Literatura

La esclavitud de los cuerpos y la libertad de los espíritus

La protagonista y narradora de 'Este mundo sin luz', de Jesmyn Ward, es una joven esclava que además es hija del dueño de esclavos blanco de su madre

Ilustración de Benjamin Henry Latrobe sobre dos esclavas y el hombre que las vigila mientras trabajan
3 min
  • Jesmyn Ward
  • Periscopio/Sexto Piso
  • Traducción Josefina Cabal
  • 304 páginas / 19,90 euros


Es una pregunta incómoda, un poco peliaguda pero también en parte legítima: ¿hasta qué punto es ético -humanamente justo e históricamente riguroso- documentar acontecimientos terribles del pasado que realmente sucedieron, y hacerlo con preciosidad, con un evidente deseo de estilo? , enriqueciéndola con la refinada conciencia de sí que aportan el conocimiento, la cultura y la distancia? Alguien puede decir que desde el momento en que un hecho real se convierte en literatura ya está formalizado, y es cierto, pero estaremos de acuerdo en que existen estrategias de formalización que intentan evitar cualquier ejercicio de sofisticación y que aspiran a depurar cualquier inclinación. a la preciosidad. Hay quienes incluso han convertido la prosa seca y la mirada limpia y frontal en una suerte de militancia moral y cívico-política. La literatura de Xoà -los que saben del tema lo han explicado bien- es un ejemplo clarísimo de lo que digo.

Tenía estos pensamientos dando vueltas en mi cabeza mientras leía. Este mundo sin luz, de Jesmyn Ward (Mississippi, 1977), el único escritor estadounidense que ha ganado dos veces el Premio Nacional del Libro. Como en su novela anterior, titulada Canten, espíritus, canten. y publicado en catalán, también por Periscopi, en 2018 (también en buena traducción de Josefina Caball), Este mundo sin luz funciona como una exploración de la memoria del dolor, la fatalidad, la crueldad, y también los anhelos de reparación y libertad, con los que la trágica experiencia de la esclavitud marcó para siempre a la comunidad afroamericana en los Estados Unidos de América.

Ward, además, lo hace a su manera: entre la crudeza y la violencia de la vida cotidiana más bestial, por un lado, y el misticismo, la espiritualidad y la mitología, por el otro. Reaparecen las preguntas señaladas en el primer párrafo: ¿hasta qué punto es legítimo, coherente con la verdad humana e histórica de la esclavitud, literarizarla con una prosa fluida y elegante, comparándola con el viaje de Dante al infierno y completándola con recuerdos míticos? es decir, no relacionado con la servidumbre sino con la lucha y el poder –¿de cuando los negros eran libres en su África natal? ¿Es una forma de endulzar el pasado o de emanciparlo, redimensionarlo de forma vengativa y presentarlo revitalizado y enriquecido?

El protagonista y narrador deEste mundo sin luz ella es una joven esclava de Carolina que no solo nació en la esclavitud, sino que también es hija del dueño de esclavos blancos de su madre. Annis, entonces, es hija de muchas violencias: hija del secuestro de su madre, hija del sometimiento impuesto diariamente a su madre, hija de la violación brutal sufrida por su madre y hija del poder bruto de un padre biológico. que no la reconoce como ser humano. “Que somos de alguien desde el día que nacemos hasta que morimos, y luego nuestros hijos…”: la perplejidad entre afligidos e impotentes que late tras esta frase condensa todo el drama sin apenas esperanzas de los esclavos.

Ward plantea un argumento simple –después de los años en Carolina, seguimos a Annis a Nueva Orleans, donde regresa para ser esclava en una plantación de azúcar de Luisiana– porque a ella le interesa sobre todo el contraste entre el presente de la servidumbre y el presente. El abuso de los blancos somete a su protagonista, y el recuerdo amoroso de la madre perdida que la guía y el espíritu empoderador de la abuela africana guerrera que la ilumina y fortalece. El resultado es una novela dura y poética, irregular y un poco prolija, que en los mejores pasajes estremece y conmueve.

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