Patrimoni

Natascha Drabbe: "No entiendo que Barcelona no compre la Casa Gomis y la dé a un museo"

La fundadora de Iconic Houses alerta de que la casa de Antoni Bonet Castellana en El Prat está en peligro, y recibe en la red el taller de Joan Miró en Palma

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La fundadora de Iconic Houses, Natascha Drabbe

BarcelonaLa red internacional de casas museo Iconic Houses tiene cada vez más miembros y mayor reconocimiento. Hace pocas semanas ingresó el taller de Joan Miró en Palma, obra de José Luis Sert, que se suma a dos miembros catalanes recientes: las Casas Baratas del Bon Pastor –una de las sedes del Museo de Historia de Barcelona (Muhba)– y otro lugar mironiano, el Mas Miró. Por otra parte, hace diez años que Iconic Houses celebró el congreso internacional en la Pedrera. "Está muy bien que estos tres edificios sean tan distintos entre sí, porque lo que me gusta de Iconic Houses es que cubre todo el siglo XX", afirma la fundadora de la red, la historiadora de la arquitectura Natascha Drabbe. "La gente quizás piensa que las casas icónicas son solo mansiones como la Villa Savoye, de Le Corbusier, y la Casa de la Catarata, de Frank Lloyd Wright, pero yo quiero mostrar todo el abanico de tipologías de cómo la gente corriente vivía en el largo del siglo XX", explica, y pone como ejemplo otro miembro barcelonés de la red, la Casa Bloc.

Las Casas Baratas del Bon Pastor.

Sin embargo, el reconocimiento patrimonial no ha conseguido que otra vivienda icónica catalana, la Casa Gomis, conocida como la Ricarda, deje de estar el peligro. La primera ampliación del aeropuerto de El Prat la hizo inservible, y el proyecto de la futura ampliación podría empeorar su situación, o hacerla desaparecer. "Me parece muy raro que la ciudad de Barcelona no se ofrezca a comprarla o darla al Museo del Diseño o al Muhba y hacer un museo satélite, porque está íntegra y se conservan sus muebles", lamenta Drabbe. "Y tuvo un papel cultural importante durante el franquismo", subraya.

Aunque la historia de Iconic Houses empezó hace más de quince años, sobre las casas museo todavía se ciernen tópicos como que los vecinos piensan que los propietarios ganan mucho dinero y que les roban intimidad. Pero la realidad es que los equipos de muchas de estas casas son pequeños y tienen presupuestos modestos. Asimismo, si son demasiado pequeñas para acoger actos culturales que den beneficios, los responsables buscan espacios cerca para poder hacerlo. "Las fábricas y las oficinas las puedes reformar. En una casa lo primero que reformas es la cocina, y el baño es lo primero que cambias, y entonces pierdes una parte importante de la historia de la casa, porque son los lugares donde se encuentran muchas novedades tecnológicas", dice Drabbe.

Por otra parte, las casas de autor pueden convertirse en una especie en peligro de extinción. "A lo largo del siglo pasado, los arquitectos hacían casas para clientes privados. Pero ahora los arquitectos famosos no quieren hacer casas porque les toma mucho tiempo y les hace perder dinero. Y si hacen una casa, la hacen para un cliente muy rico. En cambio, a menudo las innovaciones las encuentras en casas cuyos presupuestos fue restringido, lo que obligó a los arquitectos a ser creativos", explica. Otro caso son las casas que los arquitectos hacen para sí mismos, como fue el caso de la misma vivienda de Drabbe, diseñada por su marido, Mart van Schijndel (1943-1999), en Utrecht. "Cuando los arquitectos se hacen una casa quieren impresionar, pero lo hacen con un presupuesto menor que el de sus clientes. Y entonces es cuando son innovadores y utilizan nuevos materiales atípicos", dice Drabbe.

El taller de Joan Miró en Mas Miró.

Una red con mucho potencial

Actualmente, la red tiene prácticamente 200 miembros en todo el mundo. Entre los países con más viviendas se encuentran Estados Unidos (37), Países Bajos (26), Francia (18), Alemania (15), República Checa (13) y España (12). 151 son viviendas de arquitectos, 18 son de artistas y 28 están disponibles para realizar estancias. "Por la búsqueda que he hecho, podríamos doblar a los miembros", dice Drabbe. En cuanto a los planes de futuro, está trabajando para que el estudio del escultor Xavier Corberó en Esplugues de Llobregat entre en la red y para volver a organizar un encuentro en Barcelona en 2026, coincidiendo con la Capitalidad Mundial de la Arquitectura.

La vivienda familiar de Marte van Schijndel y Natascha Drabbe, terminada en 1992, se ha convertido en el monumento más reciente de los Países Bajos. Esto entronca con que allí, y en toda Europa, la protección de la arquitectura de la segunda mitad del siglo XX es todavía una asignatura pendiente. "Estamos casi en 2030, han pasado tres décadas del siglo XXI, y el patrimonio evoluciona con nosotros", dice Drabbe. Mientras que los edificios pioneros del Movimiento Moderno están reconocidas institucionalmente, hasta el nivel de Patrimonio Mundial de la Unesco, la situación de la arquitectura posterior es muy distinta. "Ahora nos encontramos en el momento en que los propietarios de las viviendas de la segunda mitad del siglo XX todavía viven en ella –explica Drabbe–, pero a veces son tan grandes que se ven obligados a trasladarse a un apartamento más pequeño, o mueren, y las casas quedan vacías". Que queden deshabitadas puede ser un problema más que una oportunidad. "Hemos descubierto que hay muchas casas que no son mediáticas que cuando los propietarios mueren salen al mercado, y entonces están en peligro porque no están catalogadas y el nuevo propietario puede derribarlas. Tenemos que estar muy alerta de todo lo que pasa", asegura.

El taller de Joan Miró en Palma, obra de Josep Lluís Sert.

Otro factor que pone estas casas en peligro es la ubicación: sus autores tuvieron muy buen criterio a la hora de elegir los sitios. Puede ocurrir que el nuevo propietario no quiera la casa, pero sí el solar para hacerse otra. "La mayoría de veces las casas modernas están en lugares alucinantes, pero las construyeron con poco presupuesto. Así que ahora hay compradores que derriban una casa moderna sencilla para hacerse una gran mansión", dice Drabbe.

Por todo esto asegura que hay que pasar a la acción. "La gente todavía no entiende que la arquitectura posmoderna está en peligro, y que debería tener cariño por los mejores ejemplos, también del brutalismo y el descontructivismo, y salvarlos. Ahora es el momento de descubrir la arquitectura de las tres últimas décadas del siglo XX y decidir qué edificios vale la pena restaurar y conservar", subraya.

Otro reto de futuro que afecta a los edificios patrimoniales es cómo implementar medidas para mejorar su eficiencia energética y qué hacer cuando han dejado de cumplir las normativas. "Es imposible que estas casas cumplan con las normativas actuales, es ridículo", advierte Drabbe. "Las puertas de las viviendas que se construyen hoy en los Países Bajos deben medir 1,20 metros de ancho para que pueda pasar una silla de ruedas. Pero no puedes ampliar los pasillos de una casa moderna, porque arruinas su diseño. Por otra parte, los marcos de estas viviendas, de acero inoxidable o aluminio, suelen ser muy delgados, y es muy difícil encajar cristales dobles o triples; por lo tanto, creo que es imposible que cumplan todas las normativas", subraya.

Unas atracciones turísticas más sostenibles

Para Drabbe las casas museo representan un modelo de turismo menos masivo. "Está muy bien que el alcalde de Barcelona quiera prohibir los apartamentos turísticos. Los barceloneses ya no pueden alquilar un piso porque son todos para los turistas. Es importante que el turismo se distribuya por todas partes del país. Amsterdam es casi como Venecia, capitales que se han convertido en parques temáticos", lamenta Drabbe.

Asimismo, cree que las casas museo ofrecen contenidos históricos sin las grandes dimensiones, que pueden llegar a ser abrumadoras, de grandes museos como el Louvre o el Metropolitan. Si uno no tiene claro qué quiere ver, la magnitud del museo puede ser desalentadora. En cambio, Drabbe ve las casas museo modernas como "cápsulas del tiempo en muchos aspectos distintos". "Las visitas son muy agradecidas, porque se pueden experimentar de formas muy distintas, lo que las hace interesantes para públicos de todas las edades. Las visitas pueden ser pedagógicas y al mismo tiempo divertidas", dice Drabbe. "El público no especializado puede plantearse cómo vivían los habitantes de la casa –concluye–, como si hubieran sido sus vecinos. Los interesados en el lifestyle pueden inspirarse en sus propias casas, y los arquitectos, los interioristas y los diseñadores pueden prestar más atención a las innovaciones técnicas y mirar la construcción desde el punto de vista de los ingenieros. Y las casas también ofrecen una lección de historia política y social, por lo que son una forma muy accesible y entretenida de aprender algo sobre el pasado".

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