Literatura

"Palestina vive en un estado de gravedad permanente"

La escritora chilenopalestina Lina Meruane visita Barcelona para presentar su último libro de cuentos

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Entrevista en la escritora Lina Meruane.

BarcelonaLina Meruane creció en Chile, pero es hija de madre italiana y su padre es de ascendencia palestina. "Los abuelos tuvieron que marcharse de Beit Jala a finales del siglo XIX, y ya no volvieron nunca más", recuerda. Nacida en 1970, Meruane no empezó a investigar sus orígenes familiares hasta que en septiembre de 2001 ya raíz de la caída de las Torres Gemelas se dio cuenta de que "Estados Unidos hizo el intento de culpar a la Organización por el Liberación de Palestina del ataque terrorista". Meruane acababa de llegar a Nueva York para realizar el doctorado en literatura hispanoamericana en la NYU (New York University). Ha vivido desde entonces, con un paréntesis de dos años en Madrid (2021-2023) que se ha cerrado con el regreso de la autora a Manhattan.

Cuando se instaló como estudiante ya había publicado un primer libro de cuentos, Las infancia (1998), y las novelas Póstuma (2000) y Búsqueda (2000). Dos décadas después ha publicado una decena de títulos más, entre ellos Palestina en pedazos (Random House, 2023) y los cuentos, contundentes y angustiosos, deAvidez (Páginas de Espuma, 2023). "Soy hija de médicos y en casa estábamos acostumbrados a utilizar un lenguaje descarnado para hablar del cuerpo y de todo lo que le puede pasar –explica–. En mi ficción también se nota que crecí en un país que sufría una dictadura. A más de la violencia propia de un régimen como el de Pinochet, existe la violencia de género que sufrimos las mujeres, y esto no es exclusivo de Chile, por desgracia se da en todo el mundo".

Niñez, maternidad y enfermedad

La compulsión y las obsesiones estructuran las trece narraciones incluidas en el volumen, donde se encuentran tres de los temas que han recorrido buena parte de la obra narrativa de Meruane. "Por un lado, está el paso de la infancia a la adolescencia, que a menudo está marcado por el despertar de la sexualidad y el deseo –dice–. También hablo a menudo de los conflictos derivados de la maternidad, la madurez y la relación con los hijos". No existe, en cambio, la vejez. ¿Por qué? "Es una muy buena pregunta que no sé contestar todavía", dice. Existe, por último, la presencia de la enfermedad, que motivó una de las novelas más conocidas de la autora, Sangre en el ojo (Random House, 2012), sobre una mujer que está a punto de quedarse ciega y que necesita realizarse una operación urgente para evitarlo. "Lo único que falta es Palestina –admite–. Solo he abordado este tema desde la ficción una vez, en un relato distópico ya la vez utópico. Ha motivado, en cambio, varios ensayos, Volverse Palestina y Volvernos otros". También charlas y numerosas entrevistas. "Es un tema que me persigue, y es normal que sea así: Palestina vive en un estado de gravedad permanente", afirma.

A Avidez hay cuentos perturbadores sobre chicas obsedidas con la depilación (Hojas de afeitar), sobre una criatura que nace con una lengua bífida y que debe enfrentarse con el primer día en la escuela (Reptil) y sobre dos niños que quieren conseguir una botella de vino para conmemorar la muerte de sus padres, víctimas de la dictadura (La huesera). "La mayoría de cuentos están narrados desde la subjetividad femenina, pero no tengo ninguna intención de convertir a mis niñas y mujeres en heroínas, como ocurre en mucha literatura hecha ahora –explica–. Las mujeres pueden ser tiernas y humildes, pero también violentas ".

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