Miha Kovač: "Si quieres el bien de tu hijo, aléjalo de las pantallas y léele cuentos"
Profesor universitario y ensayista
BarcelonaAdemás de dar clases en la Universidad de Liubliana, Miha Kovač (1960) ha estudiado a fondo durante la última década los cambios provocados por las tecnologías de pantalla en los hábitos de lectura y la comprensión de lo que se lee. Autor de ensayos como Leer respirar (Robinbook, 2022), el año pasado comisarió la participación de Eslovenia como cultura invitada en la Feria del Libro de Frankfurt e impulsó el Manifiesto de la Lectura de Liubliana, que contó con adhesiones de escritores como Olga Tokarczuk, Margaret Atwood, Slavoj Zizek y Georgi Gospodinov y de organizaciones como el PEN Club Internacional, la Asociación Internacional de Editores y la Organización Internacional para el Libro Juvenil (IBBY). Hace poco ha pasado por la Universidad Politécnica de Barcelona, que también ha querido sumarse al manifiesto.
Creció en la antigua república de Yugoslavia. ¿Cómo fueron esos años?
— En un país comunista era necesario decir las cosas entre líneas, en vez de hacerlo abiertamente. Quizá por eso estudié Teoría de la Literatura y Sociología. La literatura, en esos momentos, tenía una gran carga política. Yo era un chico joven que quería cambiar el mundo y, cuando terminé la carrera, empecé a trabajar como periodista en el único diario de la oposición que había entonces en Yugoslavia. Se llamaba Mladina y se publicaba en esloveno, mi lengua.
¿Qué ocurrió cuando se rompió Yugoslavia?
— Participé en el movimiento de independencia de Eslovenia. De joven conocí a gente muy peculiar, como Viktor Orbán, que en aquellos momentos era un joven liberal húngaro. También muchos ciudadanos yugoslavos que más adelante se convertirían en criminales de guerra.
Después de la independencia de Yugoslavia, ¿dejó el periodismo?
— Sí. Pensé que no me dedicaría ni al periodismo ni a la política. Como amaba los libros, me dediqué a la edición. Llegué a dirigir las dos editoriales más importantes del país, Mladinska knjiga y DZS. Fue durante estas dos décadas de trabajo que me interesé por los hábitos de lectura. Cuando cambian el mercado del libro se resiente. Viniendo de un país pequeño, obsesionado con las estadísticas, me di cuenta de que en muchos países europeos mayores había mucho trabajo por hacer en este campo.
Entonces se decidió a estudiar la lectura desde la Universidad.
— Es lo que he hecho en la última década. La pregunta más importante en relación con la lectura es cómo se relaciona con el pensamiento y la comprensión.
¿Qué diferencias existen entre leer en papel o en pantalla?
— Durante las últimas décadas se han realizado más de 400 estudios al respecto. La primera fecha de 1988, cuando sólo se utilizaban pantallas de ordenador para leer. En estos últimos quince años la situación ha cambiado notablemente, porque se han incorporado soportes como los teléfonos inteligentes y las tabletas. Analizando los 400 estudios te das cuenta de que no hay ninguno que afirme que la comprensión de textos largos sea mejor a través de una pantalla.
¿Leer en papel es, por tanto, mejor?
— Es mejor cuanto más largo y complejo sea el texto que leemos. No hay otro soporte como el papel para formar el espíritu crítico y analítico. Leer en papel es la mejor forma de aprender a pensar.
¿La pantalla nos distrae?
— La de un teléfono inteligente sin duda, porque nos presenta estímulos inesperados en todo momento. La de un dispositivo de lectura digital es mejor en cuanto a niveles de comprensión, pero igualmente nos costará más localizar detalles que leyendo en papel se acuerdan automáticamente. La lectura en papel te entrena en centrar la atención en una sola cosa. Te permite incorporar nuevas palabras a tu vocabulario con mayor facilidad. Y te hace ganar empatía, sobre todo cuando lees ficción. Las novelas te ayudan a ponerte en la piel del otro y esto es bueno tanto en dinámicas familiares como en situaciones laborales. Un buen jefe es aquel que sabe entender a los equipos con los que trabaja.
Cada vez coincido con más gente que pasan el día enganchados al móvil y, en cambio, no tienen tiempo de abrir un libro.
— No es que no tengan; es una cuestión de prioridades. Es necesario reorientar la actitud hacia la lectura; urge que se haga. Leer libros te entrena a pensar. Esta reorientación no es trabajo sólo de los políticos, sino cultural, editorial y sistema educativo. A los países que logren que los ciudadanos recuperen el interés por los libros y trabajen para fortalecer el espíritu crítico les espera un futuro mejor.
En las escuelas, el libro pierde peso y ganan sus pantallas.
— Si quieres el bien de tu hijo, aléjalo de las pantallas y léale cuentos. Los niños que están tan pendientes de las pantallas desde pequeños tienen una capacidad de concentración menor que los que no han estado allí. La lectura en voz alta es también beneficiosa. Si cuentas un cuento el niño puede detenerte para hacerte una pregunta o pedirte que le aclares algo que no entiende. Si le pones un cuento grabado, la máquina se limita a leer: no hay interacción posible ni se crea vínculo alguno. Para los eslovenos, un modelo en este sentido son los países escandinavos, en los que el 90% de padres leen cuentos a los niños. Nosotros estamos en un porcentaje muy inferior, un 40%, pero ya lo estamos corrigiendo.
El Manifiesto de la Lectura de Liubliana advierte de cómo la democracia puede debilitarse si perdemos la capacidad de comprender textos complejos.
Es evidente que sería así. Leer libros es esencial a la hora de desarrollar el pensamiento crítico. Ahora vivimos rodeados de pantallas y pensamos, equivocadamente, que allí encontraremos todas las respuestas. Las pantallas tienen virtudes: nos permiten acceder a un volumen de contenidos impensable hace veinte años, pudiendo llegar a una gran velocidad, pero la profundidad todavía se encuentra en la lectura en papel. Si perdemos esto de vista y creemos que no hace falta que nos esforcemos por entender según qué textos, acabaremos siendo ciudadanos más crédulos. La lectura en profundidad no es elitista. Lo elitista es que sólo una pequeñísima parte de la población pueda leer en profundidad.