Memoria histórica

¿Quién era María Luz Morales, la primera directora de un diario?

M. Àngels Cabré recupera la figura de la periodista gallega, catalana de adopción, con la publicación de 'Historias del décimo círculo'

La escritora y periodista Maria Luz Morales
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Barcelona¿Quién era María Luz Morales (A Coruña, 1889 - Barcelona, 1980)? "Era una mujer muy potente, una periodista brillante y la crítica cultural más importante del siglo XX, sin duda", asevera la escritora y crítica literaria M.Àngels Cabré, que se ha empeñado en recuperar su figura. Ha reeditado su obra biográfica Alguien a quien conocí (1973) y la recopilación de relatos Historias del décimo círculo (1962) con la editorial Renacimiento y ha impulsado el Premio de Periodismo Feminista María Luz Morales, convocado por el Observatorio Cultural de Género y el Ayuntamiento de Santa Coloma de Gramenet, con la colaboración del ARA, que ya va por la sexta edición y que tiene en su palmarés nombres como Marina Subirats, Cristina Fallarás y Najat El Hachmi.

María Luz Morales, periodista, escritora, editora, traductora y conferenciante de origen gallego y catalana de adopción, dirigió La Vanguardia durante los primeros meses de la Guerra Civil, cuando Gaziel se exilió, y hasta que entró el comité obrero. "Era una mujer diplomática, caía bien a todo el mundo y generaba mucho consenso –explica Cabré–. Tenía fama de elegancia moral. Cuando murió, los diarios dijeron adiós a la gran dama de la prensa".

El pecado de la guerra

Se convirtió así en la primera mujer en dirigir un diario en Catalunya y en el Estado. La presencia femenina en los cargos de responsabilidad de la prensa sigue siendo excepcional: las mujeres ocupan el 22% de las direcciones, según el informe de la Asociación de Mujeres Periodistas de Cataluña de 2019. A Morales dirigir La Vanguardia le costó 40 días de cárcel y la pérdida del carnet de prensa durante 10 años cuando terminó la guerra, etapa en la que firmó bajo seudónimo.

Aun así, se le ha acusado de posicionarse a favor del régimen y de colaborar con la censura. En el libro El enigma Arquimbau (Comanegra, 2016), Julià Guillamon documenta que Morales hizo un informe desfavorable sobre su coetánea, la escritora Rosa Maria Arquimbau. "En aquella época, o estabas dentro del sistema o no escribías en un diario. Si eras roja y anarquista te morías de hambre en tu casa. La mayoría de republicanos no podían ni tener trabajo", la defiende Cabré. Cabe apuntar en este debate que Morales firmó un manifiesto contra el auge de los fascismos en Europa en el Congreso Mundial de Mujeres en París en 1934 y otro a favor de la República en 1938, tal y como recuerda la investigadora Rocío González Naranjo en el prólogo de la reedición de Historias del décimo círculo.

"La guerra tiene muchos rostros. Yerra quien cree que los conoce todos", escribe en el cuento El negro comprado. Mientras que Alguien a quien conocí habla de la Edad de Plata, años fructíferos y de emancipación femenina para Morales, Historias del décimo círculo es una recopilación de seis relatos de la guerra. Hace referencia a los nueve círculos de la bajada en los infiernos de Dante Alighieri en la Divina Comedia, Morales inventa el décimo, que reúne todos los pecados, es decir, la guerra. Un sacerdote que cuida un observatorio (con muchas similitudes con el Observatorio Fabra) que enseña a un grupo de milicianos cómo hablar con las estrellas o la soledad de un chico que se cierra en un sótano para no ir al frente son algunos de los protagonistas de las historias, que tuvieron que pasar también la censura y que son un alegato a la piedad ya la compasión, independientemente del bando, muy en línea con sus valores cristianos. Publicado el mismo año que La plaza del Diamante, el punto de vista es otro: en tres de las recopilaciones es una periodista el sujeto narrativo, alter ego de Morales, porque ella se quedó en Barcelona y "vivió la guerra desde el exilio interior", apunta Cabré.

Entre Aurora Bertrana y Lorca

Morales empezó con 20 años dirigiendo la revista La llar y la moda, colaboró en el diario madrileño El Sol, sobre todo haciendo crítica cultural y se jubiló en el Diario de Barcelona haciendo artículos sobre moda. Fascinada por los niños y la educación, hizo una gran aportación a la literatura infantil con adaptaciones, artículos y creación propia. Tradujo a Víctor Català y Mercè Rodoreda al castellano, se rodeó de figuras como Gabriela Mistral y Eugeni d'Ors y conoció a Marie Curie y Federico García Lorca. De hecho, hay un Romancero gitano dedicado a ella en el Ateneu Barcelonès que el autor le regaló para agradecerle la crítica que hizo de su obra Doña Rosita la soltera cuando Margarida Xirgu la llevó al Teatro Principal de Barcelona. Fundó la Editorial Surco y la Academia de Señoritas de Barcelona en Pedralbes mirando en la icónica academia madrileña dirigida por María de Maeztu, la versión femenina de la Residencia de Estudiantes por donde pasaron Salvador Dalí, Luis Buñuel, Juan Ramón Jiménez o Manuel de Falla. También fue vicepresidenta del Lyceum Club, con Aurora Bertrana en la presidencia.

Pese a recibir reconocimientos como el Premio Ciudad de Barcelona de periodismo y la Croix de Chevalier de las letras francesas, su nombre no ha trascendido lo suficiente. ¿Cómo es? Por un lado, la familia no tiene interés en recuperarla, dice Cabré. Y añade: "Como escribía en castellano, aquí le olvidamos; como no se quedó en Galicia, en Galicia le olvidan, y en Madrid también la olvidan, porque es catalana". No es extraño entre las mujeres de su generación (y entre otras muchas), que poco a poco se van recuperando, como es el caso de Anna Murià, de Teresa Pàmies o de las llamadas Sinsombrero, entre ellas Maria Zambrano. "Las hemos olvidado y eran importantes".

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