, el autor de la tesis doctoral Sobre el oficio y la técnica en la obra de Josep Maria Jujol. "El principal papel que Jujol tuvo al lado de Gaudí fue el de un acabador. Cuando él llegaba ya había algo hecho, como había hecho con Antoni Maria Gallissà y Josep Font Gumà. Esto lo acabó marcando. Yo veo. Jujol más cómodo trabajando de esta forma que en los proyectos de nueva planta. Tiene una actitud más natural y más desarrollada", explica Rodríguez. "Son los años en los que Jujol es ya una individualidad y al mismo tiempo parte de la vanguardia", subraya el arquitecto Josep Llinàs, que restauró una de las grandes obras de Jujol, el Teatro Metropol de Tarragona.
El trabajo de Jujol en el convento de las Mínimas encontró eco en la prensa muy pronto: "Es un caserón muy viejo y lleno de pintorescas irregularidades, y una mano hábil lo ha acicalado cariñosamente y con poco gasto, ofreciendo en conjunto y en los suyos detalles un aspecto muy simpático", dice un artículo del director de la revista La Hormiga de Oro, Josep Roca y Roca. "Recuerdo, entre otras dependencias, un patio interior, porticado, resplandeciente de luz que centellea de los encalados blancos y azules de sus muros y sus arcos y gran profusión de macetas de flores", añade. Algunas de las imágenes de estos trabajos las publicó a mediados de los 80 el catedrático de la UB Fèlix Santolaria en su tesis doctoral sobre Josep Pedragosa. No es de extrañar que no las atribuyera a Jujol, porque entonces era poco conocido por el gran público. Otra de las tareas fue distribuir las nuevas dependencias en los espacios existentes. Así, en la planta baja instalaron la mayordomía, el gabinete antropométrico y las “salas de higiene”, y en la segunda, los talleres de trabajos manuales, la biblioteca, la enfermería y las aulas de enseñanza primaria.
El elemento más emblemático era el rótulo de la entrada. Estaba hecho con chapa metálica sobre una pintura mural y tenía el punto abstracto que Jujol daba a sus rótulos porque le gustaba que los pasantes tuvieran que esforzarse por entender qué decía. Sus detractores le aprovecharon para poner más leña al fuego de la polvareda que había levantado ese mismo año la mítica cerrajería y tienda de cajas fuertes de Pere Manyach en la calle Ferran, y en un artículo anónimo aparecido en La Esquella de la Torratxa se refirieron al rótulo como un “arreglo”. “Los profanos, los cortos de gamberros, los no iniciados, se burlarán de las composiciones de este genio de la arquitectura y el arte pictórico. Los inteligentes pedirán, a buen seguro, una de las cajas de Mañach para encerrarlo dentro. Es lo que se impone”, dice también el artículo.
En cambio, el de la Casa de Familia es uno de los rótulos “más bonitos” de Jujol, como explica Llinàs: “Parece como si lo hubiera hecho con la mano temblando, sin orden geométrico alguno. Debió de ser una obra intensa”. Otro detalle que le llama la atención de este rótulo es que Jujol, como había hecho en 1907 con las pinturas conmemorativas del rey Jaime I en la muralla de Barcelona, volvió a pintar sobre piedra. "Hoy le llevarían a la cárcel", advierte Llinàs. El otro elemento metálico de la intervención es la escalera del patio. "La forja a veces también tiene un carácter espacial, y para Jujol las escaleras tenían que ver con una ascensión entendida desde un punto de vista casi religioso. Estas escaleras parecen unos hilos que se caen del cielo", dice Rodríguez.
En el nuevo dormitorio, Jujol hizo pintar las columnas de azul y ocultó las viejas vigas de madera de la cubierta con un falso techo ondulado que parece una versión esquemática de los que había hecho para la Pedrera junto a Gaudí. Como dice Llinàs, el falso techo, que podría estar hecho con una enyesada, da "calidez" a la habitación y al mismo tiempo tiene un carácter "provisional". "Debió empezar con las pinturas para irse desplazando poco a poco a transformar el espacio; estos techos debieron ser de los últimos elementos", apunta Rodríguez. También realizó los nuevos servicios, donde se pueden ver unas ventanas estallantes con forma elíptica, como las que más adelante hizo en otros edificios como el Teatro Metropol, la reforma de la masía de Can Negre y la Casa Bofarull. En la antigua capilla Jujol abrió una ventana con una geometría muy compleja y aprovechó los lugares donde la pintura se había estropeado para pintar unos arrimaderos y llenar los agujeros con un color diferente al que había. También diseñó, como puede verse en una de las imágenes, un tríptico cuya escena puede ser de la Anunciación que sigue en paradero desconocido.
En obras como ésta, Jujol apenas hacía planos y encontraba las soluciones constructivas durante las obras, codo con codo con los albañiles y los artesanos. "Es él mismo quien hace toda la cosa, quien sube a la embestida y pinta la fachada con los motivos de decorar que son tan suyos: esos pájaros estrujados, en negro y oro, esas expansiones sutiles, vitales de formas curvas", va escribir unos años después el arquitecto y biógrafo de Gaudí Josep Francesc Ràfols.
"No hace falta decir que Jujol no recibió ninguna remuneración económica por su actuación como arquitecto director de las obras", recuerda el hijo del arquitecto Josep Maria Jujol Jr. en el libro Jujol en Barcelona. Pero el cura, conocedor de la admiración que Jujol tenía por el antiguo, le regaló unas rejas "superbas" que habían protegido dos ventanas.
El albergue provisional de la Casa de Familia fue inaugurado el día del Corpus de 1911, el 15 de junio, unas semanas después de que llegaran los primeros niños. Fue una institución pedagógica innovadora para su tiempo, pero no pudo con el frenesí creativo de Jujol, y en las actas de la comisión permanente de la junta de noviembre de 1911, conservadas en el Archivo Nacional de Cataluña, quedó recogido como fiscalizaron su trabajo: uno de los puntos del orden del día era enviar una notificación al “señor arquitecto, administrador y operario del albergue provisional y reiterarle la orden de la Junta de que no se practiquen obras sin orden expresa , para evitar complicaciones en el pago de las cuentas”. El secretario respondió que se había anticipado a los deseos de la Junta y que ya lo había hecho y que el vocal delegado del albergue había recibido el encargo de “ordenar la suspensión de las obras que no hubiera ordenado la Junta” .
Una gran noche de San Juan en la griega
La relación de Jujol con el cura Pedragosa fue más allá de la rehabilitación del convento y reveló una vertiente inédita en su trayectoria, la de escenógrafo. En la Casa de Familia se formó una compañía teatral, porque las artes y el deporte eran importantes en el proyecto pedagógico del cura, y Jujol hizo el decorado de un montaje de la tragedia de Sófocles Filoctetas que hicieron en el patio de la Casa de Familia una noche de San Juan, dirigida por los hermanos Domènec y Vicenç Corominas y Prats. La representación formó parte de una “noche helénica” que fue sonada. La escenografía de Jujol consistió en una plataforma con dos niveles adornados con unas olas de tintes clásicos y las quillas de unas barcas en los extremos, todas evocadoras de los viajes navales de la obra. En medio del escenario había un árbol que ocultaba el telón pintado con la boca de la cueva donde habita Filoctetes, que estaba al fondo. La historia de la Casa de Familia en la calle del Carme duró poco más de una década: en 1921 se trasladaron a la calle Sant Simplici porque el Ayuntamiento de Barcelona expropió el edificio y lo hizo derribar para construir el grupo escolar Milà i Fontanals.